Una tarde, Sana llamó a Dahyun a su habitación con una excusa que ya había utilizado antes.
—Necesitamos más tiempo de calidad juntas—, dijo con esa voz suave que Dahyun ya no soportaba escuchar. Sana se acomodaba en la cama, una pierna cruzada sobre la otra, como si estuviera absolutamente segura de que Dahyun obedecería.
Pero Dahyun ya estaba harta. Harta de esos juegos, harta de las insinuaciones constantes. Sin siquiera mirarla, le respondió de forma cortante, casi escupiendo las palabras.
—¿Por qué no dejas de fingir, Sana?
Sana, al principio, se hizo la desentendida. Había una calma inquietante en su expresión.
—Dahyun, no tienes por qué hablarme así—, respondió, dándole una última oportunidad para ser educada, para retractarse. Pero Dahyun no cedió.
—No eres nadie para pedirme nada—, replicó, su tono más desafiante que nunca.
Entonces, algo cambió en los ojos de Sana. La calma desapareció en un instante, y antes de que Dahyun pudiera reaccionar, sintió cómo la mano de Sana tomaba sus mejillas con fuerza, sujetándola con una sola mano como si no fuera más que una muñeca sin resistencia.
—¿Qué te pasa, mocosa?— La voz de Sana era baja, pero había un filo de peligro en ella. Se acercó, inclinándose hacia Dahyun, sus ojos ardiendo de una mezcla de furia y algo más. —No te atrevas a faltarme al respeto de nuevo. Te lo advierto—, dijo en un tono tan amenazante que hizo que Dahyun tragara saliva.
Pero lo más perturbador para Dahyun no fue el regaño, sino la extraña emoción que sintió al ser tratada de esa forma. La sumisión forzada, la manera en que Sana la controlaba con tanta facilidad, había encendido algo en su interior. Un sentimiento que no podía explicar y que la dejó sin aliento. Su corazón latía con fuerza, y no solo por el miedo. Había algo más, algo que no debería estar sintiendo, pero ahí estaba, en su pecho, retorciéndose y creciendo con cada segundo que Sana la mantenía dominada.
Dahyun no pudo evitar sentir una chispa de desafío. Había algo en la intensidad de Sana, en cómo la dominaba con su sola presencia, que la empujaba a querer tentar más los límites. Con una media sonrisa de rebeldía y las manos tensas a los costados, soltó en voz baja
—¿Eso es todo lo que tienes?
Sana se quedó inmóvil por un segundo, su mirada oscureciéndose al comprender que Dahyun estaba provocándola. No podía creer que se atreviera, pero en lugar de retroceder, avanzó. De un tirón rápido y certero, la tomó por el cuello de la camisa, acercándola a su propio rostro.
—Estás jugando con fuego—, susurró, su aliento caliente contra el rostro de Dahyun.
La tensión en el aire era palpable, y Dahyun podía sentir su propia respiración acelerarse. Sana estaba más cerca de lo que había estado nunca, lo suficiente para que Dahyun notara cada pequeño detalle en su rostro: su furia contenida y la determinación en su mirada. Pero, a pesar de la advertencia, Dahyun no cedió. No desvió la mirada ni cambió su actitud desafiante.
—¿Y si lo estoy? ¿Qué vas a hacer?
Sana, sin esperar más provocaciones, se inclinó aún más, su mano apretando el cuello de la camisa de Dahyun con firmeza, hasta que las telas crujieron bajo la tensión. Su rostro estaba peligrosamente cerca del de Dahyun, lo suficiente como para que esta sintiera la presión abrumadora.
—Esta es tu última oportunidad para retractarte, Dahyun—, siseó Sana, su tono helado, su paciencia claramente agotándose.
Pero Dahyun no se retractó. Su corazón latía a mil por hora, y aunque el miedo estaba ahí, en lo profundo, había otra cosa creciendo dentro de ella. Algo oscuro, una curiosidad que la llevaba más allá de la razón. No podía detenerse ahora. No quería. Así que simplemente la miró a los ojos, sin decir una palabra, reafirmando su desafío.
Fue entonces cuando Sana se puso más firme. Sin ningún titubeo, empujó a Dahyun con fuerza contra la pared, acorralándola con su cuerpo, encerrándola entre sus brazos. La sensación de estar atrapada, de estar completamente bajo el control de Sana, encendió algo en Dahyun que jamás había sentido. Sana bajó la cabeza, hasta que su rostro quedó a centímetros del de Dahyun, su voz goteando peligro y advertencia.
—No sabes con quién estás jugando, mocosa.
Y ahí, en esa situación, Dahyun se encontró en un territorio desconocido, llevada hasta un límite que jamás había imaginado. Y por extraño que pareciera, no quiso detenerse.
Sana, sin decir más, inclinó su rostro hacia el de Dahyun, y en un movimiento decidido, cerró el espacio entre ambas, presionando sus labios contra los de Dahyun. El beso fue intenso, cargado de todo lo que habían reprimido. Dahyun, sorprendida al principio, se dejó llevar por el momento, correspondiendo al beso, sintiendo la urgencia en cada movimiento de Sana. Su mente era un torbellino, pero su cuerpo reaccionaba solo, como si este momento hubiera sido inevitable.
La sensación de los labios de Sana contra los suyos hizo que todo lo demás se desvaneciera, como si el mundo alrededor no existiera. Solo estaban ellas dos, y el fuego que había crecido entre ellas durante tanto tiempo.
Aquel beso llegó con una intensidad tan abrumadora que Dahyun apenas tuvo tiempo de procesarlo. Fue todo lo contrario a lo que alguna vez había imaginado. No era dulce, ni suave. Era violento, cargado de una pasión cruda y peligrosa, que la dejó sin aliento desde el primer segundo. El fervor de Sana se sentía desbordante, como si en ese momento todo lo que hubiera contenido se liberara de golpe, aplastando cualquier resistencia.
Dahyun sintió cómo sus manos se aferraban desesperadamente a los brazos de Sana, buscando un ancla mientras el caos la envolvía. El calor de Sana contra su cuerpo, su aliento mezclándose con el suyo, y el modo en que sus labios no le dejaban un segundo de respiro, todo era demasiado. Pero, de alguna forma retorcida, no quería detenerlo. No podía detenerlo.
Entonces, Sana, en medio de ese beso frenético, empezó a recorrer el cuerpo de Dahyun con sus manos expertas, como si ya supiera exactamente cómo quebrarla. Sus dedos viajaron por su piel con una combinación de firmeza y deseo que Dahyun no había anticipado. Y cuando Sana apretó con fuerza ciertas partes de su cuerpo, lo hizo como si fuera un castigo por haberla desafiado.
Dahyun jadeó contra los labios de Sana, el dolor mezclado con una sensación que no quería admitir. Sus manos, aún aferradas a Sana, temblaban ante la oleada de sensaciones nuevas que no podía controlar. Cada movimiento de Sana la empujaba más allá de lo que creía posible, más allá de lo que había experimentado jamás. El beso se convirtió en una lucha silenciosa, una batalla de voluntades que Sana claramente estaba ganando.
Sana, notando la vulnerabilidad de Dahyun, sonrió contra sus labios, sintiendo la victoria en cada respiración entrecortada que le arrancaba.
—¿Vas a seguir desafiándome? —Susurró con un tono casi burlón, sin dejar de presionar su cuerpo contra el de Dahyun, aumentando la tensión.
Dahyun no pudo responder. No había palabras para lo que estaba sintiendo en ese momento. Sólo sabía que estaba completamente atrapada en la red de Sana, sin escapatoria. Pero lo más aterrador era que, en lo profundo, una parte de ella no quería escapar.
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[PAUSADO] MI MADRASTRA // SAIDA
FanfictionUna trágica historia en donde Dahyun sin quererlo cae ante los encantos de la nueva esposa de su padre. Porque aún después de odiarla le es inevitable enamorarse de aquella dulce mujer que solamente intentaba empatizar con ella. + Contenido homosexu...