Capítulo LXVII

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- ¿Quién es George en tu vida? ¿Quién es George en mi vida? Recuerda que ¡ya estás casada! – advirtió el rubio.

- ¿Por qué te ríes? – cuestiona William a Candice.

- William Albert Andley, ¿me estás gritando? – menciona Candice, compungida.

- ¡Eh, no! ¡Sólo te estoy preguntando...! – recalca Albert. ¿A dónde vas? – pregunta él enfadado al ver que su esposa no quiere contestarle.

- ¡Amin, Amín! – Candice comenzó a llamar al joven hindú, caminando hacia el comedor.

- ¿Qué sucede señora Andley? – pregunta Amin asustado.

- ¡Albert me está intimidando! – ella acusa a su esposo haciendo reír a Amín. ¡Además me gritó! – Candice esconde el rostro en los brazos que extrañamente encuentra abiertos.

- Pero... ¡no hice eso! ¡Dime la verdad! ¡Exijo saberla! ¿Qué haces aquí, George? – cuestiona al ver que George aguantaba a reír.

- George, ¿preparado para correr? – cuestionó ella al extrañado mano derecha de Albert.

- Cuando usted me diga señora – George asintió.

- Uno, dos, tres... ¡Es tu suegro...! – confesó Candice y George que la ayudaba a caminar corrieron a la salita de té, encerrándose a piedra y lodo. Los demás se quedaron de una pieza sin saber qué decir... todos menos el que ya lo sabía, el padre de Annie.

- ¿No puedes hablar en serio? – cuestionó Albert al aire.

- Por supuesto que sí... - confiesa el señor Brighter dándole unas palmadas a la espalda de Albert.

- ¡Ay Candy, en que cosas te metes! – vocifera el hombre, no muy contento de que haya muchas personas y que además esté encerrada con George, ni que le fuese hacer algo.

- Así que nada de desplantes ni de correrlo – menciona el señor Brighter.

- ¡Abre esa puerta! – Albert grita enérgico.

- Dime, desde aquí te oigo muy bien... - responde Candice sonriéndole a George ante la cara que piensa que él estará haciendo.

- ¡Sal de ahí, señora Andley! – le advierte.

- No puedo, queremos seguir teniendo cuello – pero Candice no se va a dejar convencer.

- ¡No te voy hacer nada...! – Albert le informa.

- ¿Y si le abrimos? – cuestiona George con sonrisa pícara.

- George, puedes retirarte, me haré cargo – ordena mientras abre y descubre que su esposo está recargado sobre la puerta.

- Si señor, señora – George hace una venia y se retira, haciendo que los demás hicieran lo mismo.

- ¿Cuándo ibas a decírmelo? – cuestiona Albert con mirada seria.

- Te lo estoy diciendo ahora... - resuelve confesar observándole el rostro.

- ¿Lo disfrutaste? – cuestionó.

- ¡Mmmm no! George ya te lo dijo, sólo fue un engaño para Lemarque – le dijo tajante, como si se lo estuviese contando a las chicas.

- ¿Segura? – vuelve a cuestionar, acercándose a ella y en un movimiento le tomo de la cintura y con posesividad buscaba sus labios.

- ¡Estoy segura...! – afirma la rubia observando ahora sus labios.

- ¿Muy segura? – vuelve a cuestionar el rubio.

- Por supuesto... Albert no podemos – respondió cuando sintió el avasallador beso de su celoso esposo.

- Solo es un beso... - la convenció él.

- Un posesivo beso, ¿estás celoso de George? – le cuestionó entre burla y no.

- ¿Tú qué crees? – pero Albert fue el que comenzó a cuestionar a su esposa.

- ¡Qué estás exagerando, por supuesto! – exclamó ella sin poder creérselo.

- Eres mi esposa, ¿cuál exagerando? – decidió refutar el rubio.

- Sigues exagerando, George es George, no es como Abahinn o Amin... - refirió la rubia, sin ver que tan molesto pudiera estar.

- ¿Quieres probarlos a los dos? – pregunta enojado.

- ¡Qué cosas estas diciendo! ¡Albert eres absurdo! – y lo deja hablando solo porque ella muy enfadada se va.

- ¿De qué te ríes? – pero Albert que la conoce, la detiene y cuando se da la vuelta.

- De ti... - suelta haciendo que él que no le ha divertido su respuesta, la tome de la nuca y la besó.

Mientras en la cocina...

- George, ¿sabías que Candice vendría a verte? – cuestionó el señor Brighter.

- Eso esperaba, ya sabes cómo son algunos hombres con los celos, le dije a la señora que el joven William no iba a entenderlo – aseguró George un poco compungido.

- ¡Creo que ya lo entendió! – le aseguró el hombre cuando observaba cómo Albert encerraba a Candice en un posesivo beso.

- Eso esperamos...

Continuará...

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