Capítulo XLVII

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- ¡William has despertado! - exclamó George, sin poder creerlo se limitó a correr hasta la cama donde él se encontraba, tomando con sus brazos el torso de su amigo y abrazándolo como si aquel hombre lo hubiese encontrado en el sinfín del mundo; apenas lo hubo tocado cuando aquel pétreo rostro soltó un sonoro y doloroso sollozo porque al final de todos sus esfuerzos por saberlo vivo había sentido que él lo estaba logrando, retornó a casa muy enfermo y malherido pero ahí estaba, vivo y en casa como debía de haber sido desde el momento en que piso el puerto de Dover.

Mientras Terrence, Mickael, el jeque Hasbún, Richard, Sir y Lady Borthwick les ocurría un evento sin precedentes. El tribunal se encontraba caminando por tres leguas, dirigiéndose a donde se encontraba el espía del duque Lemarque.

Sucesos intermitentes

- Entonces ¿qué es lo que vamos hacer? - cuestionó Sir Broid.

- Estamos muy cerca, el hombre de Lemarque ¡está allá! - señaló Sir Clawdel emocionado, temiendo que la espera les resultara contraproducente.

- ¿Seguros que es de Lemarque? - cuestionó ansioso Sir Forbes.

- Esa es la única información que tenemos, pero sí, es de él - aseguró Sir Cumming.

- ¡Puede ser de alguien más! Una pregunta, ¿dónde está Sir Campbell? - preguntó Sir Napier buscándolo entre todos.

- Se encuentra con Lady Andley y eso no debe de preocuparnos ahora... - resolvió comentar Sir Clawdel.

- ¡Todos debemos saber en qué estamos metidos! ¿No le parece? - preguntó Sir Gayre.

- ¡Nada necesitamos saber! Esto se está saliendo de nuestras manos, debemos de atrapar a ese hombre - insistió Sir Clawdel.

- Y luego ¿qué? A buscar a Lemarque por medio Glasgow - soltó en broma Sir Broid.

- ¡Dimos nuestra palabra...! - enfatizó Sir Grant.

- Nadie sabe hasta dónde estamos metidos en esto y el Rey Jorge no hace nada por ayudarnos, ¡estamos solos aquí! - bufó Sir Haig, molesto.

- No lo estamos... - respondió alguien que se acercaba a galope por el lado sur del grupo.

- ¿Carnegie? - susurró Sir Clawdel sin poder creérselo.

Mientras esto sucedía, Abdul llegaba al Palacio Holyroodhouse, habían pasado dos días, llegar hasta allá resultó ser muy cansado, caminar sin parar también fue difícil y más con una vestimenta que no le pertenecía resultando ser muy caluroso. Al llegar, tocó la gran aldaba que adornaba la gran puerta de madera maciza.

- ¡Buenas noches! Puedo hablar con alguien en privado acerca... podría darme agua, llevo dos días caminando hasta aquí sin tomar agua y probar alimento- solicitó el sirviente de confianza de Aaminah.

- Hijo, pásame agua de la jarrita que se encuentra ahí - señaló una mesa con frutas y jarras de agua fresca, el chico que se encontraba allí se lo llevó a Abdul.

- Gracias, buen hombre - Abdul agradeció la gentileza del chico, tomando el vaso de madera que se le acercó en ese momento para después morder la jugosa manzana que le dio el guardia.

- Podría decirme ¿a qué viene? - cuestionó el oficial encargado.

- Quiero...podría ver al Rey Jorge, señor - cuestionó Abdul tomando lentamente el agua ofrecida.

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