Capítulo XXXI

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Richard se encontraba desayunando en la terraza de su camarote y esperaba a su hijo para que lo acompañara, por supuesto que Terry desde hacía ya unos meses atrás el insomnio que hasta ese entonces le aquejaba se había escabullido por la ventana, por lo cual ahora quería recuperar aquello que no había dormido, como esa mañana en la que no podía creer lo que encontró, a su padre desayunando sin él y además con una carta en la mano y soltando una carcajada tras otra.

- ¿Qué pasa papá? ¿De qué tanto te ríes? - quiso saber su hijo extrañado al ver que últimamente eso es lo que más hacia.

- Es Candy, ¡recuerdas que ayer jugábamos con Clint y Puppet al patinaje! Pues figúrate, es la hora que Clint no puede tocar el agua pues le salen muchas burbujas, creo que definitivamente ese jabón que utilizó era concentrado - terminando de decir eso, comenzó a reírse hasta que de los ojos le salieron lágrimas.

- ¡Pobre Clint! Espera, dijiste ¿patinar? ¿Sobre jabón? Y ella ¿no se golpeó? Papá ¿cómo pudiste permitir esas ideas de Candice? ¡Es muy inconsciente, sólo deja que Albert se entere...! - le advirtió el castaño en son de reprimenda.

- Sí, ella comenzó con la idea, pero tomamos todas las precauciones, Albert dijo que él la cuidaría - le informó.

- ¿Albert le secundó la idea? ¡Increíble! - Terry sencillamente no podía creerlo.

- Pues sí, además él, créeme que no quería desafiarla, ¡qué tal si le iba peor...! - se burló de Albert.

- Solamente ustedes dos se entienden... ¿papá? - lo llamó volteando el rostro cuando ya se iba.

- Sí Terry, espera, ahora sí, dime - respondió éste a su llamado cuando le oyó y había dejado la carta sobre la mesa para ponerle atención.

- ¡Tú no eras así hasta hace dos semanas! - exclamó el castaño menor.

- Bueno hijo, Candy es... especial - admitió Richard.

- Lo sé, te lo dije, ella era especial y a ti te ha cambiado la vida - reconoció Terry, muy alegre.

- Nunca conocí a una chica como ella, vaya ni tu madre era así, digo Eleonor era aventurera, pero Candy es aventurera y lo que le sigue, estupendamente bien Terrence, es una chica fuera de serie - informó Richard emocionado.

- Lo sé papá, lástima que no me le declaré a tiempo... - refirió el joven haciendo un chasquido con la boca.

- Terrence...- su padre le entendió y levantándose se acercó a él para darle su apoyo.

- ¿Qué más dice la carta? - quiso saber Terry, cambiando el tema.

- ¿Aún la amas? - preguntó su padre, abrazándolo por los hombros.

- Bueno, sí, pero también la aman otros hombres... ah sí, ahí donde la ves, es una chica afortunada, tiene a medio tribunal detrás de ella, pero... - Terry tenía que seguir, a veces se preguntaba si dejaría de doler. Se imaginaba si el hijo que llevaba en el vientre fuese suyo, hoy sería muy joven, pero sería un padre feliz.

- Ella sólo tiene ojos y amor por William, ¡recuérdalo - le dijo Richard a su hijo, dándole unas palmadas en la espalda.

- Sí papá, me he dado cuenta - contestó irónico.

- Vamos Terry, tú sabías que eso podría pasar, ¿quiénes más están enamorados de ella? - Richard tenía que preguntar.

- Lo estuvo Anthony, lo está Archie y Stear Cornwell, los niños del Hogar de Ponny, Sir Carnegie, Stephan... ¡somos muchos! - respondió el castaño apesumbrado.

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