Capítulo XXI

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Mientras esto ocurría en San Pedro, en el Tribunal de Lyon sucedía algo inmemorable.

- ¡Buenas tardes! - saluda un chico moreno.

- Buenas tardes señor... - se interrumpe Stewart.

- Grandchester, soy Terrence Grandchester - titubea un poco.

- Señor Grandchester, pase por aquí - Stewart le da la bienvenida al Tribunal dándole acceso y acompañándolo con Sir Clawdell.

- Pero aún no les digo nada acerca de ¿quién soy? Y ¿qué quiero? - exclama el castaño.

- No hace falta, créame que sabemos a ¿qué viene? - le sonríe. Sir Clawdell - lo llama para después saludarlo.

- ¡Joven Grandchester! - lo saludó Sir Clawdell levantándose para saludarlo

- Pero... - intentó objetar, pero no era algo que se esperara y menos siendo inglés.

- Supongo que viene a ver lo que ocurre con lady Andley... - soltó Sir Clawdell sin más.

- ¿Lady Andley...? Sí, ¿Candy está bien? - preguntó Terrence saliendo del mar de confusiones que es su mente en esos momentos.

- Muy bien, se encuentra en África, en San Pedro para ser más exactos... - le informó Sir Clawdell indicándole que tomase asiento.

- Me enteré de ello y quiero saber en ¿dónde se encuentra exactamente? - solicitó el castaño ante el robusto hombre.

- En un campamento, en San Pedro, pero creo que eso ya lo sabe o no joven Grandchester, lo que no me explico es, si su padre sabe que está aquí - le pide saber alzando las cejas en son de una explicación.

- En parte, sí se lo dije, que buscaría su ayuda; lo que quiero saber es ¿por qué el señor William Andley se quiere casar con su hija adoptiva? - cuestionó de tajo.

- ¡Así que también lo sabe! - dijo Sir Clawdell.

- ¿Qué? ¡Que Candy es huérfana, sí lo sé y eso no me importa! - exclamó Terry sorprendido de lo que acababa de decir.

- ¡Tampoco a Sir Andley, se lo aseguro! - Sir Clawdell tenía que afirmar esa aseveración dado que sabía de antemano que él no quería hablar del asunto que Terrence venía a tratar con él.

- ¡Pero él es tan viejo! - exclamó lastimeramente.

- ¿Cree usted que lo es? Contraerán nupcias en unos días... - le informa, ya que al parecer todos pensaban la misma cosa, que el señor Andley era en realidad un anciano.

- ¡Dentro de unos días, no lo creo! - se levantó el castaño malhumorado.

- ¡Se lo aseguro! - afirmó con vehemencia.

- Pero... - terminaba con algo de discordia.

- Sir Andley ama verdaderamente a lady Andley, además creo que conoce a la dama en cuestión, a Candy nadie puede obligarla a hacer algo y eso creo que lo sabe - decidió darle algo más de información.

- Casi nadie - comenzó a sonreír.

- Creo que también usted conoce a Sir Andley o eso me dijo él... - refiere Sir Clawdell.

- No lo creo, ¿qué ha sucedido con los chicos? - preguntó por hacerlo, deseaba cambiar de tema.

- Lo tenemos controlado, pero Lemarque se ha encargado de que con su huida él obtenga lo que quiere - contó el grueso hombre.

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