Capítulo LX

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En otro lado de la mansión y minutos después...

Sir McDougal se encontraba afuera, venia llegando del establo, como todos los días iba a ver que Sir Buchanan se encontrará ahí y que no escapaba, eso fue quizás lo que hizo que se diera cuenta que una persona salía de la cocina con caminar indeciso cuando se dio cuenta de que se le hacía conocida, cuando de pronto aquella persona se levanto el cabello y la reconoció.

- Lady Candice, ¿a dónde va? – cuestionó Sir McDougal deteniéndola del brazo cuando caminaba lejos de la cocina.

- ¡Mis hijos! – emitió algo parecido a un quejido.

- Están en su habitación... - respondió Sir McDougal.

- No, Lemarque los tiene... ¡son pelirrojos! ¡No pueden ser pelirrojos! – sollozó de repente, veía todo muy extraño, borroso desde que se levantó hacia unos minutos.

- No, no lo son. Son rubios, ven vamos a verlos, vamos la llevo a verlos – insistió tomándola de las manos, temblaba y sudaba frío.

- Señor, señor... por favor, ayúdenos – solicitó cuando hubo visto a otro Sir pasar por la ventana de la cocina.

- Ayuda ¿con qué? – quiso saber Sir Abercrombie, asomándose por la ventana sin ver que Sir McDougal no se encontraba solo.

- La señora... - Sir McDougal no tuvo la necesidad de terminar la frase, Sir Abercrombie no se quedó sorprendido de ver a Lady Candice afuera y corriendo tomó de detrás de la puerta un saco de harina, lo alcanzo.

- Señora, ¿qué hace aquí? – preguntó Sir Abercrombie, tapándole la cabeza con el saco de harina, debían disminuir el riesgo de que la hubiesen visto. ¿Se ha desmayado? – cuestionó Sir Abercrombie, preocupado por su estado.

- No, está profunda... vamos a llevarla – respondió Sir McDougal con elocuencia, parecía tener todo bajo control, pero en realidad lo ¿estaba?

- ¡Sí vamos, los demás deben estar buscándola! – aseguró Sir Abercrombie, tomándola en sus brazos y levantándola rápidamente para ver que Sir McDougal abría la puerta de la cocina.

- Sí... vamos – murmuró viendo como nadie se encontraba ahí. Sir Campbell... aquí está la señora – avisó Sir Abercrombie cuando vio que McDougal no llamaba a nadie.

- ¿Dónde la encontraron? – cuestionó Sir Campbell yendo hasta ellos, quien se encargó de tomarla de sus brazos y con paso firme atravesar la estancia, pasando entre ellos y subirla hacia su habitación, para depositarla y arroparla. Después de ello salió y se encontró con Sir McDougal quien le dio los pormenores de la situación.

- Afuera de la cocina... - respondió Sir McDougal cuando se encontró con Sir Campbell.

- Ishbel, aprisa a su habitación, cuídala y que no se levante ni siquiera para respirar el fulgor de la primavera – ordenó Sir Campbell a la esposa de Sir McDougal.

- Sí mi señor – respondió Ishbel, denotando su obediencia y dirigiéndose a la habitación de Lady Candice y encerrándose en ella.

- Candyyyy, ¿dónde estaba? – preguntó Sir Abahinn.

- Afuera. Sir Clawdell, Sir McDougal por favor, revisen los alrededores – solicitó Sir Campbell.

- Sí señor, enseguida – en ese instante fue cuando ambos sires salieron como escabulléndose.

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