Capítulo LXIV

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- No me vendí solo que no soy inglés, sino escocés y tampoco se dio cuenta de Mickael – afirma Abahinn.

- Sir Abahinn Carnegie, ¿cómo está? – cuestiona Sir Buchanan.

- Mejor que usted por lo visto y dado que padecemos de la misma enfermedad... - replica el joven con burla.

- ¿Qué quiere decir? – cuestiona al no entenderle.

- Que Lady Candice falleció, ¿no se enteró? – le informa a la vez que le pregunta.

- ¿Qué cosa? – pregunta abriendo mucho los ojos y sin poder creerlo.

- Sí, lo que oye, la encontraron cerca de Glasgow, desangrada... - refiere Abahinn viendo al piso con gran pena.

- ¡No es cierto! ¡No puede estar muerta! – grita agarrándose los cabellos y halándoselos.

- Recién fueron los entierros – suelta su alteza.

- ¡No puede ser cierto! ¡Dime que no es cierto...! – grita Buchanan, en verdad que no puede creerlo.

- Si lo es, se murieron... - confirma Alfred.

- Espera, ¿qué quieres decir con que se murieron...? - reclama Alphonse.

- No sólo Candy, William también se murió... – responde Alfred bajando la mirada con pesar.

- No puede ser, así no era el plan... ¡ese no era el plan! ¿Qué falló? Lemarque tiene la culpa... ¿cuándo murieron? – cuestiona Alphonse sin entender lo que sucede.

- El tribunal se fue apenas ayer, sabes que la regla es de tres semanas, son las que deben de quedarse para los funerales, mis guardias se retirarán en dos semanas más de la casa y del camposanto – explica el rey.

- No puedo creerlo, Lemarque tiene la culpa... - sir Buchanan comienza a decir más para sí

- El tribunal lo está buscando... - expresa el rey.

- Pero tiene de rehén a Mickael – refiere Alphonse.

- No, el joven está con nosotros, ya no debemos preocuparnos – dice Alfred.

- ¿Por qué murió? El plan solo era herirla, pero no matarla, él no cumplió su parte del trato... - comienza a auto explicarse.

- ¿Cuál trato? – los tres hombres ahí presentes cuestionaron al oír esas palabras.

- Que no la iba a matar, que solo quería los papeles de su origen, que le iba a decir a mi hermana que le diera su dote... - comenzó a contar atropelladamente.

- ¿Le dijo que era su sobrina? ¿En que rayos estaba pensando? – le gritó el rey.

- Sí, le dije que era mi sobrina y que... - Alphonse se interrumpió de repente.

- Y que ¿qué? ¡Que era aspirante al trono! ¡A mí trono! –el que gritaba era el rey, no podía creer que ese hombre se hubiese atrevido a tanto.

- No, eso no se lo dije, que podría ser millonario si abusaba de ella o que podría casarla ya deshonrada con Pierre... - soltó como si estuviese hablando de cualquier cosa.

- ¿Qué dices insensato? – todos los ahí presentes no podían creerlo, era su tío por Dios Santo.

- ¡Lemarque sólo quiere dinero! – muy tarde es que se había dado cuenta de lo que había dicho.

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