"Hijo de la Luna"

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Hijo de la Luna

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Hijo de la Luna...

25 años después de la muerte de Karol Sevilla

Un taxi avanzaba lentamente entre las calles sólidas del beso del diablo.

—Hasta aquí es posible llegar, señorita —dijo el chófer a la chica que venía con él.

Ella soltó un gran suspiro.

—De acuerdo, gracias —bajó del auto y por la ventanilla del copiloto le tendió el dinero al taxista, este se echó de reversa y salió del campo de visión de aquella chica de cabello color azabache.

Comenzó a caminar con su cámara fotográfica en mano, mientras admiraba la estructura del pueblo del que su padre le había hablando tanto, era hermoso y también era la primera vez que lo visitaba, ya que su padre nunca quiso llevarla, en esta ocasión se había escapado de la Universidad para poder fotografiar el hermoso pueblo.

Estudiaba fotografía y pensó que esas fotos le servirían de mucho para un proyecto que haría.

Tomó algunas fotos, de los árboles, de las estrechas calles y hasta de algunas casas.

No había nadie, el pueblo había quedado totalmente abandonado, eso la entristeció, era demasiado bello como para que la gente se rehusara a vivir ahí, ella con mucho gusto lo haría, se sentía libre y como en casa.

Su sonrisa desapareció al ver una linda casa con los vidrios rotos, parecía una mansión embrujada, pero era hermosa, se le quedó observando detenidamente, acercó la cámara a sus ojos y buscó un ángulo perfecto para tomar la foto, al finalizar de tomar la foto sonrió satisfecha al ver sus resultados.

—¿Karol? —se escuchó una voz masculina pero muy dulce, la chica se puso tensa y giró sobre sus talones para ver quien era.

Un chico de cabello ruloso y ojos cafés estaba frente a ella. ¿Qué hacía él aquí? Después del todo es mentira que el pueblo esté deshabitado.

Ruggero abrió los ojos a más no poder cuando pudo verle el rostro a la chica.

—¿Quién eres tú? ¿Cómo es que sabes mi nombre? —preguntó asustada.

—¡Karol! —Ruggero corrió hacia ella y la abrazó fuertemente, era ella, tenía el mismo rostro sólo que ahora tenía el cabello negro azabache, ante el abrazo, Karol se puso tensa—. Por fin te he vuelto a ver, Karol Sevilla.

Ella frunció el ceño y se alejó bruscamente de él.

—¿De qué estás hablando? —cuestionó ella dando unos pasos atrás—. Mi apellido no es Sevilla.

Ruggero la miró nuevamente, tal vez sólo se la había imaginado, pero no era así... Era ella.

Ruggero la tomó de la mano.

—¡No, por favor! No te vayas —dijo el ruloso ella se le quedó viendo un par de segundos—. Si no eres ella... ¿Quién eres?

—Me llamo Karol, eso es verdad, pero mi apellido es Bernasconi.

Ruggero apretó la mandíbula.

Karol al ver la reacción de Ruggero frunció el ceño.

—¿Estás bien? —cuestionó ella.

Ruggero la miró y se preguntó como era posible que alguien pudiera parecerse tanto al amor de su vida.

—¿Tu padre es Agustín Bernasconi? —cuestionó Ruggero en voz baja.

Ella asintió.

—¿Acaso lo conoces? —de los ojos de Ruggero rodó una lágrima.

—Tu padre, era un gran amigo —respondió.

Karol volteó a todas direcciones, nunca supo como reaccionar cuando lloraban frente a ella.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Karol.

—Ruggero, Ruggero Pasquarelli —respondió.

Karol le dedicó una sonrisa amable.

—Sabes. Mi padre nunca menciona a sus amigos, pero, eres muy joven para ser amigo de él —comentó la chica—. ¿Qué edad tienes? ¿20, 21?

—No soy lo que aparento ser, linda —habló Ruggero.

Bernasconi deshizo su sonrisa y miró al suelo.

—Creo que será mejor que me vaya —dijo ella.

—¡No, espera! —dijo Ruggero volviendo a tomar su mano—. Dime que te volveré a ver.

Karol esbozó una sonrisa.

—Algún día, Ruggero —se soltó del agarre del ruloso y se fue corriendo.

Mientras corría iba pensando, Ruggero era un chico extraño pero muy lindo, no estaba segura si volver a verlo, él se había comportando extraño, como si en verdad la necesitará. Pero lo que más curiosidad le daba era que la había confundido con esa tal Karol Sevilla.

Con Ruggero

Observó como Karol corría lejos de él, era la misma y eso le sorprendió demasiado, era hija de Agustín, después de todo, Agustín había logrado tener a Karol, aunque ahora como su hija.

—Te voy a encontrar, Karol Bernasconi —sonrió Ruggero.

Después de todo había vuelto a ver al amor de su vida.

Buscando el Final FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora