Capítulo 6 •¿Lo dices en serio?•

81 13 1
                                    

Las horas pasaban, ahora cenábamos mientras la familia platicaba anécdotas de la juventud, yo sólo estaba callada, sumida en mis pensamientos mientras comía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las horas pasaban, ahora cenábamos mientras la familia platicaba anécdotas de la juventud, yo sólo estaba callada, sumida en mis pensamientos mientras comía.

—¿Recuerdas el baile de las luciérnagas? —preguntó mi tía a mi papá, él sonrió como si hubiera recordado algo que a su parecer era hermoso.

Puse un poco más de atención. ¿Un baile?

—¿Qué baile? —cuestione, no había escuchando de bailes aquí en Tlaxcala.

—Bueno, el baile de las luciérnagas era una tradición hace mucho en un pueblo muy cerca de aquí, hoy en día ya no lo hacen, pero era hermoso —comentó mi tía con una sonrisa.

—Interesante —dije.

—Demasiado —sonrió mi tía—. Eran bonitos tiempos.

Asentí.

🌙🌙🌙

Los amigos de mi primo se habían ido, no sin antes pedirme mi número de celular, Robin les advirtió que no se pasaran conmigo, pero ellos lo tranquilizaron diciendo que sólo querían ser mis amigos.

Ahora me encontraba sentada a un lado de mi primo mientras veíamos la TV, bueno, en realidad no la veíamos, sólo estaba encendida mientras nosotros estábamos con el celular.

—Te note algo extraña en la cena —gire a verlo, él aún no despegaba la vista del celular.

—¿Qué? —me hice la desentendida.

—Sé que te pasa algo —él dejó de ver el celular y me miró a los ojos—. Dime... ¿Puedo ayudarte en algo?

Solté un suspiro.

—Robin... Lo que pasa es que... —me quede callada por unos segundos—. Últimamente tengo muchas dudas, hay algo que... No entiendo del todo.

El pelinegro frunció el ceño, parecía estar tratando de entender lo que le acababa de decir.

—Es que ayer fui al pueblo abandonado —le conté—. Fui porque tenía que tomar unas fotos para mi tarea y me encontré con un chico —mi primo hizo una expresión de sorpresa—. Me dijo que yo era una tal Karol Sevilla y que conocía a mi padre, hoy nuevamente me lo volví a encontrar, todo el día tuve la sensación de que alguien me observaba, hasta que cuando ya veníamos para acá se hizo presente, volvió a decirme de esa chica, Sevilla, pero... No entiendo por qué. ¿Por qué me confunde con ella? He hablado con mi mamá sobre el chico, pero no logró resolver mis dudas.

Robin tocó su barbilla señal de que estaba pensando.

—¿Sabes cómo se llama ese chico? —asentí.

—Ruggero Pasquarelli —mi primo abrió la boca.

—¿Lo dices en serio? —preguntó alarmado.

—Si, ¿por qué lo dices así? —fruncí el ceño.

—¡Ven! —mi primo se levantó del asiento donde estaba y caminó hacia las escaleras que daban al segundo piso, lo seguí, subimos y entramos a su habitación—. El otro día me dejaron hacer una investigación sobre Tlaxcala, su historia, así como también las historias de todos los municipios y pueblos que existen en el Estado.

Mi primo estudiaba la Licenciatura de Historia por lo tanto debía saber todo sobre México.

—¿Eso que tiene que ver con el chico que te he contando? —mi primo se sentó frente a su laptop y tecleo algunas cosas.

—Ahorita lo sabrás —comentó—. Creo que te interesara demasiado.

Me senté a su lado, estaba un poco confundida, sin embargo mi primo esbozaba una sonrisa.

—Tal vez digas que estoy loco pero... —giró a verme—. Puede que esto sea la respuesta de todas tus preguntas —sonrió, mi primo tecleo algo en su computadora dio “enter” y a continuación aparecieron muchas carpetas de investigaciones, buscó una donde se leía “El beso del diablo”.

—Bien, prima, este trabajo es el que más me ha gustado realizar —platicó—. Hice investigaciones de campo, así como también entrevistas a personas que viven en lugares colindantes a este pueblo —sonrió—. Tengo fotos, testimonios y muchas cosas más.

Entró a una carpeta que decía “Leyendas”.

—Si que le echas ganas a tus trabajos de la Uni —comenté, mi primo sonrió.

—Bueno, me dan una rúbrica con todos los requisitos que debo abordar, si quiero pasar con un diez debo cumplir con ellos —comentó—. Pero, bueno, prosigamos.

—De acuerdo, señor historiador —dije con humor.

—Mi madre no sabe acerca de esta investigación, si le digo se volvería loca así que, no vayas a mencionar nada. ¿De acuerdo? —me miró.

—Te lo prometo —dije.

—Vale, bueno, este pueblo es rico en Leyendas —hizo clic en la carpeta y aparecieron muchos títulos—. Pero de todas ellas hay una en especial que caracteriza a este lugar —habló.

—¿Cuál es? —cuestione.

—Esta —hizo clic en un documento y arriba se leía—. La Leyenda de “El hijo de la luna”.

Buscando el Final FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora