Capítulo 10 •No hay nadie•

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Cuando llegue a mi casa el olor a a comida inundó mis fosas nasales

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Cuando llegue a mi casa el olor a a comida inundó mis fosas nasales.

Pozole me dije a mí misma y sonreí, era uno de mis platillos favoritos.

—¿Hija? —preguntó mi mamá saliendo de la cocina.

—Si, soy yo —dije poniendo mi mochila en el sofá de la sala de estar.

Caminé hacía la cocina y saludé a mi madre.

—¿Qué tal tu último día de clases? —preguntó volviendo a partir la lechuga.

—Más relajado —solté un suspiro—. Hoy iré al cine con Robin.

Mi mamá giró a verme con una sonrisa.

—Eso es genial, te hace falta distraerte —comentó.

—Mamá... ¿Haz hablado con papá acerca de lo que te dije el otro día? —pregunte.

—No en realidad —comentó—. Siempre que quiero sacar el tema, él lo evade.

No dudaba en que eso fuera verdad, conocía perfectamente como era mi papá.

—Lo entiendo... —hable.

🌙🌙🌙

Iba cambiando con Robin en dirección al cine.

—¿Crees que la película sea buena? —cuestionó.

—Tal vez si —hable.

Gire mi cabeza hacia la derecha y observe a aquel chico extraño con el que me había topado hoy cuando salí de clases.

—¿Por qué tienes esa cara? —preguntó mi primo.

—Es que... Ese chico, ha estado observándonos —comente, Robin miró a la dirección donde segundos antes estaba mirando.

—No hay nadie —dijo frunciendo el ceño.

Volví a mirar a donde estaba el tal Benicio, seguía ahí, ¿cómo es que mi primo no lo ve?

—Rob... —dije—. Sigue ahí.

—Prima, creo que te estás imaginando cosas —dijo.

—Te lo juro, está ahí —lo señale, observé como Benicio esbozaba una sonrisa.

—Karol, mejor apuremonos a llegar al cine, la película comenzará en 30 minutos —solté un suspiro, no puedo creer que sólo yo vea a ese tipo, creo que comienzo a volverme loca, esto no está bien.

Cuando llegamos al cine nos dirigimos a comprar las palomitas de maíz y las sodas, afortunadamente Robin había comprando los boletos antes, así no tendríamos que hacer fila para adquirirlos.

—¿Lista? —preguntó mi primo.

—Sí, ya hay que entrar.

Con Ruggero

Se encontraba sentado en una de las bancas del parque de Tlaxcala pensando en aquella chica tan parecida al amor de su vida. Soltó un suspiro al recordar cada momento al lado de ella.

—Te extraño tanto, Karol —en los ojos del chico comenzaban a formarse lágrimas que no podría contener por mucho tiempo. Observó el cielo que ahora ya era oscuro, la gente comenzaba a irse del parque.

—¿Qué está pasando, madre? —dijo mirando el cielo— ¿Acaso ésta chica podría ser Karol? —sin recibir respuesta agachó la cabeza.

—Así que la haz encontrado.

Ruggero giró rápidamente para observar al dueño de aquella voz que le resultaba tan familiar.

—Pasquale —dijo con odio y se levantó de la banca donde se encontraba.

—Vaya, aún me recuerdas, pero... ¿Cómo olvidarme? Si fui quien mató a Sevilla —Ruggero apretó los puños, Pasquale soltó una carcajada—. Lo lamento tanto —fingió una mueca de tristeza.

—Todos estos años te busque para hacerte pagar, me alegro que ya haya llegado el día en que me toque matarte —habló Ruggero.

—¡Oh, vamos! Nunca podrás matarme, ahora soy más poderoso que tú, hijo de la luna —lo miró de arriba a abajo—. No tienes fuerza, has estado mucho tiempo en la tierra y sabes que seres como tú y yo no podemos estar aquí sin volvernos lo suficientemente débiles.

—Eso no importa, vengare a Karol y créeme, será cuando menos te lo esperes —los ojos de Ruggero brillaron de forma escalofriante.

—Si tú lo dices —soltó un suspiro—. He venido porque supe que habías encontrado algo muy interesante, eso de no verte en el beso del diablo fue algo nuevo para mí —los ojos miel de Pasquale soltaron unos destellos color rojo—. Clarisse.

Ruggero frunció el ceño.

—¿Clarisse? —cuestionó el ruloso—. No sé de lo que hablas.

—Sé perfectamente que me lo quieres ocultar, estoy hablando de la doble de Karol Sevilla —rodó los ojos.

Ruggero abrió los ojos como platos y esbozó una sonrisa pícara, esa niña había dado un nombre falso, ahora comprendía.

—¡Oh, si... Clarisse! —dijo Ruggero riendo.

—Así que es cierto, estás aquí por ella —Ruggero esbozó una sonrisa—. Es una lástima que ahora ella me prefiera a mí, porque así será, Ruggero, ¡esta vez no dejaré que me la quites!

—¡No te atrevas a lastimarla! —habló Ruggero fríamente.

—Eso dependerá de ella —sonrió—. Por ahora me voy, tengo que verla, tal vez la visite esta noche.

Buscando el Final FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora