Rosalin contempló sus manos delgadas, aún sin poder acostumbrarse a la transformación. Sus uñas, antes maltratadas por el arduo trabajo, lucían ahora perfectamente cortadas y pulcras. Resopló al notar el trato de princesa que recibía este cuerpo.
Los recuerdos llegaron de golpe, como ráfagas dolorosas y molestas. Observó cómo la versión casi perfecta de ella se comportaba como una víbora con su esposo, al que, para su desagrado, ahora odiaba. Un suspiro escapó de sus labios.
¡Ahora tenía un esposo!
Mientras recorría con las palmas el dorso del brazo para quitar la espuma de la tibia agua de la bañera, Rosalin sabía que debía aceptar esta nueva realidad. Ya no era Lisa; ahora su nombre debía ser Rosalin de Williams. Un escalofrío recorrió su espalda ante esta idea.
"Señorita, debería salir de la bañera. Podría resfriarse si permanece mucho tiempo en el agua", advirtió la doncella. Rosalin asintió y se puso de pie, permitiendo que la joven la envolviera con una toalla.
Aunque le costaba aceptarlo, la rapidez con la que se adaptaba a ser servida la sorprendía. Era maravilloso, aunque no podía dejar de sentir un atisbo de culpa por disfrutarlo. Sin embargo, su papel como Rosalin no difería mucho de su personalidad anterior.
Caminó hacia la habitación, donde la doncella ya tenía preparados varios vestidos. La sorpresa la embargó al ver que no eran extravagantes ni pomposos como imaginaba, sino hermosos y elegantes. Escogió un vestido de tono azul claro con encaje blanco en las mangas, que llegaban hasta las muñecas. El vestido resaltaba su figura hasta la cadera, donde caía suavemente hasta los tobillos.
No es como en la época feudal, reflexionó mientras Emily, la doncella, la halagaba.
"Se ve preciosa, señora". Así se llamaba Emily, la joven doncella que la servía desde que se casó, aunque su esposo apenas era un recuerdo difuso y desagradable.
Rosalin observó los chupones en su clavícula, recordando confusamente la noche anterior. Intentó comprender si lo ocurrido era real o fruto de su imaginación.
"Ah, señorita", interrumpió Emily, aplicando una crema en las marcas. "Se me olvidó. Usted sufre de una alergia que causa estos moretones. Debo aplicar esto diariamente".
"¿Desde cuándo?", preguntó Rosalin, aún más desconcertada.
"Desde hace unos meses, señora", respondió Emily con naturalidad.
La confusión y las sospechas aumentaban en Rosalin mientras la doncella la guiaba hacia el comedor. Estaba sola; su esposo, invisible y evasivo.
"Listo, señora. Ahora puede ir a desayunar". Rosalin asintió y siguió a Emily.
El comedor se encontraba completamente desierto, una gran decepción para Rosalin, quien esperaba encontrarse con su esposo y observar su rostro. Aunque no experimentaba una sensación de afecto hacia él, desde la mañana en que descubrió los moretones en su cuerpo, sentía una creciente irritación.
Su esposo parecía esquivarla deliberadamente, como si pensara que era una muñeca delicada incapaz de enfrentar la realidad. Rosalin inhaló profundamente, intentando calmar las emociones tumultuosas que bullían en su interior. Aunque Emily, la doncella, le había asegurado que se trataba solo de una alergia, la explicación sonaba sospechosa.
A pesar de todo, Rosalin desayunó sola. La exquisitez de la comida no pudo compensar la soledad que sentía. Su esposo, invisible y evasivo, se escondía detrás de las sombras. ¿Realmente piensa que soy tan frágil?, se preguntó Rosalin, sintiendo un atisbo de enfado.
Tranquilizó sus agitados sentimientos, recordando las palabras de Emily sobre la supuesta alergia. Aunque intentaba convencerse de que todo era normal, persistía una sensación de intriga y desconfianza.
Los modales de Rosalin seguían siendo impecables, como si los recuerdos de la anterior dueña se hubieran integrado completamente en su ser. Una duda flotaba en su mente: "¿Yo tenía padres?". Su antigua vida comenzaba a desvanecerse, y un temor palpable se apoderó de ella.
"¿Qué está sucediendo?", se cuestionó Rosalin mientras la dualidad de su existencia se intensificaba. La confusión y el misterio de su situación la sumían en un mar de preguntas sin respuesta, y la sensación de no poder confiar en sus propios recuerdos la llenaba de inquietud.
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KILIG
RomanceLisa una mujer independiente nunca espero que después de tener un "supuesto" sueño con un hombre que tocaba tiernamente sus labios iba a terminar así. Este no era ni su cuarto ni su cuerpo ¿Que rayos había ocurrido? Acompaña a esta chica a descubr...