5 editado

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Rosalin observó con desdén el invernáculo de vidrio; dentro, dos hermosas sillas y una mesa indicaban un lugar para tomar té, rodeado por exquisitas rosas de diversos colores. La sorpresa inicial se desvaneció rápidamente cuando recordó por qué su atención se había centrado en ese rincón.

Se acercó, derribó las sillas y abrió la puerta, liberando a varias mariposas. Sintió una extraña satisfacción al hacerlo. Arrancó un puñado de rosas, ignorando el dolor de las espinas que se clavaban en sus delicadas palmas, dejando que la sangre cayera al suelo.

¿Cómo podía su esposo tratarla así? Nunca lo veía, y cuando él se acercaba, era solo para...

Detuvo sus pensamientos, incapaz de terminar la frase. Él no la quería, era un matrimonio político, nada más. Experimentó un dolor agudo.

"¡Señorita!" una voz la llamó desde atrás.

Una joven corrió hacia ella y cuidadosamente envolvió sus manos con un pañuelo. Rosalin observó a la chica de ojos azules y cabello negro, sintiendo una extraña mezcla de alivio y envidia. ¿Trataría él a esta mujer con respeto?

"Señora, por favor" volvamos a su cuarto - la chica le pidió, intentando levantarla.

Rosalin hizo una mueca y, sin decir nada, se puso de pie, caminando hacia su desolada habitación. Se sentó en la cama mientras la chica aplicaba un ungüento medicinal.

"¿Cuál es tu nombre?" preguntó Rosalin, mirando a la joven de ojos azules.

La joven se sorprendió y, bajando la cabeza, respondió tímidamente, "Marina, señorita."

Rosalin asintió antes de volver a mirar por la ventana.

" ¿Has visto a mi esposo?" preguntó, como si fuera algo simple.

"No... no, señorita. Solo trabajo en la lavandería; no podría ver al duque" respondió Marina avergonzada.

Rosalin se sintió bien por un momento, pero al siguiente, se vio abrumada por estos sentimientos. ¿Qué estaba pasando? Ella ni siquiera conocía al duque; ¿por qué actuaba así?

" Gracias " dijo al ver sus manos vendadas.

"De nada, señorita" la chica se puso en pie y se retiró, dejando sola a Rosalin.

Poco después, la mujer mayor llegó con una bandeja de comida y el mismo vaso de siempre. Rosalin apretó los dientes al verlo; sospechaba que la bebida contenía un somnífero que la dejaba inconsciente.

"Señorita" la mujer se acercó, ofreciéndole la comida y el vaso.

Rosalin ignoró la comida y le dijo con firmeza: - No quiero comer. Pero tráeme más medicamento.

La mujer, inicialmente angustiada, se iluminó al oír esto y asintió antes de salir apresuradamente.

"Todas ustedes fuera" ordenó a las doncellas que la seguían a todas partes. Había notado que todos aquí la menospreciaban, y estaba harta de sus miradas burlonas.

Rosalin se recostó contra la cabecera, esperando unos minutos hasta ver nuevamente la puerta abrirse. Era la mujer mayor, la esposa del mayordomo y ama de llaves.

Se acercó con el vaso.

" Ya puedes irte " dijo Rosalin, mirando hacia otro lado.

La mujer se sorprendió, ya que siempre esperaba a que Rosalin tomara el líquido. - Señorita, yo tengo que supervisar que... - antes de terminar, Rosalin le lanzó una mirada helada.

"¡Lárgate! " gritó. " Me lo tomaré enseguida"

La mujer asintió y se retiró. Rosalin se levantó, tomó el vaso, y sintió una sonrisa fría surcar su rostro mientras esperaba al hombre.

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