12 edi

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La mención de Emily junto al duque me sacudió como un rayo. Un escalofrío recorrió mi espalda, y mis músculos se tensaron de repente. La habitación pareció girar a mi alrededor, y por un momento, sentí que el suelo se desvanecía bajo mis pies.

"¿El duque y Emily?" repetí, apenas siendo capaz de articular las palabras. El mero pensamiento de esa posibilidad era abrumador. ¿Qué podría haber entre ellos dos? Una mezcla de incredulidad y angustia se apoderó de mí mientras luchaba por procesar la información.

Rosalin sintió cómo su piel palidecía aún más mientras el dolor en su cabeza se intensificaba, como si cada latido fuera un martilleo en su cráneo.

Sus pasos resonaron por el lugar, sin importarle la ausencia de sus zapatos. Corrió hasta el lugar donde siempre encontraba al duque, su despacho, un espacio al que nunca se había atrevido a entrar ni a interrumpir en ningún momento. Pero esta vez era una excepción.

Empujó las puertas con fuerza, y su mano instintivamente se posó sobre sus labios al descubrir la escena ante sus ojos: el duque semi-reclinado en el sofá, con una joven sentada sobre él en una posición comprometedora.

Un jadeo escapó de sus labios al presenciar aquello, y sintió cómo sus piernas temblaban, incapaces de sostenerla. Aunque no lo amaba en el sentido convencional, había comenzado a sentir un respeto hacia él, un respeto que se estaba transformando lentamente en algo más, en un afecto incipiente. Aquello le golpeó directamente en el corazón.

¿Cómo podía haber llegado a esto? ¡Ella era su esposa! Y ahora, ahora estaba con otra mujer.

Rosalin no pudo soportar ver más de esa escena. Echó un último vistazo al rostro del hombre que se giraba hacia ella con los ojos nublados, antes de darse la vuelta y salir corriendo de la habitación.

El duque parpadeó varias veces, tratando de enfocar su visión, mientras alguien cogía su rostro y lo giraba con fuerza. Miró a la mujer que estaba sobre él, sin comprender lo que estaba sucediendo. Parpadeó repetidas veces, tratando de aclarar su mente.

-¿Qué está pasando aquí?- se preguntó para sí mismo, antes de tomar la mano que cubría su rostro y apartarla con brusquedad, haciendo que la chica que estaba encima cayera al suelo. Emitió un quejido y trató de fingir ser una víctima desvalida, lo que solo irritó más al duque, confundido y desconcertado, quien se sentó en el sofá con gesto sombrío.

Entonces, unos pasos resonaron apresuradamente acercándose al despacho. Al abrirse la puerta, el mayordomo se encontró con la escena: su amo semi-desnudo, con la camisa abierta de par en par, mostrando su trabajado cuerpo, y una mujer llorando tirada en el suelo.

El mayordomo pudo intuir lo que había sucedido y, sin decir una palabra, pasó junto a la mujer para entregarle un frasco a su amo, quien no dudó en beberlo al ver al mayordomo.

Solo pasaron unos minutos antes de que el contenido del frasco hiciera efecto.

Los ojos brumosos del duque recuperaron ese brillo siniestro que lo caracterizaba, antes de dirigirse a la joven.

-Mierda- pronunció en voz baja, recordando los ojos llenos de dolor y decepción de Rosalin.

Miró a la mujer antes de agarrarla por el cuello, harto de escucharla sollozar como si fuera una tragedia, lo cual no era.

-¡Tú, maldita perra! ¿Qué crees que estás haciendo? - espetó con voz ronca y profunda.

El mayordomo, a unos pasos de distancia, tembló. Conocía bien a su amo y sabía que solo usaba ese tono cuando estaba realmente enojado, algo que no ocurría con frecuencia, y cuando lo hacía... El mayordomo cerró los ojos al imaginar la cantidad de cuerpos desangrados que pasaban por su mente.

-Yo... Duque, yo te amo- dijo la chica con dificultad para respirar.

-Ja- se burló él. -¿Y qué te hace pensar que yo, el duque, me fijaría en alguien como tú?- dijo, arrojando a la chica al suelo como si fuera un simple trapo.

Ella tosió al recuperar el aliento, antes de mirarlo con resentimiento, pero eso no la detuvo de continuar hablando.

-Soy mejor que esa mujer, soy mucho mejor que ella. Yo sí te amo, no como esa maldita perr...- Sus palabras fueron interrumpidas por una cachetada que le hizo sangrar el labio.

-Si vuelves a tratarla de esa manera, me aseguraré de matar a toda tu familia- dijo él, limpiando su mano manchada de sangre antes de arrojar el pañuelo como si estuviera contaminado.

-¿Por qué?- dijo llorando Emily mientras se cubría el rostro. -Yo hice tanto por ti, cuidé a esa mujer por ti, esperando que algún día me miraras- dijo mientras se secaba las lágrimas.

Lion hizo una mueca al ver eso, qué desagradable. Ahora que lo pensaba, había querido deshacerse de esa doncella hace mucho, pero al ver que trataba bien a Rosi, se resistió. Cada vez que se reunían con Rosalín, veía cómo esta doncella se inclinaba hacia él cuando le servía el té, intentando mostrar su escote. Desafortunadamente para ella, él siempre estaba mirando a Rosalín sin prestarle atención.

Lion suspiró ante eso, su frente comenzaba a fruncirse mientras pensaba en cómo arreglar este malentendido.

-Hice tanto, incluso arreglé tu relación con la señorita- estas palabras atrajeron la atención de Lion, que había estado absorto en sus pensamientos.

-A qué te refieres? - preguntó, interesado en lo que estaba diciendo.

-La señora estaba furiosa esa mañana, no por los chupetones en su cuello o piernas, eso ya era algo normal en ella. Lo que la molestó fue ver cómo su cuerpo dolía y aparecían marcas en su abdomen y pecho- dijo ella, ajustando su vestido.

Idiota, eso es lo que ella pensó al ver a su supuesta señora enojada por eso. ¿Cómo se atrevía a estar enojada porque el duque la tocaba? Era tan ingenua.

-Marcas en su pecho? ¿Y cuerpo adolorido? - repitió el duque mientras sus puños se cerraban con fuerza. - ¿Qué hiciste? - preguntó, inclinándose hacia ella?

Ella sonrió antes de responder.

-Solo pellizqué su cuerpo y dejé la ventana abierta durante la noche. Ella tiene un cuerpo tan débil que una simple ráfaga de viento la debilita. Así que, duque, ¿cómo podría soportar esa mujer tenerlo? Nunca podrá estar con ell...- Las palabras de la doncella fueron cortadas por una daga que hizo correr su último aliento.

Los ojos del duque se encontraron con los de la doncella mientras la sangre brotaba de la delgada línea que había hecho en su cuello. Chasqueó la lengua antes de mirar al mayordomo.

- deshazte del cuerpo- se detuvo por un momento. -Llévalo al jardín norte para que lo destrocen. No merece ser enterrada- dijo, antes de ponerse en pie y pasar junto al cadáver.

Algunos se inclinaron con respeto antes de continuar con sus labores. Eran sirvientes que llevaban más de tres años en el ducado y conocían bien el temperamento de su amo. Para ellos, este gesto no era sorprendente en absoluto.

Lion se sumergió en la bañera, tratando de eliminar la desagradable mancha de sangre de su rostro y cuello. Sentía repulsión al saber quién la había causado.

Respiró profundamente antes de dirigir su mirada hacia un lado, donde yacía un ramo de rosas de color dorado y lila.

¿Ella lo perdonaría?

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