11 editado

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La rutina era cómoda pero también aburrida; habían pasado más de tres meses desde su cumpleaños. Rosalin esperaba algún indicio de la protagonista, pero nada sucedía. El duque estaba ocupado todos los días, y solo podía verlo a la hora de comer, aunque a veces ni siquiera estaba presente.

Se sentía abrumada por la falta de información. Rosalin alisó su vestido de color rosa opaco antes de dirigirse hacia el comedor. Al llegar, vio a un hombre sentado en la cabecera, hojeando unos papeles mientras tomaba una copa.

-Duque, buenos días- lo saludó ella.

-Buenos días, Rosi-respondió él.

Se sentó a su lado como siempre y empezó a comer el desayuno. Esta rutina, al principio incómoda, se había vuelto tan común y monótona que ya no le importaba.

Pero en su cabeza seguían rondando muchas preguntas. Sus cubiertos se detuvieron y miró al duque, quien también se detuvo al verla.

-Duque, quisiera saber qué opina sobre la dama Esmeralda- dijo ella, probando suerte.

-¿Esmeralda?"-repitió Lion, frunciendo el ceño. -¿Te refieres a la chica que nos presentó el príncipe?- preguntó.

-Sí, así es- asintió Rosalin.

-Es interesante- dijo él, antes de volver a levantar su cubierto y comenzar a comer la carne de su plato.

Rosalin quedó pálida al escuchar esto. ¿Interesante? Esa palabra resonó en su cabeza todo el día.

¿A qué se refería con interesante? Quiso arrancarse el cabello al sentir cómo su sien palpitaba mientras esas palabras se repetían una y otra vez. Y, en primer lugar, ¿por qué le importaba tanto?

Ya no recordaba nada más que la novela, y los recuerdos de Rosalin eran como si lo que antes había vivido no tuviera importancia. Ahora, los recuerdos de este cuerpo eran más lúcidos y casi palpables, por decirlo de cierta manera. Ya no recordaba quién era antes, y la verdad es que ya ni le importaba. Ahora era Rosalin, y eso era todo.

También empezó a recordar escenas del supuesto libro, como la muerte de Lion, quien se había envenenado al ver a la protagonista casarse con el príncipe heredero. No soportaba ver esa escena, no podía ver a la mujer que amaba con otro hombre. "Ella era mía, ¿por qué estaba con él? ¿Acaso se había olvidado de mí y me había abandonado? No lo entiendo, ¿por qué tiene que ser tan cruel? Yo le di todo de mí... pero a cambio, no recibo nada".

El duque tomó entre sus manos la taza antes de beber el líquido áspero que pasó rápidamente por su garganta. Sonrió antes de mirar nuevamente el invernáculo, sus ojos color rojo sin vida emitieron un brillo antes de ver con claridad una flor que parecía sobresalir de todas las demás. Su tono dorado con manchas lilas fue lo último que vio antes de soltar una bocanada de sangre y morir.

Rosalin cerró sus ojos al repetir estas líneas en su mente. Eso fue lo último que vivió Lion. ¡Qué muerte tan horrible! No entendía por qué se había obsesionado tanto con la protagonista hasta llegar a ese estado. Suspiró antes de caminar hacia su cuarto.

Miró a cada lado a sus doncellas. Solo eran cuatro en total, pero faltaba una: Emily, la que últimamente causaba dolores de cabeza. Frunció el ceño antes de preguntarle a una de las chicas dónde se encontraba la cuarta doncella. Estas tres se miraron entre sí antes de negar con la cabeza.

Un mal presentimiento se posó en su pecho, pero decidió ignorarlo. Esperó a que terminaran de alistarla para dormir, peinaron su cabello y eligieron un camisón suelto y más grueso para esta época de frío.

Rosalin palmeó su rostro mientras terminaba de aplicar una crema y se levantó para dirigirse a su cama, pero una mujer entró a su cuarto.

-Lisa- pronunció ella, el nombre de su segunda doncella que acababa de salir hace unos minutos.

-Mi señora- dijo la chica con cara pálida y voz agitada. -Se trata... se trata

Rosalin se desesperó ante esto.

-Mi señora- balbuceó, luchando por encontrar las palabras adecuadas. -Se trata... se trata de...

Mis manos comenzaron a temblar, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho. La ansiedad me invadió, dejándome sin aliento mientras esperaba que Lisa completara su frase.

-se trata de elñ duque y emilly

La mención de Emily junto al duque me sacudió como un rayo. Un escalofrío recorrió mi espalda, y mis músculos se tensaron de repente. La habitación pareció girar a mi alrededor, y por un momento, sentí que el suelo se desvanecía bajo mis pies.

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