Capítulo Treinta y seis (II)

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Capítulo Treinta y seis (II): Yo la quería.

Lucas:

Noto que Dione se lleva el café sin azúcar a los labios y pega un sorbo insonoro demasiado largo. Durante todo el camino hasta esta pequeña cafetería en el centro de la ciudad estuvo callada, mirando por la ventanilla.

Nunca quise guardar un secreto tan grande, pero hechos ajenos a mí me hicieron la caja de Pandora de un misterio que no debió estar sobre mis hombros tanto tiempo. Jamás creí que eso saldría de mi boca y menos para narrárselo a la chica de los bonitos ojos azules. No deseaba recurrir a esto, pero Barbie no me dejó otra opción. Por las buenas le dije que dejara en paz a Dione y no me hizo caso, ahora están ambas en igualdad de condiciones para ofenderse.

Ni siquiera tengo una idea de lo que voy a decir o cómo hacerlo porque es demasiado lo que hay oculto aquí. Está claro que omitiré detalles que no la incumben, pero es obvio que algo tendrá que conocer de mi pasado.

Es un secreto a voces.

Siempre puedo decirle que todo fue parte de una broma para que... ¡¿para qué carajos iba a yo a bromear con algo tan serio?! Barbie se está muriendo y, aunque está con tratamiento, el pronóstico de vida de un paciente contagiado que dejó de lado sus síntomas hasta que ya casi estuvo muriendo es complicado. La odio y sé que le deseé la muerte en millones de oportunidades, sin embargo, todo fue de dientes para afuera. Yo jamás quisiera que se fuera de este mundo. Es una soberbia perra, eso no es justificación suficiente para que pase lo que le ocurrió.

«La enfermedad de Barbie es castigo por sus actos».

«Tú no tienes que sentirte culpable de que ella sea una loca sin fundamento».

Mi subconsciente tiene razón.

Traté de amarla lo mejor que sabía, darle lo que esperaba de ella. Supongo que no fue suficiente cuando buscó el cariño en los brazos de alguien más.

De varios más, para ser exacto.

Miro nuevamente a la inocente chica que hay a mi lado la que libera un suspiro cansado al verme analizándola. Necesito romper este mutismo.

─Lucas. ─Me llama mi compañera con el tono bajo─. Puedes comenzar cuando quieras.

Asiento con la cabeza en señal de que lo sé.

Giro mi cuello buscando a ver si alguna parte de esta plaza hallo la fuerza suficiente para iniciar una explicación que es demasiado compleja.

«¡Vamos, amigo, la carga compartida siempre toca a menos!»

─Dione, esto que te voy a contar es más complicado. ─Separo mis labios, dejando salir los términos más certeros─. Barbie y yo tuvimos una relación en el pasado, como imagino hayas escuchado por los pasillos.

─Una idea me hacía ─expone al quedarme un breve segundo en silencio.

Su vista cambió ─cuando no me di cuenta─ de confundida a gélida. Podría enfriar una cerveza en sus ojos. Quizás piense que yo fui quien la contagió, debe darme unos segundos para organizar las ideas. Por más que lo haya pensado en el auto aún me cuesta bastante expresarme.

─Puede que, para ella, en ese momento no fuera la gran cosa, pero para mí, Barbie fue algo más que un ligue de una noche. ─Doy un trago a mi cerveza para bajar la amargura que sale con mi confesión.

Yo la quería.

¡Joder! ¡Yo sentí cosas por esa mujer!

Las chicas viven diciendo que todos los hombres somos unos cerdos que solo las queremos para follar, sin embargo, yo me enamoré perdidamente de Barbie. La llegué a idealizar porque la vi tan indefensa que quería protegerla hasta de sus demonios internos. Solo conseguí volverme durante meses la burla de Black Bridge.

Estrías para tu belleza  [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora