Capítulo Veintinueve:

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Capítulo Veintinueve: El sonido del silencio.

Lucas:

Escucho detrás de la puerta en lo que Dione habla por teléfono.

─Hola, Jairo, te llamo de un móvil de prepago. Por favor contéstame, dame la oportunidad de explicarte lo que leíste. Me cerré la cuenta en Wattpad, te juro que cuando me escuches te darás cuenta de que haces una tormenta de una bobería.

Hace dos días que vengo aquí y está igual.

No sé cómo le voy a decir que ese bastardo de mierda no le va a contestar.

Estuve —hace cuarenta y ocho horas— escondido en el pasillo de la escuela oyendo gritar de la frustración a Jairo Manson. A nadie le gusta que lo llamen tóxico, maldito y otros calificativos que Dione usó para describir a Javier.

Me sentí todopoderoso al ver a ese bastardo llorar mientras su vista andaba por las páginas virtuales. Por una rendija de su habitación lo vi llorar en lo que metía las cosas en una maleta para largarse.

Nos cruzamos en el pasillo, pero no me dijo nada, solo me mostró el dedo del centro. En otra época ese gesto habría sido lo suficiente como para sentirme ofendido, sin embargo, ya había ganado mi batalla y él se estaba yendo. No me iba a sentir tranquilo hasta que lo viera montarse en su auto de una vez por lo que me oculté en la entrada de la escuela lo que duró su tiempo de preparación para partir.

Jairo montó en su auto sin mirar atrás, arrancó para irse para siempre.

Fue en ese instante que la puerta principal de la escuela se abrió y la vi.

Quizás Dione no se dio cuenta de que no llevaba sujetador, ni zapatos y que en la carrera que estaba dando la parte trasera de su pijama se había enrollado dejando ver una fina tela blanca de su ropa interior. El alma se me encogió cuando advertí que pensaba correr hasta alcanzar ese carro y por eso me abalancé a detenerla.

Jamás una mujer adulta se me había abrazado llorando al pecho de la manera desesperada que lo hizo. Fue ahí que me sentí culpable a tal punto que la llevé a su cuarto hasta que mi hermana llegó para ayudarme. Lucrecia estuvo a punto de matarme cuando le conté lo que hice. Su idea fue que no dijera nada hasta que Dione estuviera más tranquila para no darle más motivos para caer en la depresión que tenía cuando lo de sus padres pasó.

Lloró toda la noche sin parar. Ayer fue al pueblo para comprar un móvil de prepago, la hermana Sonia no la quiso dejar ir sola y Frank la acompañó. No hay que ser brillante para suponer que intenta comunicarse con Jairo desde ese minuto.

Esta mañana, mi hermana me dijo que le trajera desayuno a Dione porque casi no está comiendo. Lucre recordó que estuviera vigilante por si entraba al baño a vomitar. Es poco probable que, si lo hace, lo realice delante de mí.

Debo admitir que me cuesta mirarla a la cara con una mentira tan gruesa dicha hace unos días atrás, pero con tal de protegerla la repetiría.

Un vaso de leche blanca sin azúcar no es lo que necesita de primera comida, sin embargo, es lo único que la veo llevándose a la boca con frecuencia, eso y la asquerosa cosa vegana.

Advierto que lanza el móvil de prepago a la cama y se sienta en ella, apoyando sus codos en sus rodillas.

No me hallo para nada feliz de haberla hecho pasar por esto, sin embargo, a la larga será lo mejor. Jairo es un peligro eminente en su vida y no quiero que le hagan más daño del que ya ha recibido.

Con todo el asunto de la tetona Hastings, la admisión que recibí pasó por debajo de la mesa. Así es, hace dos días me llegó la noticia de que había sido captado por Stanley Collen para unirme a su patana.

Estrías para tu belleza  [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora