Capítulo Treinta y siete:

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Capítulo Treinta y siete: Un chico de servicio completo.

Dione:

Si antes pensaba que el mundo en el que estaba metido Lucas era violento ahora me doy cuenta que lo he confirmado. El hombre con el que peló terminó hecho talco en el suelo, hubo que llevárselo cargado mientras Lucas se vanagloriaba de su victoria. Debo confesar que me sentí feliz cuando advertí que iba ganando. No me habría gustado tener que regresar en una ambulancia a la escuela y dar explicaciones.

Lucrecia Hall llegó al poco rato de que Lucas terminara sus flexiones previas a la pelea, con comida en algunos canteros. Ambos hermanos me obligaron a comerme al menos la mitad de la deliciosa paella que cocinó la hermana María.

Nos fuimos temprano porque se lo pedí al chico, de verdad que necesito llegar a mi habitación a meditar con la almohada el hecho de que la chica que me ha odiado durante años; la que me dejó sorda de un oído y la que vuelve mis días un infierno, esté infestada con el virus del SIDA. Sé que no voy a poder hacer nada para quitarle la carga de los hombros ─tampoco merece que lo haga─, pero ahora entiendo muchas cosas. Me trata exactamente como estoy segura que no le gustaría que la trataran por ser diferente.

─Dione, te noto muy callada ─espeta Lucas y puedo sentir como me mira por el espejo del auto.

Lucrecia ─que está a mi lado─ sonríe al oírlo hablar.

─Estoy un poco cansada ─comento bajo.

Me muerdo mis labios para que no se me salgan más palabras de las que deberían porque con Lucrecia delante no me animo. Mis ojos se quedan fijos en la parte afuera de la escuela, llegamos bastante rápido. Mejor, mientras menos hable, menos se me notará lo nerviosa que me quedé por todas las emociones que viví hoy cuando el sol estaba alto.

─Por suerte mañana, con la reunión de profesores, podrán entrar un poco más tarde ─acota a la charla la pelinegra.

Ni siquiera supe que había una reunión del claustro programada para la primera hora. No puedo ausentarme nunca más de la escuela. Que tenga una beca no quiere decir que no me la puedan quitar si notan mi desinterés y de última hora no puedo pedirle a mi padre que me resuelva una plaza en cualquier escuela.

─Mejor, aunque yo tengo que hacer el entrenamiento del batallón de la semana, así que igual me voy a tener que levantar temprano ─dice Lucas con tanta pesadumbre que duele.

A los chicos de la academia les exigen más que a nosotras por la parte militar.

Alzo mis ojos en dirección al espejo retrovisor y diviso que él está fijo en el camino. No se puede negar que es un muchacho bastante agraciado. No es de sorprender que millones de chicas se bajen las bragas con verlo.

El auto frenó a la entrada de la escuela hace minutos. Ya deben ser más de las 22:00 porque todo está apagado. Es mejor que la hermana Sonia no me vea llegar con ellos o comenzarán las preguntas.

─Yo te acompaño a tu habitación, Dione ─suelta Lucas en el justo minuto en el que iba a decirle que me iba sola.
No voy a negarme porque en cualquiera de los pasillos puede estar Barbie esperándome. Hoy no terminó de darme los golpes que tenía planificados. Yo lo último que necesito es irme a dormir con mis costillas apolismadas por alguno de sus caros zapatos.

Asiento con la cabeza a lo que más bien sonó como una orden. No pienso demorarlo más, abro la puerta del auto despidiéndome con la mano de Lu. Su hermano me sigue a una velocidad promedia en lo que bordeo el vehículo con el fin de entrar a la escuela.

Me posiciono junto al chico de los cabellos negros que me regala una sonrisa. Es increíble que ande tan derecho cuando uno de los golpes que aquel animal le propinó fue en un costado. Yo, por menos de eso, ya estaría en la enfermería. Mi madre va a tener razón al decir que soy una floja.

Estrías para tu belleza  [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora