Capítulo cuarenta y siete: La ducha.
Dione:
─Bebe esto, Lu ─dice Frank mientras le tiende una botella de agua a su novia.
Lo cierto es que a mí también me haría falta una, aunque creo que mejor me asentaría sería una botella de anís para pasar el mal rato que acabo de vivir. Puse de lado todas mis dudas sobre lo que salió de la boca de Lucas cuando tenía sometido al sargento a una presión violenta, en el justo instante en que ambos comenzaron a pelear como adolescentes. Frank se encargó de aguantar a mi amigo, pero este solo se calmó cuando yo me puse delante.
Vi en sus ojos tanto dolor que le di un abrazo. El sargento Harrison le abrió la ceja de un golpe, eso dejará una marca fea. Lo peor es que sé que lo que pasó fue por mi culpa, yo como de costumbre, provocando riñas entre personas que pudieran ser familia. De hecho, lo son.
Me cuesta asimilar las palabras de mi amigo, sobre todo después de que me abrazó con cada una de las fibras de su piel. Lo sentí aspirar en mi cuello, llorar sobre mi hombro y ponerse de rodillas delante de mi alma. Lo más inteligente que se me ocurrió fue comentarle que no sabía nada, que esperaría a que me tuviera confianza.
El padre Felipe llegó a los pocos minutos a la riña. Me disculpé con él porque últimamente soy el centro de las peleas de este colegio, por suerte él me comentó que esto pasaba con demasiada frecuencia, que fuera con Lucrecia ─la que se había sentado en una esquina del pasillo a llorar─ en lo que Frank y él calmaban al hombre que tantas veces me impartió Educación física.
Me cuesta pensar que un hombre tan recto como Harrison fuera capaz de permitir que su hijo tuviera que robar para darle de comer a su otra hija, o que acepte que él participe en peleas callejeras. ¡¿Qué clase de sujeto es al que le rendí respeto durante años?!
Frank dejó al cura con el instructor y ayudó a Lucrecia a salir del agujero en el que estaba. Se les veía muy afectados a ambos. Ella temblaba con tanta fuerza que me resultó fácil imaginarla en su infancia en medio de disputas como estas. Sé de sobra que el de la mirada furiosa no se controla cuando sus puños gritan. Frank aseguraba a su esposa que nada pasaría, que todo iría bien, le sobaba el cabello mientras besaba su nuca, en ese momento me sentí sobrando por lo que quise ir a buscar a Lucas.
Intenté irme de puntitas, sin hacer el menor de los sonidos e ignorando la mancha de sangre que dejó el sargento en el suelo cuando mi amigo lo hizo ─literalmente─ comerse el polvo de la escuela. No metía en eso de que tiene su misma preparación militar. Lu me pidió que fuera con ella al comedor, que correría con la responsabilidad, pero que me contaría la verdad para ver si de esa forma evitaba más conflictos.
Caminamos en silencio, ella pegada a su esposo y yo detrás con la cabeza gacha. Me siento culpable del conflicto, sé que si no hubiese evitado a Lucas nada habría sucedió, pero él no comprende lo difícil que es para mí tener sentimientos en el pecho que no puedo explicar. Si aún estoy procesando que me haya dicho que me quiere. Porque yo se lo escuché, esa palabra querer salió de su boca propulsada directamente a alimentar el bum de mi corazón.
Mi cuerpo está presente, sin embargo, mis pensamientos se topan allá donde esté Lucas. Quiero tanto explicarle lo que me pasa, decirle que no es su culpa que intente irme lejos de su presencia. No es la más óptima oportunidad para intentarlo, luego lo buscaré.
Lucrecia se toma todo el vaso de agua de un golpe y lo apoya en la mesa conteniendo las ganas de llorar.
─Si te cuento esto no es para que después vayas a decirle a mi hermano que te duele todo lo que pasó ─comienza a explicar ella. Logan pasa su mano por encima del mantel a cuadros para sujetarle las suyas─. Estoy enojada contigo, no sé por qué intentas alejarte de Lucas, que solo quiso librarte de Jairo.
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Estrías para tu belleza [✓]
Novela Juvenil|Historia +18| «Entre dos chicos peligrosos, ¿a cuál debería creerle?». Cuando te pasas la vida oyendo a los demás decirte, gordita, vaca, obesa y otros calificativos, estos poco a poco van desplazando a tu nombre. Ya no eres tú, eres tu peso. ©Esta...