Capítulo Cuarenta y dos:

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Capítulo cuarenta y dos: Estrías para tu belleza.

Dione:

Jamás me voy a volver receptiva con las burlas. Pueden pasar muchos años que para mí siempre van a causar el mismo efecto desbastador que el primer día. Con Lucas de mi lado pensé que eso se había detenido porque lleva tres semanas asistiendo a muchas de mis clases gracias a un reajuste del calendario escolar. Él se sentaba a mi lado y me pedía que, si se quedaba dormido durante las materias, lo despertara. Hice muy bien mi trabajo, aunque a veces dijera tacos o me enojara con él por su poca habilidad para prestar atención, pero al final lo comprendía. Hemos pasado de ser solo conocidos a estar hablando con mucha frecuencia.

Debo reconocer que de las pocas personas que han conformado mi mundo, el Hall ha sido de los más divertidos. Lucrecia siempre está presente mientras estamos fuera de mi habitación. Es hilarante ver a Lucas celoso cuando Frank le da una nalgada a su esposa o le dice que es perfecta. Un día le pregunté al mayor de los Hall por qué sentía tanto recelo por su hermana.

Creo que fue una de las interrogantes más brillantes que realicé alguna vez.

Lucas me contó que, cuando su madre murió, lo único que le quedó fue su hermana y que siempre la protegió de todos aquellos que intentaron hacerle daño. En el tiempo en el que vivieron en el orfanato estaban solos contra el mundo, él dejaba de comer para dárselo a ella y la enseñó a desconfiar incluso de lo que se llevaba a la boca. Por eso fue chocante cuando descubrió que su hermana y su mejor amigo tenían una aventura. Me juró que jamás pegó a Frank, pero que estuvo durante meses enojado con él porque tenía miedo de que pudiera romper el corazón de Lucre.

A todas esas se me ocurrió hacer algo que me marcó el alma.

Le propuse que buscara a su padre.

Lucas solo me sonrió y, por primera vez en toda mi maldita vida, hizo algo que hasta hoy lo pienso y el corazón se me acelera tanto que debo llevar ambas manos a mi pecho: Lucas me dio un beso en la frente mientras me pedía que no mencionara a ese bastardo. Ningún hombre me había besado ahí antes, ahora puedo decir que he vivido una experiencia íntima porque me sentí como si ─por un momento─ nadie pudiera lastimarme. No sé qué pasa, pero cuando él está cerca siento un aura de calma que no me pasaba con Jairo.

Jairo...

Por un momento dejó de ser mi pensamiento más presente, no lo veo en mis sueños y puedo decir que el alma se me ha ido curando, sin embargo, es cuestión de mentar su nombre una sola vez para que esa convulsión de llanto se anide en mi piel.

Avanzo por el pasillo de la escuela con mis audífonos al máximo, pero ni eso puede evitar que sienta las burlas de Barbie acerca de mi cuerpo. Desearía ser sorda del otro oído también. Bajo la cabeza resignándome a que va a seguirme hasta que me dé la paliza que no me dio aquel día en el baño y que me dejará en paz.

─¿No te da asco que todos te vean? ¿Por qué no te mueres? ─inquiere mi acosadora personal─. ¡Con todas las estrías que debes tener, ningún hombre querrá tocarte ni con un palo! ¡Das asco, Dione Hastings!

Ella tiene razón. Mi cuerpo parece un pergamino lleno de líneas asquerosas. Uno no se muere cuando deja de respirar, lo hace cuando deja de ser feliz y ya yo me olvidé lo que es eso; si es que lo viví en algún momento. Esto no puede ser todo el universo, cuando pierda este peso repugnante que ahora se me desborda la gente me verá como a una chica normal que tiene buenos sentimientos. Yo no soy una mala persona ni me regodeo con el mal ajeno. Tengo sentimientos.

Doblo en una de las esquinas que está próxima al área de máxima seguridad. Si consigo llegar a mi pieza ella tendrá que dejar de molestarme, me queda una clase nada más y luego podré refugiarme en mi mundo sin que nadie me vea.

Estrías para tu belleza  [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora