Capitulo 32

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Camila le mantuvo la mirada, impávida, tratando de darle un significado lógico a lo que él acababa de decir. Era evidente que le estaba tomando el pelo, pero el tiempo pasaba y él no decía nada para delatar su jugarreta. Por el contrario, se había quedado frente a ella, esperando tranquilamente por una respuesta, al igual que si le hubiese dicho algo tan sencillo como querer un helado.

Finalmente una risa nerviosa se escapó de los labios de la pelirroja, los cuales se apresuró a cubrir con la mano, pero eso no logró que dejara de reír. No sabía de dónde venía aquello, pues el humor estaba muy lejos de ser algo que sintiera en ese momento.

Bautista, por su parte, al verla se contagió con sus suaves carcajadas, tan jovial como siempre y Camila sintió como el corazón le daba un vuelco, pues habían pocas cosas en la vida que le dieran más satisfacción que ver a ese hombre sonreír.

-Espero que sea una broma- dijo Camila finalmente, aún con humor en la voz.

-Para nada- respondió sonriente- Estoy hablando muy en serio. Quiero que nos casemos.

Entonces la risa histérica desapareció, solo para dar paso a la estupefacción. No podía ser verdad, Bautista no podía querer eso, ¿por qué lo haría? si lo que había hecho era suficiente para que él no quisiera verla nunca más. No había explicación para que él quisiera unir su vida a ella después de lo que ocurrió.

-Me encantaría sacarte una foto en este momento, tu rostro es un verdadero poema- se burló Bautista.

-¿Qué es lo que pretendes?- preguntó
Camila con el ceño fruncido- ¿Viniste hasta acá solo para burlarte de mi? ¿Es una especie de castigo por lo que te hice?

Bautista no respondió de inmediato, se quedó mirando aquellos ojos que siempre lo habían cautivado, pero que ahora no podía dejar de ver sin recordar todo lo que ella había sido capaz de hacer.

Aún tomando eso en cuenta, su traicionero corazón hacía la vista gorda, pues desde que la vio sintió unas enormes ganas de estrecharla entre sus brazos, embriagarse su delicioso aroma y besarla en los labios, más ahora que la tenía tan cerca de él.

Pero debía ser fuerte, se repetía una y otra vez, Camila era como un espejismo, no era la tierna y amorosa mujer que había aparentado ser por tantos años, menos la novia perfecta con la que vivió por 4 meses. Camila era una egoísta, que sin importar los sentimientos de los demás, hacía a su voluntad.

-¿Si así fuera, no crees que estoy en mi derecho?- respondió él finalmente, ya con menos humor que antes.

-Ahí está- dijo ella, como si hubiese descubierto algo que llevaba buscando por un buen rato- ¿Por qué no te sacas toda la rabia que tienes ahí, me insultas un rato y te vas? Creo que va a ser lo mejor para los dos.

-Puede ser, pero me niego a hacer algo así. Primero, porque nunca te insultaria, aunque hayas hecho lo que hiciste. Segundo, porque me parece una vía un poco fácil y con falta de escarmiento. Y tercero, porque ya te dije a lo que había venido y no me voy a ir hasta que lo haya resuelto.

-Entonces, tienes un problema, porque no me voy a casar contigo.

-Te equivocas, preciosa. La que tiene un problema eres tú y te voy a explicar por qué- se giró sobre sus talones y se sentó nuevamente. Luego hizo un gesto con la mano para que ella lo hiciera también- Por favor.

Camila rodó los ojos con fastidio e impaciencia y luego hizo lo que él le pedía, solo con la esperanza de que cuanto antes terminara de hablar, más pronto se iría de su casa. Obviamente no importaban las razones que le diera, pensó, no iba a acceder al disparate que le había propuesto.

-No te imaginas lo confundido que quedé luego de tu confesión. En mi mente tú eras la única mujer que yo había amado en la vida y, como tal, me negaba a creer que hubieses sido capaz de hacer algo como lo que hiciste- bufó, irónico- Lograste tan bien tu papel, que necesité recordarlo todo, tal y como era, para finalmente convencerme de que sí me habías engañado de esa forma tan vil. Y no solo a mi, sino que a Lu también.

Mientras hablaba, no había despegado ni por un momento los ojos del rostro de Canila.

Supo cuánto dolor le causaba lo que le estaba diciendo y cómo estaba luchando con las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Se sentía un patán de lo peor y odiaba hacerla sentir tan mal. Pero tenía tanta rabia como amor por ella dentro de sí y esa ambivalencia en su interior, la cual no estaría ahí de no ser por sus artimañas, lo hacían querer seguir adelante con esto.

-No conforme con el golpe que fue darme cuenta que mi mejor amiga tenía un lado tan oscuro, por decir poco, me enteré de que perdí a mi verdadera novia sin siquiera saberlo, ni poder hacer algo por recuperarla- en ese momento, Camila levantó el rostro para mirarlo.

-¿De qué hablas?

-Claro, tú no lo sabes- dijo apretando los labios, como si cayera en cuenta- Lu se enamoró de otro hombre allá en París, un tal Felipe. Incluso vino con ella cuando pasó todo.








Continuará....

Entre Ella o YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora