Capitulo 46

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Eran las once de la mañana cuando Micki entró en la oficina de Camila con un enorme y precioso ramo de rosas rojas, contenidas en un jarrón de cristal.
 
-Acaban de llegar para ti- anunció la morena, con los ojos brillantes de la emoción.
 
Frunciendo el ceño y con una sonrisa ladeada producto de la sorpresa, Camila se levantó de la silla y rodeó su escritorio para ver el regalo con más atención. Se deleitó con la perfección de cada flor y con el fragante aroma que dejaron flotando en su oficina.
 
-¡Ve quién te las envía!- la animó Micki, señalando con la barbilla la delicada tarjeta blanca que contrastaba con el rojo de las rosas. Camila rió ante la impaciencia de su amiga y siguió su consejo.
 
Gracias por una noche inolvidable.
 
B.
 
Era el mensaje contenido en el papel, el cual vibraba producto del temblor en sus propias manos. Volvió a ver a Micki, apenas pudiendo contener la sonrisa embobada que comenzaba a formarse en sus labios, mientras que la secretaria la miraba inquieta por saber quién había tenido tal detalle con ella.
 
-Son de Bautista- informó la pelirroja, aun sin poderlo creer.
 
-¡No inventes!- chilló Micki, con los ojos muy abiertos. Luego rió encantada- Está loquito por ti.
 
-No digas tonterías, Micki- murmuró mirando las flores con cierta nostalgia- Son solo un regalo sin importancia.
 
-¡Camila, por Dios!- reclamó, mostrándose exasperada- Nadie envía rosas así por algo sin importancia, menos un hombre como Bautista.
 
Ambas escucharon el sonido del teléfono en el escritorio de Micki, pero la morena decidió ignorarlo.
 
-¿Por qué te niegas a aceptar que él te quiere?- preguntó la secretaria.
 
-Teléfono- indicó Camila con el dedo. Micki volteó la cabeza a su escritorio y rápidamente miró a su amiga otra vez.
 
-Si, si. Evita la pregunta todo lo que quieras, pero sabes que tengo razón.

Dicho aquello, abandonó la oficina, cerrando la puerta tras de sí.
 
Camila volvió a tomar asiento detrás de su escritorio, aún con la tarjeta entre las manos. Se reclinó en la cómoda silla de cuero negra y leyó, una y otra vez, las palabras que ahí se plasmaban, reconociendo la informal letra de Bautista.
 
Sonrió enamorada ante la dedicatoria, y también por el recuerdo de la noche anterior.
 
El evento de Sofía había durado un par de horas, pero luego de que Lorenzza revelara el origen de su anillo de compromiso, Camila no fue capaz de enterarse de las cosas que ocurrieron en aquel vestidor. Conversó con cada una de las mujeres que ahí estaban, pero como si fuera una autómata, pues solo podía pensar en las palabras de la abuela de su esposo y en lo que pudo haber cruzado por la cabeza de él cuando decidió darle un regalo tan especial a ella, quien ciertamente no se lo merecía luego de todo lo que había hecho.
 
Cuando Alexandra la dejó en su edificio, aún era un torbellino de dudas sin resolver y conjeturas inconclusas.

Sin embargo, cuando atravesó el umbral de la puerta de su departamento y vio a Bautista sentado en el sofá de la sala, vestido con un pantalón deportivo y una camiseta vieja de algodón, todas sus preocupaciones e incertidumbres callaron.

Era como si al verlo se anclara a él, pues le costaba divagar en otros horizontes en los que el hombre que amaba no estuviera.
 
Bautista había desviado su atención del televisor para verla a los ojos, luego le regaló una cálida sonrisa, la cual logró que le temblaran las piernas, y le preguntó cómo se la había pasado, quizás también le había preguntado si quería comer algo o si estaba bien, la verdad es que no lo recordaba, solo fue consciente de deshacerse de sus zapatos y después caminar hasta donde él estaba.
 
Se sentó a horcajadas sobre él, bajo su mirada expectante y le puso una mano sobre la mejilla, al tiempo que la acariciaba y se embelesaba con lo guapo que era. Miró sus pelo alborotado y su frente, la cual ya comenzaba a marcarse con unas finas líneas de expresión, luego se deleito con sus cautivantes ojos color celestes, en los que solía perderse sin mucho esfuerzo. Bajó por su recta nariz hasta sus labios, aquellos que siempre le habían parecido perfectos y que a menudo, alojaban esas sonrisas que la venían enamorando desde que tenía 15 años.

Amaba a Bautista desde el momento en que lo vio y le costaba imaginar un futuro en el que no lo hiciera. Ese amor era su principio y su final.
 
Finalmente, descendió su rostro buscando los labios de aquel hombre que la tenía constantemente entre el cielo y el infierno. Y cuando los encontró, lo besó con tanto fervor que casi sentía el fuego consumiéndose entre los dos.
 
El resto fue historia. Se entregaron con tanto ahínco el uno al otro, que hasta fueron capaces de sentir cómo sus corazones se rozaban en cada caricia y en cada beso que se concedían. Hicieron el amor por horas, sin ninguna prisa, solo disfrutando el momento sublime que se regalaban mutuamente al estar ahí sin ninguna barrera entre ellos. Desnudos no solo en cuerpo, sino también en alma.
 
Camila levantó el teléfono, azorada ante los recuerdos de la magnífica noche que había pasado junto a Bautista y digitó los números que la llevarían a comunicarse directamente a la oficina de él.
 
-Arce- contestó el hombre con voz ejecutiva y al escucharlo sintió cómo se le erizaban los vellos.
 
-Gracias por las rosas- murmuró sonriente y sonrojada, agradeciendo que él no pudiera verla.

-¿Te gustaron?- preguntó, esta vez con una voz más suave y cálida.
 
-Mucho.
 
-Me alegro.
 
-Bueno, solo era eso- dijo luego de un breve silencio en el que no supo qué más decir- No quiero molestarte, seguro tienes muchas cosas que hacer. Nos vemos en casa.
 
-¡Camila!- la llamó, antes de que ella terminara la llamada.
 
-¿Si?
 
Esperó a que Bautista dijera algo, pero ningún sonido se escuchaba al otro lado. Incluso llegó a pensar que la comunicación se había cortado, si no fuera porque al cabo de un rato lo escuchó respirar profundamente, casi con frustración.
 
-Nada, olvídalo... Nos vemos más tarde.

Dejó el auricular con el ceño fruncido y la incertidumbre a flor de piel, preguntándose qué habría sido lo que Bautista se restó de decirle.
 
Finalmente terminó por dejarlo, pues aún tenía muchas cosas por hacer y obligaciones que cumplir. Aunque continuó el resto del día como si estuviera en una nube, pensando constantemente en Bautista y en lo peligrosamente gratificante que se estaba volviendo su relación.
 
¿Sería posible que el rencor y el despecho que sentía por ella se estuvieran diluyendo y que gracias a eso estuviera emergiendo el cariño?

Si así era, ¿qué tipo de cariño era aquel?, ¿acaso volvería a verla como una hermana, o la pasión que sentía era tanta, que podría lograr que la viera como una compañera de vida? ¿era esa pasión suficiente para mantener un matrimonio? ¿Dónde quedaba Luisana en todo esto y todo lo que Bautista sentía por ella?

Dudas, tantas dudas la atormentaban.

Las cuales, sumadas a los recuerdos de la noche anterior, no le permitieron concentrarse en su trabajo al 100%.







Continuará.....
 

Entre Ella o YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora