Capitulo 43

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Bautista vio a la rubia reír a través de la pantalla y no pudo evitar contagiarse con su suave carcajada. En ese momento, escuchó a Camila abrir la puerta de entrada al departamento, por lo que se enderezó en la silla y se acercó al monitor.
 
-Tengo que dejarte, Camila llegó a casa.
 
-Ok, ¿hablamos mañana?- dijo ella.
 
-Cuenta con eso, adiós.
 
Presionó el botón para terminar la video llamada y cerró su laptop. Se levantó con los pies descalzos y salió de la habitación que habían dispuesto como despacho, para que cualquiera de los dos pudiera utilizarla cuando quisieran trabajar.
 
Cuando llegó a la sala y vio a Camila, su corazón comenzó a latir acelerado, como cada tarde, al volverla a ver luego de una larga jornada de trabajo.

Desde ahí, y gracias al concepto abierto del departamento, podía ver a la pelirroja moverse por la cocina, vestía una blusa lila sobre la cual descansaba una falda tubo color negra, la cual se pegaba a su cuerpo desde la cintura hasta las pantorrillas, dándole un look ejecutivo formal, pero a la vez muy sexy. Tenía el pelo en un moño improvisado, el cual dependía de un lápiz en lo alto de su cabeza y sus zapatos de tacón ya no enfundaban sus pies, pues como siempre, se los había sacado nada más entrar.
 
Se acercó sigilosamente y cuando estuvo lo suficientemente cerca la abrazó por la cintura y depositó un beso en su mejilla.
 
-Hola- la saludo, sin soltarla, dejando descansar su mentón en la curva del cuello de ella.
 
-Hola- respondió Camila con una sonrisa, girando el rostro para poder verlo.
 
-¿Qué tal estuvo tu día?
 
-Mucho trabajo y reuniones innecesarias que podrían haber sido un simple mail- respondió jocosa. Bautista rió y la volteó entre sus brazos- ¿Y el tuyo?
 
-No me quejo - se encogió de hombros. Ambos guardaron silencio mientras se miraban a los ojos, Bautista llevó una de sus manos al cabello de Camila y le quitó el lápiz que sostenía su cabello, logrando que este cayera en largas ondas desenfadadas por sus hombros.

Los acarició con absoluta devoción por un instante y luego acercó sus labios a los de ella, para besarla.
 
Camila sintió como se perdía en esa cálida bienvenida, la cual no era distinta a las muchas otras que había recibido, pensando que no le sería difícil acostumbrarse a vivir así para siempre. Pero pronto se frenó en aquel curso, primero porque acostumbrarse era lo opuesto a lo que debía hacer, pues no debía olvidar, por ningún motivo, que esto era algo temporal, al igual que cuando lo estaba engañando. Segundo, porque por alguna parte del departamento, debía de andar un travieso polizón, el cual Bautista no tardaría en...
 
-¿¡Qué es eso!?- preguntó Bautista, cuando se apartó bruscamente de su mujer, al sentir una peluda presencia entre sus pies descalzos.
 
La pelirroja dio un paso hacia atrás, conteniendo la risa que le provocó la reacción de Bautista. Se agachó y tomó al cachorro entre sus brazos.

-Es un perrito- le explicó inocente, limitándose a responder la pregunta.
 
-Ya sé que es un perro, Camila. Pero ¿qué hace aquí?- dijo cruzándose de brazos, mirándola seriamente.
 
-Fran me pidió que lo cuidáramos por unas semanas, no pude negarme- le puso al pequeño peludo contra el pecho, obligándolo a tomarlo. El cachorro alzó la cabeza y le langüeteó la mandíbula- ¡Mira, le gustas!
 
-Ya, ya- le dijo al can, dándole unas palmaditas en la cabeza para que se quedara quieto. Lo miró con una ceja levantada y no pudo evitar reírse al ver el entusiasmo de él al mover la cola. Caminó con el cachorro entre los brazos hasta la sala, sintiendo a Camila caminar detrás de él. Se sentó en el amplio sofá y suspiró- No sé si es tan buena idea.
 
-Por favor, es solo por un tiempo corto- le pidió con ojos suplicantes, luego de sentarse a su lado.

Bautista volvió a reír por el casi puchero que su mujer estaba formando con los labios.
 
-Te vas a encariñar con él, Camila- sentenció, pues conocía a la pelirroja mejor que a nadie.
 
-¡Para nada!- se acomodó en el sofá, poniéndose de rodillas en él- Mira, voy a buscar una guardería para perros, para que esté ahí mientras trabajamos y solo lo veremos por las noches. No estaremos tanto con él como para encariñarnos.
 
Bautista no dijo nada, la respuesta la obtuvo al verla acariciar al cachorro y luego jugar con él, al punto de casi arrebatárselo de los brazos para tenerlo entre los de ella. 
 
-¿Si se puede quedar?- le preguntó Camila.
 
Vio en los ojos de su esposa tanta ilusión, que ahora el que no se pudo negar fue él. Hace mucho tiempo que no veía a Camila tan genuinamente feliz y si él podía de alguna forma ayudar a que se mantuviera así, no tendría reparos en hacerlo. Más aún considerando los malos ratos que le había hecho pasar.
 
-Está bien- concedió sonriente. Camila aplaudió feliz y luego de dejar con mucho cuidado al perro en el suelo, se lanzó a los brazos de Bautista, para besarlo en los labios.
 
Por un segundo, fue como si nada hubiese cambiado entre los dos luego de esos maravillosos cuatro meses que pasaron juntos como pareja y el calor que sintieron en el corazón fue tan regocijante, que se mantuvieron así un rato más, sin decir ninguna palabra que pudiera arruinar el momento.
 
Dos horas después, Bautista despertó por algún ruido estruendoso de la televisión. Entornó los ojos para adaptarse a la luz que esta emitía y bajó la vista para verse a sí mismo y a su mujer.
 
Ambos se habían quedado dormidos viendo un programa en la televisión, luego de cenar juntos. Él estaba sentado en el sillón y Camila estaba acostada a su lado, con la cabeza descansando pasivamente en su regazo, el cachorro también estaba dormido, acurrucado junto a la barriga de su esposa y ella lo abrazaba con una mano.
 
A lo lejos, vio como su celular vibraba frenético en la mesa de la cocina, reclamando ser atendido. Con mucho cuidado tomó la cabeza de Camila y la elevó hasta que pudo poner un cojín para reemplazar su propio muslo. Al terminar la misión, la pelirroja no se dio por enterada, solo se acurrucó un poco más y continuó con su sueño. <<Como un tronco>> se dijo a sí mismo, respecto a la forma de dormir de su mujer, pues hacía falta muchísimo esfuerzo para que ella se despertara. 
 
Con paso decidido se acercó hasta su teléfono y lo contestó con el ceño fruncido al darse cuenta de que eran las once de la noche.
 
-¿Diga?
 
-¡Bautista! ¡Al fin te encuentro, hombre!
 
-Hola, Fede- saludó con sorpresa a su abogado- ¿Quedamos en hablar hoy?
 
-Claro, hoy se cumple un mes de tu matrimonio y me dijiste que cuando eso pasara, comenzaríamos los trámites de divorcio. Solo quiero confirmar la información, para comenzar con ello mañana mismo.
 
Bautista se volteó para ver a Camila dormida sobre el sofá con el cachorro a su lado, totalmente ajena a la conversación que tenía.

Descubrió entonces las enormes ganas que sentía de colgar el teléfono e ir a acurrucarse con ellos, pues le costaba imaginar alguna otra cosa que le diera el mismo nivel de felicidad. Camila era su familia, siempre lo había sido y ahora se les había sumado un nuevo integrante, pues dudaba mucho que ella dejara partir al cachorro.

Ahora había un documento que avalaba el cálido sentimiento que se alojaba en su pecho cada vez que la veía entrar por la puerta, cuando llegaba tarde del trabajo, o cuando era ella la que lo esperaba en la sala con su ropa deportiva, dispuesta a hacerlo olvidar el agotador día que había pasado. Camila era su hogar y no la dejaría ir tan fácilmente.
 
-Olvida lo que te dije, no quiero divorciarme.







Continuará....
 
 
 
 
 
 
 

Entre Ella o YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora