Capitulo 40

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Despertó gracias al exquisito olor del café recién hecho, del pan aún caliente y la fruta fresca. Renuente a levantar sus párpados, pasó ambas manos por su rostro y luego estiró los brazos hasta que estos chocaron con el respaldo de la cama.

Abrió los ojos de golpe, pues aquello la sorprendió. No recordaba haberse dormido en esa posición, menos estar debajo de las cobijas. Por el contrario, se dijo, anoche se había dormido sobre el edredón, desnuda y rendida ante su propia tristeza, al darse cuenta de lo tonta que había sido al caer en la tentación de hacer el amor con su esposo.
 
Se incorporó, apoyando los antebrazos en el colchón para mirar la habitación y descubrió que el olor que la había despertado provenía de la mesita de noche a su lado, donde descansaba un gran desayuno, acompañado de una rosa roja.
 
-Buenos días- la saludó Bautista con una sonrisa en los labios, quien entraba a la habitación desde el balcón.
 
Desvió la vista hacia él. Se veía fresco, probablemente debido a una ducha reciente, su pelo color miel aún estaba húmedo y peinado despreocupadamente hacia atrás, pero las rebeldes ondas ya comenzaban a formarse, logrando que de a poco comenzara a tomar esa apariencia alborotada que tenía siempre. Sencillamente vestido, con una camiseta azul haciendo juego con sus ojos y unas bermudas café claro, estaba para comérselo, pensó Camila inmediatamente. Pero con rapidez trató de apartar aquellos pensamientos, al recordar lo que le había hecho anoche.
 
-¿Qué haces aquí?- preguntó cortante, al tiempo que tiraba de la inmaculada sábana blanca para cubrir su cuerpo desnudo y así sentarse en el borde.
 
Bautista se acercó a los pies de la cama y se cruzó de brazos, entornando los ojos.
 
-¿Cómo que qué hago aquí?. Pensé que, después de lo de anoche, era evidente que ya no dormiríamos en habitaciones separadas...
 
Camila se levantó, enrollando la sábana alrededor de su cuerpo, impulsada por la rabia que sintió al escuchar las despreocupadas palabras del hombre que ayer la había dejado abandonada, luego de saciar su deseo con ella.

Estaba tan enojada con él que los nudillos se le ponían blancos al sujetar la tela.

-¿¡Anoche!?- bramó ella con incredulidad. Luego bufó irónica, al tiempo que negaba con la cabeza- ¿Y llegaste a esa conclusión antes o después de dejarme aquí sola, como si yo fuera una puta barata?
 
La pelirroja alcanzó a ver un destello de diversión en los ojos de él y eso encendió aún más su furia.
 
-Camila...
 
-¡Nada!- lo interrumpió y se acercó a él para darle un golpe en el pecho- ¡Eres un idiota!- lo golpeó de nuevo- Te lo dije en la casa de mis padres y te lo repito, si crees que puedes tratarme como si yo fuera una cualquiera, estás muy equivocado, Bautista.
 
Lo iba a golpear de nuevo, pero él le sujetó la muñeca con fuerza, aproximándola aún más a su cuerpo y aprovechando aquello para rodearle la cintura con el brazo que tenía libre.

-¡Ya basta!- ordenó Bautista alzando la voz. Por un minuto permanecieron en silencio, mirándose fijamente a los ojos- Déjame hablar, por Dios.
 
-¡Suéltame!- dijo ella, removiéndose entre los brazos de él hasta lograr su objetivo. Luego dio un paso hacia atrás, por pura precaución. Bautista suspiró y pasó una mano por su pelo, en gesto desesperado.
 
-Te dejé porque tenía que atender una llamada. Luego fui por mis cosas a mi habitación y cuando regresé ya estabas dormida- suspiró- Seguro no te acuerdas porque duermes como tronco, pero te arropé y hasta dormí contigo.
 
Camila le dio la espalda, para que él no pudiera ver la confusión en sus ojos. Aún estaba muy molesta y no sabía si creer lo que le decía. Echó rápidamente una mirada a la habitación y pudo comprobar que ahora la maleta de él estaba ahí, al igual que su ropa, la cual se veía colgada junto a la suya en el closet.
 
Caminó hasta una silla, en la que reposaba su bata de seda negra. Se la puso aún con la sábana alrededor del cuerpo y cuando estuvo segura de que la prenda le cubría la espalda y el trasero, tiró de la tela blanca hasta que cayó al suelo, luego se cruzó la bata y anudó el lazo a su cintura.

Sabía que era ilógico tomar tantas precauciones para que Bautista no viera su cuerpo, sobretodo tomando en cuenta todas las veces que habían tenido relaciones, pero lo cierto era que no se sentía del todo cómoda con ello ahora. Menos aún cuando estaban en medio de una discusión.
 
-¿Vas a voltear a mirarme o tengo que ir yo a hacerlo por ti?- preguntó Bautista.
 
La arrogancia en su voz fue la que la hizo enfrentarlo. Se giró con los brazos en jarras, pero no se movió de donde estaba.

Anoche había aprendido que lo mejor entre los dos era poner distancia, pues, independiente de lo disímiles que eran los sentimientos que tuvieran el uno por el otro, era innegable que había una atracción sexual capaz de consumirlos sin tomar en cuenta el contexto.
 
-¡Vete al infierno!- gritó la pelirroja, antes de volver a darle la espalda para dirigirse al baño.
 
Bautista la alcanzó en tres zancadas, antes de que pudiera llegar a su destino. La tomó del brazo y la giró, nuevamente le rodeó la cintura con los brazos para acercarla más a él. Y aunque ella puso toda la resistencia que pudo, no logró evitar el contacto del duro pecho de su esposo contra el de ella, así que solo atinó a poner sus manos entre los dos para tratar de alejarse.
 
-Te dije que me soltaras- le recordó Camila, con el ceño fruncido y lanzando fuego con la mirada.

-¿Por qué estás tan alterada?- preguntó con humor en la voz- No te comportabas así cuando vivíamos juntos.
 
-¡Tal vez porque tú no te comportabas como un imbécil psicópata bipolar!- soltó ella, enojada.
 
Aquello logró que Bautista riera a carcajadas, lo cual hizo que Camila sintiera como se derretía por dentro, contra su voluntad. Odiaba ser tan débil ante él, pero no podía negar lo que naturalmente le pasaba a su cuerpo cuando respondía a cualquier reacción de él.
 







Continuará....




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Ahora si después de poder solucionar el problemita que se me armó con esta historia les dejo un nuevo capítulo

Mil disculpas

Espero que les haya gustado

Besos

Nos estamos leyendo

Entre Ella o YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora