Capítulo 41

198 24 10
                                    

Hace tiempo que no lo escuchaba reír de forma tan genuina, sin que la ironía, la tensión, o hasta la actuación, tiñeran sus carcajadas.

Ambos tenían un humor parecido y siempre habían logrado hacer reír al otro; darse cuenta de que estaba escuchando aquella risa, de la cual pensó que nunca más sería testigo, inevitablemente la llenaba de una emoción en el pecho, que le era difícil disimular.

Pero hizo todo el esfuerzo, pues aunque la hacía feliz ver a Bautista reír, también estaba muy molesta con él y su actitud.

-Me alegra que te diviertas- dijo Camila, irónica- ¿Me sueltas ahora?

-Ya, Cami- respondió él, como pidiéndole secretamente una tregua- Ven acá.

La soltó de su agarre para tomarla de la mano, la guió en los pasos que los separaban de una pequeña sala con la que contaba la suite. Se sentó en uno de los sillones y tiró de ella para que se sentara en su regazo, pero la pelirroja se negó.

-No, Bautista- dijo firme y de un tirón se soltó de su agarre- Ya estoy cansada de tus cambios de humor y estoy hablando en serio. No creo poder seguir soportando que un rato me trates bien y al siguiente me odies. Entiendo que aún estés molesto conmigo por lo que te hice, pero no creo merecer esto.

Para Camila era impresionante cómo cambiaba la mirada de Bautista cuando mencionaba aquel oscuro episodio.

Antes se veía risueño y juguetón, pero ahora su mirada se había tornado oscura y peligrosa, sus labios habían formado una línea recta y era evidente la tensión en su cuerpo. Sabía que era prudente no tocar ese tema, pero si no lo hacía terminaría por volverse loca.

El hombre se levantó con agilidad y fiereza. Se acercó a ella de forma intimidatoria, aprovechándose de su altura y corpulencia. Bautista siempre había intentado intimidarla, obviamente de forma menos amenazante que ahora y en contexto más fraternales y lúdicos, pero ella nunca se había dejado, todas y cada una de las veces le hacía frente, como cuando discutieron al conocerse, fuera de la casa de sus padres, o cuando lo enfrentó fuera de su edificio, para decirle que siempre había estado enamorada de él.

Podía sentir muchas cosas por Bautista Arce, pero el miedo no estaba dentro de ellas.

La mujer se mantuvo en su lugar, alzando el rostro para mantenerle la mirada y cruzando los brazos para sentirse segura.

-Lo que te merezcas o no, lo decido yo- dijo Bautista en tono mordaz.

-¡No!- bramó con los ojos muy abiertos y frunciendo el ceño- Yo no sé con quién te crees que te has casado, pero, por si no lo recuerdas, nunca me he caracterizado por ser sumisa.

-Y aún así, aquí estás- le devolvió Bautista, sonriendo sarcástico- ¿Y sabes por qué? Porque sabes que te mereces este infierno al que nos condenaste a los dos.

-¿¡Yo!?- gritó desesperada- ¡Tú me buscaste!, ¡Tú quisiste casarte conmigo!

-¡Porque no me dejaste opción!- gritó también- Después de todo lo que hiciste, te fuiste lavándote las manos y me dejaste....- guardó silencio, respirando agitado y ella notó que se retractaba en lo que sea que iba a decir, pero que no alcanzó a salir de su boca. Respiró hondo en un intento por calmarse- Me arrebataste al amor de mi vida, Camila.

Ni siquiera pudo formular algo en su cabeza, pues las palabras de Bautista habían sido una puñalada tan fuerte y precisa a su corazón que la mató inmediatamente.

Solo fue capaz de sentir las lágrimas correr libremente por sus mejillas.

Sabía que él estaba enamorado de Luisana, pero aun así dolía hasta la muerte escucharlo de sus labios, dolía que le reprochara que, debido a lo que hizo, él había perdido a la rubia sin tener oportunidad de recuperarla y dolía aún más saber que Bautista veía la unión con ella como una condena, como algo que debía soportar.

-Casándote conmigo no la vas a recuperar- logró decir Camila, ahogando un sollozo.

-Eso déjamelo a mí.

Ambos guardaron silencio un rato.

Camila giró la cabeza para ya no ver más a su esposo, pues le dolía mucho.

Mientras que a Bautista le dolía ver el sufrimiento que él mismo le causaba.

Era francamente ridículo todo esto, pensaba el hombre a veces. Pero cuando estaba a punto de flaquear, de decirle a Camila lo que sentía en su interior, de dejarla libre para que hiciera lo que ella quisiera, la pelirroja le recordaba todo lo que había pasado y era inevitable para él sentir esa rabia que parecía bullir de su piel sin control.

Tan sin control, que arrasaba con los sentimientos de ella sin miramientos.

Bautista respiró hondo y puso ambas manos en los hombros de la chica.

-Perdóname, Cami. Aunque no lo creas, no estoy precisamente disfrutando de todo esto. No me gusta tratarte mal y tampoco que seas infeliz- con el dorso de la mano le limpió las cálidas lágrimas que habían mojado las mejillas de ella- Cada uno tuvo sus razones para embarcarse en esto y creo que no requeriría de tanto esfuerzo que nos llevemos bien.

Camila volvió a alzar la vista para verlo a los ojos. En ellos ya no vio rabia, ni resentimiento, era una mirada tranquila y sincera.

Podía notar que él estaba haciendo un esfuerzo por conciliar algo entre los dos. Tomó aire por la nariz y lo soltó lentamente. Pensó en sus palabras y en que tal vez podría ayudarlo en el descabellado plan que tuviera para recuperar al "amor de su vida", es decir a Luisana. Tal vez con su ayuda, esto terminara más rápido y así más pronto podría dar vuelta la página en este oscuro y confuso episodio de su vida.

De alguna forma sentía que pagaría por todos sus pecados si lo ayudaba a ser feliz de nuevo.

-¿Cuánto tiempo durará esto?- preguntó ella, con calma.

-No sé, pero el tiempo que dure, podríamos intentemos llevar la fiesta en paz. Disfrutar de nuestra compañía, en vez de sufrir una condena.

-Me cuesta disfrutar cuando sé que me odias.

-Ya te dije ayer que no te odio. Te...- nuevamente calló, restándose de terminar la frase. Acercó su mano al rostro de Camila y le acarició los cabellos que caían despreocupados por el contorno de este. Con sus dedos, los desplazó hasta dejarlos detrás de su oreja- ... Te deseo. Los dos nos deseamos, tenemos mucha química en la cama, eso es innegable.

-¿Y qué con eso?- dijo seria, levantando una ceja, lo cual logró que Bautista riera.

-Te propongo esto, lo que sea que dure nuestro matrimonio, seamos los amigos que siempre fuimos y aprovechemos la atracción sexual que hay entre nosotros.

-Amigos y amantes- tradujo Camila, en un murmullo.

-Exacto.

Bautista deslizó sus manos por los brazos de ella, en una sensual caricia, hasta que las dejó quietas en sus caderas. Inclinó la cabeza, buscando los labios de su mujer y, cuando los encontró, se apoderó de ellos como una forma apasionada de sellar su nuevo acuerdo.










Continuará....

Entre Ella o YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora