Capítulo 3

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Alejandro estaba intranquilo en la cama, no se podía rendirse ante el encanto de Hipnos y descansar definitivamente. Estaba dando demasiadas vueltas en la cama y solo le quedaba mirar al techo de habitación.

Sus mechones dorados notaron que había corriente en su habitación y sus ojos se posaron rápidamente en la ventana que estaba abierta. La brisa de la noche hacia que las cortinas se movieran suavemente, pero el joven distinguió una sombra que lo estaba mirando fijamente.

—¿Quién está ahí? Muéstrate a la luz— Dijo temerosamente —O si no gritaré y vendrán los guardias.

La figura oscura se fue acercando cada vez más hacia la cama del joven príncipe.

—No me debes temerme, Alejandro.

—¿Como sabes mi nombre? ¿Como has entrado aquí?

—De la misma forma que entré a esta habitación haca trece años.

—¿Hace trece años?—Alejandro se quedó pensativo por unos segundos— Pero eso es la edad que tengo. Revelad vuestra identidad, os lo pido.

La sombra oscura comenzó a iluminarse con una luz dorada, dibujando ante los ojos de Alejando la figura de una joven vestida de armadura, lista para la batalla.

—Yo soy Mariam, diosa creadora y destructora de imperios, del valor, de la protección, señora de los ejércitos, de la guerra de conquista, dama de las armas y esposa del dios Ares— Me presenté— Todavía recuerdo la noche en que te vi por primera ve...

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—Yo soy Mariam, diosa creadora y destructora de imperios, del valor, de la protección, señora de los ejércitos, de la guerra de conquista, dama de las armas y esposa del dios Ares— Me presenté— Todavía recuerdo la noche en que te vi por primera vez, tan pequeño y frágil, pero ahora te estás forjando para un gran futuro.

Alejandro desvío su mirada hacia el fresco de su cuarto, tenía una representación del dios Ares subido en su carro tirado por sus caballos inmortales.

Alejandro desvío su mirada hacia el fresco de su cuarto, tenía una representación del dios Ares subido en su carro tirado por sus caballos inmortales

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—Si. Ese dios que tienes pared, es mi marido, pero no te preocupes, se ha quedado durmiendo el Olimpo— Sonreí cuando el príncipe volvió su mirada sobre mí —De seguro que tienes muchas preguntas, lo puedo ver en tus ojos.

—¿Por qué has venido aquí?

—Quería hacerte una pequeña visita y ver cómo estabas, bueno, veo que estás bien— Le respondí serenamente— Te ví cuando domaste a mi caballo, sabía que eras digno.

Esposa de la Guerra IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora