La muerte Clito supuso un punto de inestabilidad de Alejandro, tanto por su ejército como para él.
—Tienes que tranquilizar al ejército—Dijo Hefestión—Alejandro.
—Si, como un viejo amante perdonan pero no olvidan —Alejandro no estaba bien. No se había recuperado de lo que había sufrido con lo de Clito. Se le veía que no tenía la misma energía y deseo que cuando emprendió esta campaña, se le veía cansado y sin ánimos para seguir.
—Sabes muy bien que las grandes arañas las hicieron hombres que no se arrepintieron de sus acciones. ¡Eres Alejandro! La compasión y el dolor solo te destruirán.
—¿Tan arrogante me he vuelto que estoy ciego?
—A veces—Dijo con suavidad Hefestión mirando directamente a los ojos de Alejandro—Esperar lo mejor de los demás, es arrogancia.
—Entonces—Alejandro se estaba rompiendo un poco más, atormentados el solo con sus acciones—Clito no mentía. Me he convertido en un tirano.
—Eres novedad, ellos lo saben. Te disculpan porque logras que se sientan orgullosos de si mismos.
—He fracasado—Dijo en voz baja Alejandro—Totalmente.
—No has fracasado Alejandro, si no los dioses te hubieran abandonado desde primer instante, pero no.
—Hefestión...—Alejandro le hizo un gesto para que se retirase su fiel amigo y compañero. Necesitaba estar solo por unos instantes, para calmarse.
Hefestión vio como su fiel amigo y monarca cerraba sus ojos, inchar su pecho para soltar un gran suspiro. Comprendió perfectamente que debía aclararse su mente en soledad, pero debía actuar para no desencadenar una rebelión entre sus hombres.
Alejandro, en la soledad de la tienda, sin nadie dentro, se rompió. Lágrimas corrieron por sus mejillas al recordar las palabras de Clito, y luego miró sus manos que estaban limpias, pero sus conciencia las veía manchas de sangre.
Un tintineo metálico hizo que volverá lentamente su cabeza para ver quien estaba detrás suya. Y era su diosa, la cual la miraba seriamente, pero sus ojos reflejaba compasión.
—Dime mi diosa—Se giró Alejandro para estar de cara a ella—¿Todavía soy digno para ti y para los dioses?
—Lo sigues siendo Alejandro.
—¿Y porque me dejaste hacer esa atrocidad? Podrías haberla evitado.
—Alejandro.
—He matado a uno de mis mejores hombres y he descubierto que soy un tirano.
—Eris te hizo actuar de esa forma y no eres un tirano.
—Si lo soy.
—¡Alejandro!—Alcé la voz más de la cuenta, haciendo que este se asustó un poco y diera un paso atrás. Me di cuenta de mi error al vocearle, tomé un asiento y me senté—Cuando alguien es tiránico, es una persona que ni siquiera se respeta a sí misma y abusa de los demás, oprimiendolos, aplastandolos, cortandoles su voluntad para actuar y pensar. Tu no eres un tirano. Si lo fueras, yo misma te hubiera castigado severamente.
Alejandro se acercó hacia donde estaba, se arrodilló y lloró en silencio sobre mi regazo. Con mi mano peinaba sus cabellos dorados con suavidad y ternura. Comprendía perfectamente lo que estaba pasando, y debía soltar un poco la carga que tenía sobre sus hombros, pues era muy grande, tan grande con el imperio que estaba construyendo con sus propias manos.
—Alejandro, se que todo esto te pesa y te estarás cuestionado si seguir hasta el fin de la tierra—Alejandro levantó su mirada, sus ojos estaba rojos por el llanto—Recuerdo aquel niño que siempre miraba los mapas de este mundo y se preguntaba ¿que había más allá de lo conocido? Ese mismo niño, con el pasar de los años, se ha hecho un hombre que ha roto las fronteras de lo conocido, pasando a la historia como el joven monarca que creó con sus manos el más grande los imperios—Acuné su rostro con mis manos y limpie con mis pulgares sus lágrimas—¿Sigues teniendo ese mismo deseo de descubrir que hay más allá?
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Esposa de la Guerra II
RandomComo deidad, tengo en mis manos el destino de muchos grandes personajes que pueden dejar una huella en la historia. Un antes y un después, un pasado y futuro. Consciente del poder que tengo puedo hacer alguien llegue a la gloria o caiga en el olvido...