Capítulo 23

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Selene se encontraba en lo alto del manto de Nyx, acompañada de Asteria. Estas tres deidades titanicas siempre habían fascinado a los mortales que las había intentado estudiar y comprender su belleza.

Era una noche tranquila, no había ninguna amenaza que nos perturbada tanto a los mortales como a las deidades.

Como bien sabemos y conocemos, uno de los hijos de Nyx, Hipnos, dios de la personificación del sueño, iba acompañado de su hijo Morfeos, dios del sueño. Dejaban caer su poder tanto sobre las bestias como los hombres que habían allí, algunos dioses también cayeron ante su poder, pero algunos permaneciamos despiertos.

—Mariam, ven a la cama—Dijo Ares suavemente—Necesitas descansar. Ha sido un día largo para ambos y lo mejor es dormir para reponer fuerzas.

Seguía mirando el cielo nocturno con mis ojos, como los ojos de una niña que intenta unir las estrellas para formar sus constelaciones, que muchas de ellas eran figuras de héroes o bestias que había lanzado los dioses para que vivieran eternamente.

Ares se puso a mi lado y también miró aquel oscuro cielo—No hay noche que no te quedes envelesada con Asteria y Selene.

—Porque son las únicas que iluminan la oscuridad de Nyx... Pero algunas veces ellas se oculta y dejan ver la oscuridad que en algún momento se nos cernirá sobre nosotros.

—No deberías preocuparte por eso, eres una diosa ahora.

—Pero he saboreado la muerte, la he besado y he muerto en tus brazos, mi dios.

Aquellas palabras despertaron aquel crudo momento cuando ella perdió su luz ante sus ojos. Maldecía a Afrodita por haberla causado ese gran daño y sentencia, aunque el también se culpó por su muerte por no haber estado con ella en cada momento, pero ya le dijeron las moiras que era algo inevitable y por mucho que quiera evitarlo o cambiar le rumbo, iba a ocurrir de todos modos, sea tarde o temprano.

—Y eso me ha marcado para la eternidad... El recuerdo de aquellos que vivieron conmigo, ahora son mero polvo... De ellos sólo queda su alma que descansa en el reino de Hades, sin volver a ver la luz de Helios. El miedo a la muerte sólo lo comprende los mortales y no los dioses.

—La muerte ha sido algo que también los inmortales nos ha perturbado, especialmente si hemos tenido un lazo con la humanidad. Te puedo decir, como te lo he dicho mil y una veces, que he visto a Macaría y Tánatos llevarse a cada uno de mis hijos que tuve con distintas amantes mortales hasta que te conocí a ti y quedé prendado de tu ser—Ares entrelazó sus dedos con los de su esposa de forma lenta y delicada— Cuando te vi tirada entre los escombros del palacio de Epiro, sin moverte ni un milímetro y rodeada de un charco escarlata, sentí que mi mundo se resquebrajaba y se caía a pedazos... No quería que tu luz se fuera para siempre, pues era la única en la que me había iluminado en la oscuridad que me rodea. Te tomé entre mis brazos y me hice escudo de la muerte que ya estaba esperando delante de mis ojos. Yo les rogaba que no avanzaran, pero te fallé mi amor, te fallé ese día y no me lo perdono aún.

—Hiciste lo que tenías en tus manos Ares... Te sentí cuando me abrazaste con fuerza, como presionabas contra mis heridas que no paraban de salir sangre, en mis momentos de lucidez vi por primera vez un dios llorar a un mortal, de forma pura y sincera, te escuché como me llamabas y me decías que no te abandonara, yo deseaba seguir luchando y no dejarte solo, pero sentí que los dioses de la muerte me llevaban a su lado y te dejaba solo en este mundo—Apoyé mi cabeza sobre su hombro y cerré por unos segundos mis ojos para hacer memoria de lo que ocurrió siglos atrás—Esa oscuridad... donde muchos se vieron envueltos para alejarse de lo vivo y partir a lo muerto, tiraban de mi alma para que fuera directamente al hades, pero sentí que el hilo que las moiras estaban cortando con su afilado cuchillo, se iba rompiendo poco a poco, pero no se como reuní esas fuerzas sobrenaturales para que mi alma mortal volviera mi cuerpo como inmortal y volver a renacer... Pero la sombra del pasado siempre me acompañará.

Sentí los labios de Ares como besaban con delicadeza mi cabeza, soltó su mano que estaba enlazada con la mía para abrazar mi cintura y me acercara a su cuerpo.

—Mnemósine siempre nos recordará la sombra de nuestro pasado, aunque algunas partes queremos olvidarlas, pero se quedan en nuestra mente y alma. Como una lección de nuestro caminar donde Cronos no se detiene en ningún momento. Tendremos miedo a lo que pueda suceder en el futuro, recordaremos el pasado, pero vivimos el presente, el cual Clio escribe cada día y cada noche para que no se olvide.

Miré a lo alto del cielo nocturno y luego a Ares, que cuyos ojos brillaban como ascuas de una hoguera. Un pensamiento fugaz hizo que desviara mi mirada de él y la dirigiese hacia el suelo.

—¿Que dirán nuestros futuros hijos?

—Que su madre es una diosa ejemplar, que entiende de lo mortal e inmortal, que entiende la fortaleza y debilidad de nuestro espíritu y cuerpo. Que tiene buen juicio y vela por el bien, aunque tenga que obrar mediante un mal—Respondió Ares—También yo obraría mal para alcanzar el bien de mis hijos, no hay progenitor que no lo haga desde su corazón... Si ama a sus hijos, que debe ser su amigo y confesor, y no su tirano. Eso es ser padre o madre.

Las palabras de Ares despertaron el recuerdo de mis padres, del amor, el cariño y su paciencia que nos tenía a mi hermano y a mi. De sus enseñanzas y consejos que nos daban para enfrentarnos a la cruel realidad, pues no es un camino de rosas que de puedan caminar con tranquilidad y sin ningún tropiezo.

—Se me sincero en tu respuesta, Ares ¿Te hubiera gustado que Zeus se comportara como un buen padre?

—Sabiendo que soy el primogénito de su legítimo matrimonio, debió centrarse en la formación y educación hacia a mí y mis hermanas, de darnos el cariño de un padre presente, aunque es nuestro soberano, pero sobre todo, el de buen marido que respeta a su esposa. Pero no cumple con todo eso, es un motivo de gran conflicto familiar, no sólo por la infidelidad hacia mi madre Hera, sino que toda su atención y cariño, lo ha volcado en sus hijos bastardos, que ocupan gran parte de los tronos olímpicos y que el único de la unión de ambos, se encuentra rodeado de vástagos, que cuyas madres fueron seducidas y folladas por ese... Claro que me hubiera gustado que se hubiera portado como un buen padre, pero yo no voy a cometer sus error. Bien sabes, mi amor, que siempre estoy pendiente de mis hijos y que estoy para ellos cuando me requieran y asi será cuando tengamos los nuestros.

—No sé si estaré preparada para ser madre o seré una buena madre.

—Lo serás Mariam. Serás una madre excelente para nuestros pequeños retoños—Me besó la mejilla con ternura y delicadeza—Sé que les darás lo mejor para ellos, lo pude ver cuando estabas con tu familia o de cómo cuidabas a los recién nacidos del Olimpo. No veo que seas una mala madre.

—Y tu eres un gran padre Ares. Siempre lo has sido, aunque te hayan tachado de cruel y sanguinario.

—Eso último es verdad, especialmente en el campo de batalla, pero con los quien realmente amo soy un guardián y protector. Aunque soy un poquito estricto y exigente en el entrenamiento.

Una pequeña risa suave se escapó de mis labios al escuchar esas verdaderas palabras de mi amado. Me acerqué a su rostro y le robé un dulce beso de sus labios, me aparté lentamente de él y fui hacia la cama.

Él me observaba con ojos fogosos como me desvestia, recorriendo con sus ojos escarlata cada curva y cicatriz de mi cuerpo hasta que este se cubrió con las delicadas sábanas de aquella gran cama.

No tardó mucho en desvestirse, en quitarse su oscura y pesada armadura y sus ropas para unirse al lecho.

—¿Quieres una pequeña emboscada o prefieres dormir?—Dijo a mi oido y luego besó mi cuello—¿O una pequeña batalla?

—Lo correcto sería dormir, pero—le besé sus labios— prefiero una gran batalla.

Una gran sonrisa se le formó su rostro y el fuego de sus ojos se encendió al ver como también le sonreía para dar comienzo a una ardiente batalla.

Esposa de la Guerra IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora