Las consecuencias de aquella batalla fueron nefastas para el ejército macedonio y para el propio Alejandro, mismo que cayó herido en combate ya había perdido a fiel montura, a la cual, en memoria y en honor suyo mandó fundar Alejandría Bucéfalia.
En aquel tiempo que estuvo postrado, Alejandro pensó que debía hacer ahora. Si seguir arriesgandose o ya volver a casa.
—¿Cómo te encuentras Alejandro?— Dije mientras me llenaba una copa de agua y se la acercaba al rey macedonio.
—No sé si decirte que mejor o peor mi diosa—Bebió despacio de la copa y se volvió a recostar en la cama—Echo en falta a Péritas y a Bucéfalo. Ellos me han acompañado durante todas estas campañas, especialmente mi querido Bucéfalo...Ha estado desde el momento que lo monté y lo llevé a la caballerizas de mi palacio en Macedonia...No me pude despedir de él debidamente.
—La vida es un simple hilo que en cualquier momento las moiras pueden cortar—Comenté mientras tomaba asiento cerca de su cama—Bucéfalo... Nació en la misma noche que tu naciste, tú en la alcoba de tu madre y él en las cuadras del Olimpo—Alejandro me miró con sorpresa ante estas palabras que estaba pronunciando—Fue largo el parto, estuvo mucho tiempo de contracciones Bestia y cuando llegó el momento de empujar, ella empujó con todas sus fuerzas y cuando los pequeños cascos de Bucéfalo salieron, Ares los agarró y tiró para ayudar a mi yegua.
—¿Bucéfalo es descendiente de tu montura?
—Si Alejandro, Bucéfalo es hijo de una de las yeguas de Diomedes—Respondí mientras rellenaba su copa con agua— Y cuando tuviste la edad suficiente para montar, yo te lo puse en tu camino y fue la mejor decisión que he tomado en mi inmortalidad...
En ese momento, Ra entró en la tienda y se posó en la mesa de operaciones. Mi halcón de plumas de plata nos miraba a ambos y yo le sonreí al pequeño animal que había hecho presencia en el interior de la tienda.
—Ese halcón... Le he visto muchas veces sobrevolandome.
—El es Ra, mi audaz rapaz. Es mi compañero desde que nos conocimos por primera vez en Egipto y desde ese momento ha estado a mi lado—Ra agitó sus alas en forma de presentación y luego voló y se posó sobre mi hombro.
Los ojos dorados de Ra miraron al débil Alejandro que seguía postrado en la cama y luego soltó un gañido.
—Tiene el mismo nombre que el dios egipcio del sol—Sonrió Alejandro.
—Ra ha dicho que te levantes y estoy de acuerdo con él. Además, debes atender a tus fieles y cansados soldados.
—Lo sé...—Alejandro bajó la mirada—Yo quiero seguir, pero ellos quieren regresar a casa.
—Concedeles ese deseo—Respondí—Mírate Alejandro, no estas en condiciones de lanzarte en otra campaña, no te has recuperado de tus heridas y tus soldados ya no quieren seguir, ya lo viste cuanto tuviste que sofocar años atrás ese motín...Por el bien tuyo y el de tus hombres, es hora de volver a casa.
—¿Vosotros también tenéis ese deseo?
—Algunos están cansados, otros añoran sus ciudades a las que deben proteger o la gente que tiene bajo su mirada... Hay algunos dioses que perfectamente podrían haberse ido de tu lado hace mucho tiempo, pero siguieron acompañándote.
—¿Y tú? ¿Deseas volver?
Miré por unos segundos a Alejandro en silencio. Aunque haya pasado tantos años desde que dejé Grecia atrás y lanzarme de lleno a la conquista de Asia. Tenía un recuerdo difuso de aquella tierra que fue y es mi hogar, donde crecí con mi familia y la sepultura de ellos. Además mi ausencia en el Olimpio hizo que Hera nos hiciera una visita, lo que me da la sensación de algo no iba bien en la morada de los dioses.
ESTÁS LEYENDO
Esposa de la Guerra II
RandomComo deidad, tengo en mis manos el destino de muchos grandes personajes que pueden dejar una huella en la historia. Un antes y un después, un pasado y futuro. Consciente del poder que tengo puedo hacer alguien llegue a la gloria o caiga en el olvido...