Capítulo 22

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Combatimos contra ellos en las lejos tierras del Este, donde sólo los héroes legendarios se habían adentrado.

Los cartógrafos decían que nos encontrábamos en un punto entre Europa y Asia, bueno, en realidad estábamos perdidos.

Allí Aljandro fundó su décima Alejandría, poblando de sus veteranos, sus mujeres y los que se arriesgaban a la vida fronteriza.

Incapaz de aceptar la derrota, Alejandro persistió en el sometimiento de cualquier tribu que se resistieron a su paso hasta que recibió la cabeza de Bessos.

Para Alejandro no había habido ningún pretendiente al trono de Asia, que se sumaban Sogdiana y Bactriana. Y este último Alejandro hizo un gesto que muchos no comprendieron.

Fue recibido en la corte del sáprata persa Artabrazo II. Un lugar exótico, lleno de color y de hermosas mujeres que despertaron el deseo en los hombres de Alejandro.

Era un honor tener allí a Alejandro, pues el mismo Artabrazo II organizó un espectáculo nocturno para entrenar y mostrar lo que tenía.

Entre incienso, alcohol, música y bailarinas, fue el entrenamiento de aquella noche. Alejandro se encontraba sentado entre cojines junto a Hefestión, admirando aquella danza exótica que hipnotizaba a los presentes, pero hubo una de las bailarinas que captó  la atención del rey macedonio.

Su mirada estaba fija en ella, hipnotizado con cada movimiento que realizaba con su danza, el movimiento de sus vestimentas, el tintineo de sus pulseras, medallas y collares, pero sobre todo, la mirada de esta que le dedicaba a Alejandro.

Este gesto pasó desapercibido para mis ojos, conocía perfectamente esa mirada. Era mirada seductora, coqueta y salvaje a la vez, misma mirada que a veces he utilizado para despertar el deseo de mi marido para llevarlo al lecho conyugal.

Por parte de Alejandro, estaba cautivado por completo y atradio por aquella bailarina, se veía que en sus ojosnse estaba despertando el fuego del deseo.

—Sus ojos me dicen, que les gustas Alejandro—Dijo uno de sus consejeros persas al oído—Tal vez demasiado. Según los usos de mi país, aquellos que aman demasiado, lo pierden todos y aquellos que aman con ironía, perduran.

Desoyendo al comentario de su consejero, el rey macedonios preguntó por la identidad de aquella bailarina hacia Artabrazo II, el cual con una sonrisa en su rostro respondió que era su hija, Roxana.

No pudo contener el deseo y la pasión que tenía en su cuerpo Alejandro, como si una flecha de Eros hubiera atravesado el corazón suyo, pidió la mano de Roxana. Como su verdadera esposa, dejando a las otras como un acuerdo político.

*

—Tu padre se estará revolviendo en la tumba Alejandro—Comentó Parmenio—Después de tanto tiempo,  la hija de un jefes de la montaña.

—¡Por la Divina Atenea! La joven  tiene caracter—Comentó exaltado Alejandro

—Pero ¿Por qué lo haces Alejandro? Tómala como concubina—Dijo Filotas.

—Quiero un hijo ¿No lo entiendes, Filotas?—Respondió el rey macedonio.

—Si, pero la mitad de tus generales tienen hermanas que serían magníficas madres macedonias.

—Hacer de una asiática una reina y no cautivado es una forma de respeto hacia nuestros súbditos. Eso más que otra cosa nos unirá, aunque pueda casarme con alguna macedonia algún día.

—¿Una segunda esposa?—Preguntó indignado Filotas—Insultas a Macedonia.

—¡Alejandro! sabes que se juega el honor de nuestro reino—Comentó uno de sus generales.

Esposa de la Guerra IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora