La noche previa a la batalla que se desataría en el río Pinaros. Los ejércitos de Alejandro descansaban en sus respectivas tiendas y habían algunos que hacían guardia.
No muy lejos de ese campamento, estaba el otro. Aunque parezca mentira, los dioses de la guerra tenemos campamento para poder reponer fuerzas, reparar los daños producidos en combate o para planeas estrategias.
Deimos y Fobos estaban entrenado por orden de su padre. Enio y Atenea estaban ocupadas estudiando el terreno para así hacer una táctica efectiva. Los demás dioses estaban charlando, dándose un paseo o durmiendo en su respectiva tienda.
Yo me había alejado un poco del campamento, pero sin perder la vista del campamento de Alejandro. Ra estaba volando tranquilamente por el cielo nocturno, como si sus plumas pudieran tocar el manto de Nyx, rozando a Asteria y pasando cerca de Selene. Bestia estaba tranquila, comiendo las sobras de la carne que nos había sobrado de nuestra cena, ya que mañana se hartaría de la carne y sangre de los soldados persas.
Era una noche tranquila...
—Por fin te he encontrado—Dijo Ares llegando—Te he estado buscando por todas partes ¿Que haces aquí?
—Me he venido para ordenar mis pensamientos.
—¿Ordenar?—Arqueó una de sus cejas Ares—Mariam ¿Dime que es lo que te está atormentado?
—No creo que sea de importancia.
—Mariam—Ares se puso a mi lado y me tomó de la mano, no pude evitar mirarle a sus ojos rubíes—Cuéntamelo.
—Aunque me haya perdonado, me siguen doliendo mis heridas, que algunas siguen infectadas y sangran.
—No veo que sangres.
—No son heridas físicas, Ares, son heridas de la consciencia y del alma...
Ares besó con delicadeza mi mejilla y luego me abrazó. Lo abracé también y escondí mi rostro en su amplio y fuerte pecho.
—Mariam, no te atormes ¿Quieres que nos demos un paseo?—Dijo suavemente.
Yo asentí y nos fuimos a dar una vuelta.
Nyx, Selene y Asteria nos acompañaban en la oscuridad. Nos fuimos alejando de nuestro campamento y el de Alejandro. Seguimos caminando por la dura tierra que con la llegada de Elios se levantaría con el caminar de los soldados y carros de combate.
A mis oídos llegó el sonido del correr del agua. Miré a Ares por unos segundos y él me miró.
—¿Te apetece un baño nocturno?—Dijo Ares con una sonrisa en sus labios.
Era el río Pínaro , río por el cual sus aguas se teñirían de rojo escarlata y descenderian cadáveres de hombres, tanto macedonicos y persas.
Me acerqué al río y metí la manos en él. Para mí sorpresa, el agua estaba perfecta, no era muy fría.
—Lo vas agradecer Mariam el baño— Dijo Ares llegando.
—Por lo menos me quitará el calor.
—¿o no?—El rojo de los ojos de Ares se encendió mientras se iba quitando su oscura armadura.
Yo le sonreí, sabía porque me había llevado hasta aquí. Hacía ya tiempo que no teníamos un momento para nosotros, ni si quiera en la intimidad de nuestra tienda de campaña.
La última vez que tuvimos un momento íntimo, sin que ningún dios o diosa nos molestase, fue cuando nos escapamos hacia Esparta. Ciudad donde me crié y crecí como mortal. Nos fuimos a uno de nuestros templo y allí, lejos de los ojos del Olimpo, lo hicimos.
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Esposa de la Guerra II
RandomComo deidad, tengo en mis manos el destino de muchos grandes personajes que pueden dejar una huella en la historia. Un antes y un después, un pasado y futuro. Consciente del poder que tengo puedo hacer alguien llegue a la gloria o caiga en el olvido...