Capítulo 6

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—¿Por qué sonreiste en público cuando asesinaron a padre?—Dijo Alejandro entrando a la alcoba de su madre.

—Porque debía ser así— Respondió Olimpia.

—Yo no quería hacerme rey así.

—Nadie te culpa—Soltó Olimpia.

—¡Te equivocas, todos lo hacen a mis espaldas, en secreto!— Alzó la voz Alejandro mientras se acercaba a su madre.

—Las calumnias no dan poder.

—¿Y la vergüenza si?— Insinuó Alejandro —¿Quién lo ha matado? Dímelo, dímelo o haré que te juzguen por su crimen.

—Pausanias— Respondió secamente Olimpia.

—¡No lo ha hecho sólo!—Dijo enfurecido Alejandro— ¿Le ayudaste?

Olimpia se mantuvo una mirada fría hacia su hijo, sin ninguna expresión en su rostro. El silencio que hubo entre los dos era atormentado e incómodo.

—No, eso nunca—Dijo serena Olimpia—¿Por qué iba hacerlo?—Alejandro se alejo de ella, confundido—Muchos lo deseaban, griegos, persas, recuerdalo.

—Estais loca—Fueron las palabras que salieron de los labios de Alejandro— Has dejado escapar a las furias, ni siquiera conoces su poder.

—Oh vamos ¿quién está exagerando ahora?—Olimpia se levantó del tocador en el que estaba sentada y se acercó a su hijo, que estaba quieto en medio de la alcoba— Aunque fuera el deseo de tu corazón.

—¡No es cierto! — Gritó Alejandro— Era mi padre y le amaba.

—¡Él no era tu padre! No tienes ninguna deuda de sangre con ese hombre— Soltó Olimpia.

—Estás mintiendo una y otra vez. Sólo has contado mentiras como una hechicera para confundirme.

—Observate Alejandro. Vamos, mirate—Olimpia comenzó a dar vueltas a su alrededor como si fuera un cazador acechando a su presa, viendo como este corrompío por la confusión— Eres todo lo que él no era. Él era tosco, tu refinado, él era un general y tu un rey. Él no se gobernaba ni a si mismo y tu gobernaras el mundo.

—Todos los dioses te maldice cuando hablas así. Eres demasiado orgullosa y no sientes dolor por tu esposo.

—¿Dolor? ¿Por él?—La mirada y voz de Olimpia se oscureció— Que sabrás tu de Filipo... No Alejandro, Zeus es tu padre— Alejandro se vuelve a alejar de ella— ¡Se consecuente!

—Mi primer acto de rey sería acabar contigo—Alejandro se volvió hacia su madre de forma brusca—Tu me asesinaste en mi cuna, me criaste en un saco de odio, un odio que sientes por los que son más fuertes que tú ¡tu odio hacia los hombres!

—¡Enseñé a mi corazón, Alejandro! ¡Y por los dioses, te juro que creciste hermoso!

Esta situación no llevaba a nada y Alejandro se estaba desesperando. Todo su mundo estaba sobre sus hombros y el peso de la corona en su cabeza. Esto era algo que no podía llevarlo sin ninguna ayuda.

—Maldigo tu alma de hechicera— Maldijo

—Tu alma es la mía Alejandro.

—¡Nooo!—Alejandro ya perdió la paciencia y la cordura, y se estaba dejando llevar por sus instintos más primitivos. Rompió todo lo que tenía a su alcance—¡Me has arrebatado todo cuanto amaba y me has convertido en ti!

—¡Ya basta Alejandro!—Olimpia le proporcionó una bofetada para que entrara en razón y dejara de actuar esa forma, que no era propia de un rey—Deja de comportarte como un niño, eres un rey, actua como tal. Parmenios esta de nuestra parte, ejecuta a Atalo sin tardanza, luego confisca sus tierras y aniquila a esa familia para siempre.

Esposa de la Guerra IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora