Capítulo 8

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—Mi gran Alejandro, no sería mejor que descansemos, tus hombres lo necesitan antes de llegar a la capital Frigia— Dijo Hefestión.

—Y haremos ese descanso, mi buen Hefestión, pero antes debemos dirigirnos a un lugar para rendir tributo a un ser, un héroe que se sigue hablando de su azaña en combate.

Había pasado varias semanas desde que habíamos abandona Grecia y nos habíamos adentrado a la península de Anatolia, con dirección a Frigia pero no antes detenernos.

—Este lugar...—Dijo Ares mirando fijamente hacia el paisaje—Yo he estado aquí antes.

—Ares, explicate—Le miré fijamente—¿De qué estás hablando?

—Esas murallas que Poseidón y Apolo las construyeron, la sangre que manchó estas tierras, los barcos que llegaron por el horizonte... El gran caballo que entró...

—El gran caballo...—Entonces lo entendí perfectamente. Miré con los mismos ojos al aquel enclave y recordé la historia de tanto que se había hablando de generación en generación—Troya...

Mucho antes de que yo llegara al mundo, muchas guerras ya se habían librado, sobretodo la guerra de Troya.

Todo por culpa de una manzana dorada que fue lanzada por Eris al no ser invitada a la boda de Peleo y Tetis...

Para la más hermosa...

Tres diosas se disputaron ese título, pero el juez no fue el propio Zeus, sino el príncipe de Troya, París.

Durante el juicio las tres diosas hicieron valer su poder de seducción, con el propósito de tentar al improvisado juez Paris, si éste fallaba a su favor.

La diosa Hera, esposa de Zeus, le ofreció todo el poder que pudiera desear y el título de Emperador de Asia;  Atenea, diosa de la inteligencia y de la guerra, le ofreció la sabiduría y la posibilidad de vencer todas las batallas a las que se presentase y, la diosa Afrodita, le ofreció el amor de la mortal más hermosa de Grecia.

Pero ya sabes como son algunos hombres que hacen de todo por conseguir a una mujer.

Paris le entregó la manzana dorada a la diosa Afrodita y ella cumplió con lo prometido. La mujer más hermosa de toda Grecia era Helena de Esparta, esposa del rey Menelao. Fue el poder de Afrodita que hizo que rápidamente la mujer quedara prendada del príncipe troyano y escapara con él hacia Troya.

El rey Menelao, ante el rapto de su esposa, llamó a todos los monarcas y grandes héroes de toda Grecia para luchar contra Troya.

Y los mismos dioses estuvieron en combate...

En el bando troyano estaban los dioses: Afrodita, Apolo, Artemisa, Ares, Leto y Escamandro.
En el bando griego estaban los dioses: Hera, Atenea, Poseidón, Hérmes, Hefesto y Tetis.

Esta guerra envolvió tanto a mortales como inmortales. Muchas vidas se perdieron en aquella ciudad, muchos griegos y troyanos cayeron en duro y frío suelo.

Fue una larga guerra, que cansó ambos contrincantes, pero tenían que seguir luchando, pues no sólo querían recuperar a Helena de Esparta y no destruir también la ciudad por el acto de rapto.

Los monarcas griegos no detuvieron sus ataques, aunque resaltaría la figura de Odiseo, rey de Itaca, como el hombre que medita y calcula cada movimiento del combate, y que este le  fue de buen grado a Atenea, también lo fue Diomedes, el cual con la ayuda de Atenea, evitó que fuera víctima de la lanza de Ares y este mismo le hirió gravemente.

Ares fue herido por un mortal, cuya herida no paraba de sangrar y doler, y tuvo que retirarse del combate al Olimpo. Allí no encontró la paz, pues Zeus le regañó por entrar en combate en una guerra que lo le habían llamado, pero no fue cuando llegó su madre, Hera, le convenció de que luchara de su lado.
Tras recuperarse su herida, volvió al combate, pero no tenía un bando fijo, mataba tanto griegos como troyanos.

Esposa de la Guerra IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora