Capítulo 26

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Tras varias jornadas de viaje, nos adentramos al territorio de la India, tierra desde Apolo tiraba su carro y conducía a Helios hasta lo alto del cielo.

Una tierra que no había sido explorada ni conquistada antes. Desde el comienzo, Alejandro luchó por unificar un territorio que no tenía centro.

Reyes que conspiraban entre ellos, un laberinto de tribus guiadas por fanáticos religiosos a morir por sus extraños dioses.

Crátero y su destacamento avanzaban y luchó contra hombrecillos peludos y diminutos que viven en las copas de los árboles, hasta que Hefestión les convenció de que eran animales que imitaban al hombre y llevaban sus propias pieles. Llamaban a esa tribu: mono.

Y luego las lluvias torrenciales. Jamás habíamos visto caer tanta agua enviada por Zeus, lloviendo durante sesenta días.

—Espero que Zeus no vuelva a mandar otro diluvio para ahogarnos—Comentó Artemisa.

—Esto no se acerca a lo que mando ese día—Añadió Apolo.

Tiempo atrás, Zeus cansado de la maldad de la humanidad, decidió crear un terrible y final diluvio universal que acabara con ellos.

Prometeo contó a su hijo Deucalión y su esposa Pirra las intenciones de Zeus para con el diluvio universal y así eliminar a la raza humana.

Prometeo le dijo a su hijo Deucalión que construyese una gran nave o embarcación, en la cual dispusieron todo lo necesario para resguardarse de un diluvio universal. Y así sobrevivieron.

Al terminar el diluvio, después de nueve días y nueve noche, y una vez que se secó la tierra y las aguas retrocedieron al mar, el arca de Deucalión se posó sobre el monte Parnaso, en donde estaba el oráculo de la diosa Temis.

Deucalión y Pirra entraron en el templo para que el oráculo les dijera qué debían hacer para volver a poblar la Tierra, y la diosa sólo les dijo: "Vuélvanse hacia atrás y arrojen los huesos de su madre."

Deucalión y su mujer adivinaron que el oráculo se refería a las rocas, a la diosa Gea. De esa forma, las piedras arrojadas por Deucalión se convirtieron en hombres, y las arrojadas por Pirra en mujeres.

De esta forma fue creada la nueva y renovada especie humana a partir de dos seres humanos. El primero de ellos fue Helén se engendraron los helenos.

Estas lluvias nos acompañaban durante todo nuestro recorrido, además de desgracias que acusaron varias bajas en las filas, enfermedades, mordidas de serpientes, emboscadas de tribus, llegando tal punto que el mal ánimo estaba en los rostros de los mortales. No hubo piedad para aquellos que se resistían a nuestro paso, muchos indígenas cayeron ante el filo de los helénicos.

*


Mientras que avanzábamos hacia el Sureste, Alejandro amenudo devolvía las tierras conquistadas a derrotados dueños, de ese modo nos convertimos en sus aliados. Pero eso no era de agradado del ejército, que empezaba a preguntarse si Alejandro no estaría lanzado en una loca carrera por imitar la gloria de Heracles.

Nos detuvimos por un tiempo para reponer fuerzas y descansar. Los lugareños nos recibieron con los brazos abiertos y dándonos lo mejor para nosotros, comida, bebida y por supuesto, espectáculo para distraernos.

—¡Viva el desmadre!—Gritó Dionisio y se bebió de un trago la copa de vino que tenía en la mano, y le siguieron Apolo y Hérmes.

—Por favor, no volvías hacer otra vez lo de Babilonia—Comentó Artemisa y Enio puso los ojos en blanco.

—Conoces bien que estos tres solitos se pueden montar una fiesta y un caos a la vez—Añadió Enio.

Alejandro se deleitaba con el baile que le estaban ofreciendo, mientras tomaba una copa de vino una tras otra, Roxana lo miraba de vez en cuando, en buscada de su mirada y afecto pero no la obtenía. Hacia días que no la visitaba y eso era clara señal de algo no iba bien entre ellos, aunque cumplían con su deber para poder el deseado heredero que tanto anelaban. Pero no venía...

Esposa de la Guerra IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora