40. Confesiones

1K 78 115
                                    

Pero tú estabas ahí, entre lo que debía dejar y lo que quería tener.

—Señora Yoko, señora Yoko. No se mueva mucho porque puede doler, estará un poco somnolienta por la anestesia, pero logrará recuperarse. Dentro de poco un enfermero vendrá a sacarla de aquí y la llevará a una habitación donde estará con su familia.

—¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?

—Su esposo llamó al hospital por la mañana y dijo que la encontró inconsciente en el suelo de su local y tal parecía que no respiraba. Tuvimos que operar de emergencia porque una de las arterias de su corazón estaba obstruida, fue una operación muy complicada de casi ocho horas, pero todo salió bien. Justo ahora estamos en la sala de recuperación y tendrá que pasar mínimo una semana en el hospital.

Escuché por las enfermeras que su esposo ha estado toda la mañana en la sala de espera y no ha querido retirarse hasta saber que usted estaba bien.

La señora Yoko, que era una señora de 75 años sonrió a la sola mención del hombre —Entonces tengo suerte de seguir con vida –dijo agobiada y aliviada para sí misma- Él no es mi esposo, pero te aseguro que saliendo de aquí yo misma le pediré matrimonio a ese hombre.

Él es el señor Jank y vende empanadas por las noches en el mercado, las empanadas que le quedan de una noche anterior las lleva en el día a mi local donde vendo semillas para que desayunemos juntos con la excusa de que no se desperdicien, pero yo sé que lo hace a propósito para verme –confesó ruborizada- esa ha sido nuestra rutina por casi diez años, yo pongo el café y él las empanadas.

—Suena muy linda esa rutina señora Yoko.

—Lo es, una rutina ideal para dos viejos sin familia ni fortuna, pero lo que me sucedió me hace ver qué no debo desperdiciar el poco tiempo que me queda. No quiero pasar mis últimos años haciéndome la desentendida en vez de disfrutarlos plenamente.



Residencial de los Hyugas.

Al término del ensayo prenupcial.

—¿Cómo es posible eso? No puedo creer tan mala suerte, lo siento por ti Gaara. Hubiera sido lindo que ella estuviera acompañándonos.

—Ella les presenta sus disculpas y les felicita por la unión Hinata.

—Entiendo Gaara, el deber es lo primero.

—¿Qué debemos qué? –intervino Ino que recién llegaba a con Hinata y Gaara.

—Ah, Gaara me decía que la familia de Yukata vinieron por ella porque le requerían en un asunto de suma importancia. Es por ello que no podrá acompañarnos mañana a la boda.

—¿Estás diciendo que estarás solo? Sin novia ni hermanos ni nada ¡¿Completamente solo?! –confirmó Ino más para sí misma que para ellos.

—Algo así, pero no estoy solo, tengo varios amigos aquí en Konoha.

Gaara no terminó de responderle a Ino porque está ya se había ido y se perdió entre la gente que estaba presente.

.

—Ino, Ino, ¿Estás bien? –preguntó Sai al verla atónita mirando a la nada- responde Ino, ¿Qué pasa?

Ino volteó a verlo balbuceando oraciones incomprensibles. Él sabía que su novia no era la mujer más coherente del mundo, pero verla fuera de toda lógica estaba sobrepasando sus habilidades de empatía.

—Es que, lo que pasa es qué –intentó decir Ino- tengo oro molido en las manos y no sé qué hacer. O sea, sé que debo hacer algo, pero no sé qué.

Accidentes Inevitables.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora