◽Capítulo 5 - Tarde sin tí -◽

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El auto de Stefan queda quieto en el estacionamiento. Le planteo la situación y aunque me da terror, debo hacerlo. Pero, no paro de ver la puerta de entrada y de verme a mí en la discoteca y luego a él, vestido con traje de cárcel y yéndose a lo que sería su vida. El final de su vida, si es que muere allí.

—Tenemos que entrar. —me da palmadas en el hombro—No vas a estar sola ¿lo sabes? para eso vine contigo.

—¿Crees que Dylan haya visto lo que estaba pasando antes de que yo lo supiera?

—No podría decirte. Le pude haber dicho que viniera también ¿quieres que lo llame?

—No, gracias. No necesito que...esté aquí. —miento.

—Mientes, pero está bien. Te lo respeto.

Bajamos del auto con el frío congelándonos hasta los huesos. Él me abre la puerta y caminamos hasta el directorio, donde está una mujer policía con su computadora.

—Disculpe, quisiéramos hacer una denuncia. ¿con quién tenemos que hablar? —le pregunta él por mí.

La mujer mestiza nos presta atención y toca botones del teléfono.

—Devlin. Unos muchachos necesitan tu apoyo aquí en la recepción. Bien. —cuelga el teléfono y nos habla a ambos—El capitán Devlin vendrá en cinco minutos ¿pueden esperar o tienen prisa?

—Podemos esperar. Gracias —le sonrío con gentileza y me siento en las sillas—Un momento ¿Stefan?

—¡Aquí estoy! —él se sienta conmigo a esperar.

—Traje café, para los nervios. Expresso.

—Gracias. —bebo del café. ¡está exquisito! — ¿sabes lo que es extraño? yo...lo defendí a él porque no sabía lo que pasaba por completo. Recuerdo esas caricias por el abdomen y luego pasaron por mis muslos y estoy muy segura que...me tocó, así haya sido un segundo. Estoy segura que la yema de sus dedos estuvo ahí.

Él toma mi mano, que reposa libre en el costado derecho de mi cuerpo.

—Siento mucho que eso te pasara, tenía que estar contigo, perdón.

—Pero ya pasó. Pienso que estás conmovido aún, y más que nada por el que se suponía que era un “amigo”.

—Cuando empecé a contarles a mis amigos sobre ti, él fue el que se entusiasmó mucho, le parecías alguien bella y con un cuerpo estupendo que posiblemente sólo quería... bueno, ya tú lo sabes.

Agacho la cabeza y río nerviosa, pero en realidad, quiero llorar. Siempre fue interés.

—Qué… imbécil que es.

—Sí. Tranquila. Ya verás que estará en la cárcel pronto.

—No puedo esperar a que pase.

El “click” de la puerta hace que nos levantemos con cortesía ante el policía que va hasta la barra donde se encuentra la mujer.

—¿Me llamaste, Andreyev?

—Sí, señor. Los muchachos de allá. —Él nos estudia con los ojos, tanto que me intimida.

EL VÍNCULO ETERNO © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora