▫️ Capítulo 43 - Tu voz en mi mente - ▫️

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DYLAN

Emma, Adelard y yo nos sentamos a la mesa, no comía de forma apropiada desde días. En la tarde, Emma me pide que vayamos a tomar aire fresco y caminar, y lo hacemos. En cuanto llegamos del paseo y comemos del almuerzo, una sensación extraña, y al parecer no tan conveniente, me invade el cuerpo entero, esto no me huele bien; oigo una voz dentro de mí, de... Allie. El vínculo sigue siendo igual, pero su voz no es dulce, la oigo gruñir y jadear, se escucha nítido, la oigo decir mi nombre a todo pulmón. Me hace apretar los ojos.

—¿Todo bien? —pregunta Emma, no le puedo responder. Ella pone su mano en mi antebrazo, está fría, me da un cosquilleo por mi cuerpo—¿Dylan?

—Déjalo, cariño, no es tu asunto, estoy seguro de que puede resolverlo sin ayuda. —insiste Adelard.

—¿Por qué se supone que tendría que escuchar lo que dices? no es que lo sepas a ciencia cierta, no eres lo que lo está experimentando, insisto en que le puede estar ocurriendo algo.

—No digas tonterías, él está bien, puede ser cuando se transporta le ocurre ¿te has transportado, Dylan? o bueno, ¿se han transportado juntos?

Ni ella ni yo le respondemos, no tiene que ver con la transportación de un lugar a otro, por supuesto que no, es otra fuerza, otra energía en mis venas sin duda. Levanto la cabeza y tomo el vaso de agua.

—¿Quieres algo para el dolor? puedo buscarte...

—No, Emma, estoy bien, gracias. —la interrumpo, ella asiente y sigue comiendo, ambos lo hacen, menos yo. Me inclino hacia delante y digo:—¿hay alguien más en esta casa?

—Tus preguntas son ridículas, no tienen razón de ser ¿insinúas que hay alguien más entre nosotros en algún otro lado? no, no hay nadie. —come un trozo de carne.

—Llévame hasta Allie. Por favor, llévame hasta ella.

—Los modales y la educación no me harán darle importancia a tu súplica, tenlo claro, Martin, es decir ¿en serio crees está aquí? no seas idiota.

Mis pies le dicen a mi cuerpo que se levante.

—Sé cuándo puede estar en el mismo lugar que yo, la oigo pedir ayuda. Sabes que el vínculo es efectivo y nunca miente cuando transmite una información, lo has vivido con Emma ¿o podrías negarlo?

Adelard resopla y sonríe con la comisura hacia arriba, puedo ver una extraña niebla negra en sus ojos. Él sabe de lo que hablo.

—Por supuesto que no podría negarlo, pero mi pregunta es... ¿por qué te importaría buscar a alguien tan... indeseable?

Mi mano le da un golpe a la mesa.

—¡Basta de preguntas innecesarias! ¿dónde está ella?

—Por favor caballeros, estamos en la mesa, discutan en otra parte. —sugiere Emma.

—¡Eso no te incumbe!

Emma se pone cabizbaja, como una sumisa ante las peticiones de su superior, la diferencia aquí es que ella es la superior en la historia, sin embargo, Emma no procede a decir alguna palabra, entonces comprendo que mi deber cómo amigo ha llegado.

—¡Ey! no le hables de esa forma, te lo advierto. Se supone que es tu novia, no tendrías que hablarle con ese tono de superioridad. Te la pasas el tiempo diciendo que es tu mujer, pero no la tratas como tal, como se merece. No está bien gritarle a una dama, pero supongo que tu padre no te lo enseñó.

Ella me da una mirada y me sonríe rápido. Adelard rueda los ojos y se levanta de su puesto. Me lleva a la entrada de la casa, subimos las escaleras y doblamos a la izquierda, pasamos un pasillo, veo dos puertas, una frente a otra; busca la llave en su pantalón y deja ver el interior de la habitación. Me adentro y encuentro con una pequeña ventana en la que entra luz, y luego la veo a ella, en una esquina, peleando por moverse. Mis ojos se abren al verla: las manos atadas, con una soga a un perchero, y una cinta sobre sus labios, ella se inquieta y solloza. Corro a ella y desato sus manos, les dejó marca, estaban apretadas. Me agacho y doy cuenta de lo pálida que está, la luz no ayuda mucho. Está temblorosa, y demasiado fría. Voy corriendo a la cocina a buscar un vaso de agua, llego de vuelta a la habitación y dejo a un lado. Mis ojos la examinan: estuvo llorando por un buen tiempo, puede que haya llorado desde hace horas, veo sangre salpicada en su frente y mejillas; el cabello en una coleta alta y tratando de hablar.

EL VÍNCULO ETERNO © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora