▫️ Capítulo 21 - Un día no tan feliz -▫️

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El aire se siente pesado aquí abajo. Los hombres llevan trajes negros y nosotras vestidos y uno que otro velo del mismo color. Jordan y Dylan cierran el ataúd. Isobel tiene a Ashley en brazos y tiene su mano agarrada a Élise. Yo estoy parada mirando al suelo y Dylan toma mi mano, le sonrío y pego mi cabeza en su hombro. Jordan dice unas palabras en honor a él, mi mirada se pierde viendo el ataúd, hasta que aterrizo en la tierra. Me acerco. Luego de las grandes palabras. Vuelvo a mi puesto y Dylan me acaricia los nudillos. Seco mis lágrimas. Mis ojos se profundizan en los suyos.

—Debo salir de aquí. —suelto su mano y subo las escaleras hasta la superficie. Me abrazo a mí misma y camino por el cementerio, a la salida.

—Allie…

—Perdón por no ser lo suficiente fuerte para afrontar esto.

Coloca su mano en mi brazo y remueve las lágrimas que quedan en mis mejillas

—Entiendo lo que sientes.

—No sé si lo entiendas o no. Quiero creer que esto no es cierto. Que esto no existe. Stefan debería de... estar aquí, pero no lo está; porque alguien decidió asesinarlo. Quiero descubrir quién fue. Porque yo no... No puedo seguir de este modo. Me largo de aquí.

—-Allie... aguarda un segundo por favor —me sostiene la mano.

—¡No! —grito y suelto su mano—entiende que debo hacer esto.

—¿Podemos siquiera hablarlo?

—No quiero hablarlo aquí, Dylan... ¿tienes hambre?

Saca las llaves de su camioneta. Les escribo a los demás mientras él conduce. Estaciona el auto en un lugar de comida rápida, Chick-fil-A. Dylan llega con la comida al auto, me entrega mis nuggets, con papas fritas y agua. Come su hamburguesa y demás acompañamientos. Bebe de su refresco. Me pregunta si quiero entrar, yo sacudo la cabeza y procedo a darle otro sorbo.  Mi mirada se va a las nubes y luego los rayos del sol que las atraviesa.

—Las pérdidas son difíciles, lo sé, y seguro pensarás: no, no lo sabes ¿qué sabes de perder a alguien si eres inmortal? aunque no lo creas yo también lo viví una vez, y se siente como un filo helado a tu piel y cortando tus venas, arde y la sangre que una vez formó parte dentro de ti se está derramando en tu brazo y deseas que pare, pero la forma de parar el sufrimiento es mirarlo a la cara.

—Tienes razón en todo lo que dices, pero espera ¿a quién perdiste?

Él me da una mirada y acaba con su hamburguesa. Deja el papel en la bandeja.

—Mi mamá, o bueno, eso creo porque no la he vuelto a ver desde hace... más de un siglo ahora que veo en retrospectiva.

—¿Hace más de un siglo? —desgarrador. No me puedo ni imaginar su despedida, me pregunto ¿cuántos años tenía en aquel entonces? Sin duda una pregunta que me aporta a su historial de vida, tengo que hacérsela —lo siento mucho.

—Yo también. Te hablaré del tema en casa ¿terminaste de comer?

—Ah, sí. —coloco las cosas en la bandeja y las deja en una mesa del frente. Regresa y ambos nos abrochamos el cinturón de seguridad para volver a casa—Y, gracias por la comida.

—Después de todo, pensé que podría traerte a tu lugar de comida favorito y te haría sentir mejor.

—Deberías alegrarte, me hiciste sentir mejor.

Llegamos a la casa y la casa está en silencio. No hay nadie siquiera en la cocina o en la sala, o en donde está el piano con las estanterías, aunque puede ser que estén en sus habitaciones. Después de dar una vuelta por la planta baja de la casa, me dirijo a mi cuarto y encuentro a Dylan mirando por ventana el frente de la casa, él sigue con el traje puesto, en cambio yo encamino al baño y me desmaquillo, mi vestido corto se levanta apenas me siento en la cama y quito los tacones.

EL VÍNCULO ETERNO © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora