Por última vez

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(Miércoles 25 de abril del 2018, a las 12:40 a.m.)

Querido Diario

Recuerdo una ocasión que estábamos solos, era sábado, tenías tu brazo sobre mi silla y mi cabeza reposaba en tu hombro. Hablabas de tu familia, específicamente de tu papá. Verte hablar tan emocionado de todas esas teorías que ustedes comparten y que yo no entendería si no te hubiera tenido en ese momento, fue algo que no tiene precio.

Recuerdo aquella vez que me desmonté de aquella guagua que venía de Santiago, al cruzar la calle y ver a todas partes me topé con que estabas recostado en la puerta del colegio, con una sonrisa de oreja a oreja. La mía no se hizo de esperar. Al acercarme a ti me abrazaste muy fuerte y me besaste la mejilla, luego fuimos al auto y me dijiste que me hubieras besado para poner locas o celosas a mis amigas.

Recuerdo aquel día que me desperté con un millón de mensajes tuyos donde expresabas que tenías más de una hora llorando y que querías que ya me despertara, hablara contigo y te calmara. Estabas llorando porque soñaste que me estaba muriendo en un hospital y que no tenías forma de verme porque no te dejaban entrar a mi habitación. Luego de contarme tu sueño, no pude evitar reírme de este lado pero haciéndote sentir mejor.

Recuerdo la primera vez que salimos con tus padres, a tu recital. Estabas tan bello, camisa de cuadros, jeans no tan nuevos, tocando Corazón de niño. Luego en el auto, estabas acariciando mi brazo y yo el dorso de tu mano.

Recuerdo aquella vez que fuimos a la feria del libro. Estábamos en casa de Valerie y tenías tu cabeza en mis piernas, acariciaba tu cabello mientras besabas mi otra mano. En ese momento pude ver las manchas de tus brazos de cerca y te pregunté por ellas. Me dijiste que eran por el calor y que solías acomplejarte de ellas, pero sé que eran las manchas más lindas que había visto y sé que Valerie también las tenía, no eran algo nuevo para mí. Así que besé tu brazo, una y otra vez. Te pedí que no te sintieras incómodo con ellas porque son bonitas. Al anochecer y salir de la feria, fuimos a comer pizza. Estabas de glotón y no me molestó compartir de mi peperoni contigo (algo totalmente increíble), Marco hizo un comentario y tomaste mi rostro entre tus manos llenas de grasa para besar mi mejilla. Ese día le permitiste a Marco conducir porque "estabas cansado". Coloqué mis piernas en las tuyas y nos abrazamos. Nos mantuvimos todo el camino abrazados, besando nuestras mejillas de vez en cuando y por instantes, casi nos besamos, pero sabíamos que cuando eso pasara no habría marcha atrás.

Recuerdo aquella vez que me dormí en la casa de Valerie y te paraste a verme desde la puerta. Sentí cuando se hundió la cama pero pensé que había sido parte de mi sueño, hasta que me confesaste haberte sentado en la cama, por largo rato y que querías acostarte a mi lado, besarme y verme así el resto de la vida.

Recuerdo cuando me contaste de muchos problemas que tenías en tu familia, de tus hermanos y tus padres, de Elizabeth, problemas que me reservaré.

Recuerdo aquella noche que estábamos completamente solos en la galería, estuvimos hablando por un largo rato y nos acercamos y te abracé. Dije cuanto te quería, tenía mis manos alrededor de tu cuello y tú colocaste las tuyas en mi rostro, nos acercamos y nuestros labios estuvieron tan cerca que finalmente creí que sería nuestro primer beso pero me paniquié y te dije que aún no estaba lista. Tú sonreíste y me besaste en la mejilla, muy cerca de mis labios. Dijiste que estaba bien, que podías esperar.

Recuerdo cuando fuimos a Wendy's desde la casa de mi abuela, me fuiste a buscar, comimos en el parque y luego de mucho hablar y poner muchas cartas sobre la mesa, nos besamos.

Recuerdo todas las veces que nos besamos y cómo lo hicimos, las guardaré para nuestro consumo personal y porque nuestros lectores no están capacitados mentalmente para una descripción bien detallada de todo eso (como todas las que he hecho hasta ahora).

Where do broken hearts go?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora