Estaba cerca, podía sentirlo.El picor en la nunca, el nudo en la garganta, el aire parecía más denso, como si todas las velas que había en el gigantesco salón hubieran consumido todo el oxígeno, dejando un vacío que necesitaba ser llenado. Todo eso hacía que Elieanora Santini estuviese en alerta. Esas sensaciones la invadían sólo cuando él estaba cerca.
Y justo entonces se abrieron las puertas de roble de la entrada e incluso el aire de sus pulmones se esfumó. Keyllan Mccarthy, el hombre que juró no volver a ver jamás estaba por fin en Zafiro. Iba vestido completamente de negro, ocupaba la entrada por completo. Sus ojos escudriñaban con la intensidad de un depredador todo lo que le rodeaba. La adrenalina estalló dentro de ella, dejándola paralizada en la silla y amenazando con liberar los recuerdos que llevaban nueve años enterrados en lo más profundo de su memoria. Al parecer no era un lugar tan profundo como ella creía.
Una marea de recuerdos no deseados no podía compararse con tenerle delante en carne y hueso. El Keyllan de sus recuerdos no se parecía en nada a aquel hombre, que más bien parecía un guerrero, alguien frío, distante y calculador. ¿Siempre había sido tan alto, tan fuerte?, ¿siempre tuvo aquel aspecto?
Elieanora tragó saliva. ¿Por qué tenía que tener tan buen aspecto?, no quería que lo tuviera. Lo mejor que podía hacer era irse en ese mismo instante, aprovechando el jaleo que provocaban los invitados. No quería bajo ningún concepto enfrentarse a él y revivir su último encuentro.
Su hermano Elijah lo vio y lo llamó a gritos y Elieanora supo que ya era demasiado tarde para salir corriendo sin levantar sospechas. Keyllan lo vio y con una sonrisa se acercó a él. En ese justo instante unos ojos azules se posaron en ella y cualquier atisbo de sonrisa desapareció. No la miró más de un segundo, fue como si el mero hecho de haberla mirado hubiera sido un error.
En cuanto quedó liberada de esa gélida mirada, Eli sintió como si la hubiesen abofeteado. Sabía que Keyllan no olvidaba con facilidad, igual que ella, pero no pensaba que aún le guardara tanto rencor, no tenía derecho, la única que debía estar resentida era ella. Lo bueno de todo aquello era que en cuanto la fiesta que había organizado su hermano acabara, no volverían a verse jamás y ambos serían más felices.
***
Ella estaba allí, tal y como se lo esperaba. Keyllan abrió y cerró los puños al ritmo de los latidos de su corazón, su visión se tiñó de rojo sangre. Encontrarse cara a cara con la mujer que le destrozó años atrás sacaba al animal más primario y feroz que llevaba en su interior. Hasta aquel instante no se había percatado de hasta que punto llegaba su resentimiento. Era como si verla hubiese encendido la ira y toda la amargura abriera antiguas heridas.
No quería estar ahí, porque eso significaba volver a verla y verse arrojado de cabeza a aquellos días tormentosos.
Aspiró el aire con fuerza, percibiendo los olores de la comida, las especias y del deber. No tenía más remedio que quedarse allí, a lo largo de los años la vida le enseñó que no siempre se consigue lo que se quiere. Keyllan estaba en la fiesta por su amigo y esperaban de él que fuera el acompañante de su hermana durante la ceremonia y también su pareja en el primer baile dando así inicio a la celebración. Debía tomarla entre sus brazos y bailar con ella. No había manera de que nada ni nadie le preparara para aquello. Debería haber llevado con él a alguna mujer, al menos así alguien le distraería de su pesadilla personal.
- Keyllan- escuchó a Elijah saludarle a través del murmullo de los invitados.
Los dos hombres se abrazaron dándose palmadas en la espalda, demostrando el mutuo aprecio que había entre ellos. Ella los miró sin moverse, esperando el inevitable momento de tener que dirigirle la palabra fingiendo que lo ocurrido antaño nunca sucedió.
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Un amor implacable - trilogía el poder del amor 1
RomanceLa vida de la princesa Elianora Santini siempre ha estado marcada por el peso de su deber real. Como miembro de la realeza, sabe que su vida no le pertenece y que debe actuar según las necesidades de su país, incluso si eso significa sacrificar sus...