Capítulo 22

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Eran las 7 de la mañana, Keyllan y la princesa estaban en la parte de atrás del coche que les llevaba al aeropuerto, Sebastiano había decidido hacer de chofer. Llegaron al Aeropuerto de Fiumicino, Sebastiano les dejo en el hangar privado , el personal se hizo cargo de subir a bordo sus pertenencias. Elieanora se despidió de Bas con un abrazo fraternal y con la promesa de llamar en cuanto llegaran a su destino y tenerle informado de todo lo que sucediera.

Keyllan tomo su mano y la ayudo a subir por la escalinata del Jet, ambos se habían decantado por un total Black look, llevaban vaqueros negros y jerséis de cuello vuelto en el mismo tono, las botas militares coronaban su vestimenta y la princesa llevaba su melena en una coleta alta. Iban vestidos para una guerra, ambos tenían el presentimiento de que al llegar se desataría una lucha.

Tomaron asiento uno al lado del otro y abrocharon sus cinturones. El piloto , Andrea, amigo de la princesa les saludo por el PA, deseándoles un vuelo libre de turbulencias y lleno de siestas.

—¿Hace mucho que trabaja para ti?
—Andrea? Si, llevas años conmigo y es el piloto al que acudimos cuando necesitamos un rescate de emergencia y no podemos dar más información... ya me entiendes.
—Perfectamente.
—¿Te importa si me pongo a trabajar un poco? Ciro me ha escrito, al parecer hay un pequeño problema con una absorción y por otro lado quiero darle las últimas pinceladas al tema de Ambrouse.
—Para nada, me parece muy bien, supongo que no me dirás más sobre cierto tema. Yo también tengo trabajo atrasado así que aprovecharé también .
—Cuando lo tenga todo como deseo te informaré, pero no es el momento.

Hizo un mohín casi infantil lo que provocó que Keyllan le arrebatara un beso de los que te dejan sin sentido.

—No te he besado desde que nos hemos despertado, ha sido todo una carrera y no he tenido tiempo de besarte en condiciones.
—Tienes autorización para robarme besos así cuando quieras- le devolvió el beso con más pasión.
—Princesa, si quieres trabajar no debes besarme así más, porque lo que vas a conseguir es que te cargue sobre mi hombro y te encierre en ese camarote donde te haré el amor hasta que quedemos exhaustos.
—Qué difícil, ¿Qué elegir? ¿Placer o deber?

Keyllan acercó ambos maletines, entregándole a ella el suyo.

—A trabajar.
—Que poco divertido ,signore*
—Eli, no me provoques.
—Seré buena, al menos un ratito. ¿Café?
—Si, por favor.

Mientras Keyllan preparaba su portátil y revisaba las carpetas de su maletín, Eli sirvió dos tazas de café, le entregó la suya y tomó asiento.

—Gracias tesoro. Está buenísimo.
—Prego*- ella hizo lo propio y terminó de preparar su mesa de trabajo.

Le siguieron un par o tres de horas de arduo trabajo para ambos, llamadas y ciertos dolores de cabeza, pero estaban trabajando en armonía, se iban aconsejando sobre algunas inversiones y Keyllan debía darle las gracias porque fue ella la que se dio cuenta que era muy posible que uno de sus contables de París le hubiera hecho entrega de un libro de contabilidad en B. Le tocaba investigar a fondo. La miro de reojo, estaba inmersa en una reunión por Zoom con su oficina de Nueva York. Era hermosa, adoraba la forma en la que fruncía el ceño cuando algo no le gustaba, adoraba su inteligencia, su fortaleza. Estaba deseando que ella acabara para tomarse un descanso, quería asegurarse de que les estarían esperando a su llegada, no iba a correr riesgos. Elijah le había escrito preguntando si había más novedades y su padre le había informado de que Charles estaba bastante preocupado por sus hijos pequeños.

Eli por fin dio por terminada su reunión, estaba agotada, pareciera como si de repente todos sus trabajadores se pusieron de acuerdo para encontrar problemas en todas la transacciones que se estaban llevando a cabo. Cerró con un golpe bastante brusco la tapa de su portátil y se masajeo las sienes, le iba a estallar la cabeza. Como si no fuera suficiente con tener a un demente deseándole la muerte, un montón de cabos sueltos en la contabilidad de Nueva York gracias al demente se le sumaban los mensajes de su hermano Elijah, su padre y su cuñada, todos advirtiéndole que tuviera cuidado, todos diciéndole lo peligroso de su decisión de asistir a la gala. El único que estaba emocionado con su viaje era su gemelo, al menos así se verían. La pantalla de su teléfono se encendió.

                Marco:
             Mi esmoquin te va a encantar, tengo rebuznando al ruso, al parecer no le gusta mucho ir de gala.

Un amor implacable - trilogía el poder del amor 1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora