Las comisuras de los labios de Keyllan se levantaron dejando entrever un hermoso hoyuelo.
-¿Hacer qué? ¿Esto?-se llevó su mano a los labios y beso su justo el centro de su palma. Parecía un gesto tan simple, tan inofensivo, pero no era. Elieanora dejo de respirar durante un segundo mientras el aliento de él seguía abrasándole la piel.
-¿o quizás esto?
Iba a besarla, lo sabía. Debía girar su rostro para impedirlo, pero no había tiempo o más bien no quería hacerlo.
Los labios de Keyllan fueron al encuentro de los suyos. No hubo tiempo para preguntas ni arrepentimientos, la presión de aquella boca exigente la abrumo. El calor se apoderó de ella, pura lava corría por sus venas. Sus bocas se fundieron en un beso cada vez más profundo, más exigente. Sus cuerpos estaban en sintonía, no había guerras ni reproches, tan solo un sentimiento tan primitivo como lo era el deseo. Cada uno de sus poros gritaba pidiendo más. Las manos de K estaban en su espalda, agarrando su maraña de rizos seguramente ya despeinados, sus dedos clavándose es sus caderas... lo tenía en todas partes. Necesitaba que la besara, esperaba que lo hiciera, pero jamás había esperado algo tan intenso. Aquello no era un simple beso, era algo más profundo, más vibrante, era una declaración de intenciones y ella lo quería, quería ese beso y más, mucho más.
Keyllan se separó un poco de ella.
- Haz el amor conmigo esta noche.
-Esto no puede ser, no debe ser, es una locura.
-Me deseas princesa y yo te deseo a ti, te deseo demasiado. Te he querido hacer el amor desde que te he tomado en mis brazos y no he dejado de fantasear con volver a estar dentro de ti.
Ella negó con la cabeza sin poder articular palabra, claro que le deseaba, sería una estupidez intentar negar lo obvio, pero el dolor de antaño no permitía ser ignorado. Su deseo y su dolor estaban en una lucha y no sabía que saldría venciendo.
- Tú me tuviste una vez y lo destruiste todo, me rompiste.
. Eso pasó hace años, ya no somos esos críos, hemos madurado, sabemos lo que deseamos y sabemos que limites poner Eli.
.-Me odias.
-Te deseo locamente.
-Y yo te odio también.
-No puede ser, ese beso no es fruto del odio.
-¿No te das cuenta de que no tiene ningún sentido?- Keyllan, nada de esto tiene sentido.
-¿Quién necesita analizarlo?, te deseo, esta noche, en mi cama, en mis brazos, necesito estar dentro de ti, una última vez.- Keyllan volvió a besarla apasionadamente recordándole como podría ser, como la hacía sentir con un simple beso.- Mañana ambos abandonaremos la isla, volveremos a nuestras vidas. Podríamos hacerlo satisfechos, habiendo disfrutado de esto que nos quema una última vez, sería nuestra despedida, sustituyamos la vieja por esta, acabemos con un amargo recuerdo y dejemos uno de placer.
Eli se mordió el labio inferior, lo tenía hinchado por los besos apasionados de él.
-Una sola noche.
-Una única noche y después seguiremos nuestros caminos por separado.
Keyllan le mordisqueo el lóbulo de la oreja, haciéndola estremecer mientras seguía acariciándole la nuca, calmándola, incitándola.
-Después de la recepción iré a tu habitación. Solo una noche Eli, ¿trato hecho?
Cuantas noches soñó con él?, ¿cuántas noches soñó con que le hacía el amor? ¿Cómo sería volver a tenerle tan dentro de ella? Aún recordaba la sensación al tenerle en su entrada más escondida, el anhelo de que la llenara por completo. Recordaba el peso de su pecho al tenerle encima, como sus piernas habían rodeado sus caderas por puro instinto.
Keyllan la deseaba, a ella, a pesar del odio, seguía deseándola. Era una estupidez, pero se sentía orgullosa, poderosa, él la hacía sentir sensual.
-Si-susurro.
-¿Aceptas?
-Sí, trato hecho, esta noche seré tuya. Dejaré mi puerta abierta, puedes utilizar los pasadizos, ya los conoces así nadie te verá.
Keyllan la estrecho entre sus brazos una vez más y no quedo duda alguna sobre la urgencia de su deseo. El bulto de sus pantalones la quemaba atreves del vestido. Su boca chocó contra la suya una vez más en un beso duro, exigente y Eli se quedó temblorosa deseando que ya fuese la hora de estar en su habitación.
-Esta noche princesa espérame.- sonrió nuevamente dejando ver sus traviesos hoyuelos.
Keyllan volvió a entrar en el salón de baile dejándola sola en el pequeño balcón. Necesitaba un momento más para calmar su respiración y otro más para intentar adecentarse un poco porque seguramente tenía pinta de haber hecho lo que justo había estado haciendo.
Ese hombre era un seductor, era el pecado hecho hombre. Era la tentación y ella no se había podido negar más. Habían estado en mitad de un acto oficial, casi haciendo el amor en la terraza como unos adolescentes. Eli se estaba empezando a cuestionar su buen juicio, cualquiera habría podido acercarse a tomar el aire y haberles descubierto. Eso habría sido un escándalo.
Ya se imaginaba los titulares sensacionalistas. ¨ LA PRINCESA DE HIELO PILLADA EN LOS BALCONES MANTENIENDO RELACIONES EN LA CORONACIÓN DEL REY ¨.
Eso casi le produce un ataque de risa, su gemelo se lo restregaría eternamente y ni quería imaginarse la cara de Elijah, ya no solo por lo inapropiado de la situación sino por el hombre que me acompañaba en dicha hazaña.
Siendo sinceros, tenía un historial impoluto, jamás había llegado a ser la comidilla de la nobleza. Sus acciones jamás habían llegado a ser de dominio público, por eso la habían apodado ¨ La princesa de hielo ¨. Mantenía el control constante de su vida privada y se aseguraba de que cada salida, cada evento, todo fuese calculado al dedillo y no diera lugar a malentendidos o situaciones desagradables, para eso ya estaba Marco, su hermano era el niño predilecto de la prensa. Sus aventuras amorosas y sus amantes eran portadas de alta tirada cada dos por tres. Con un príncipe díscolo la familia ya tenía de sobra, no se necesitaban más escándalos de momento.
Elieanora respiro profundamente una vez más, hecho los hombros para atrás y se irguió con la cabeza bien alta. Era el momento perfecto para volver a hacer acto de presencia en el salón de baile si no levantaría sospechas.
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Un amor implacable - trilogía el poder del amor 1
RomanceLa vida de la princesa Elianora Santini siempre ha estado marcada por el peso de su deber real. Como miembro de la realeza, sabe que su vida no le pertenece y que debe actuar según las necesidades de su país, incluso si eso significa sacrificar sus...