Elieanora miró el reloj que acababa de dar la hora y maldijo por lo bajo, ya era hora de volver a bailar con él. No estaba preparada para ello, no después del enfrentamiento de la noche anterior, ni de la tensión del desayuno y mucho menos aún después de las miradas intensas que le lanzaba; ¿cómo conseguía hacerla sentir cosas que no quería sentir? ¿cómo conseguía que su corazón diera un vuelco con solo estar en la misma estancia? Keyllan había pasado de odiarla a enviarle mensajes completamente contrarios. Esos ojos la miraban de arriba abajo, inspeccionando, deseando, volviéndola loca. ¿Por qué tenía que arrastrarla a aquella montaña rusa emocional? Era más fácil antes, cuando él la aguijoneaba con sus palabras, porque eso hacía que lo odiara un poco más. Pero ahora ella ya no sabía que es lo que él buscaba y la incertidumbre la estaba matando.
Fue en busca de su padre pero Keyllan la interceptó en ese instante agarrándola del brazo con firmeza.
- He estado buscándote.
Elieanora trató de no zafarse de su agarre, eso no daba buena imagen y mucho menos en una noche tan importante como aquella. El corazón le martilleaba desbocado.
- Tendrás que disculparme, pero estoy en busca de mi padre.
- Tu padre está bien, no te necesita, yo sí - le apretó el brazo un poco más manteniéndola firmemente a su lado- Tengo una propuesta que hacerte.
- No estoy interesada.
De la nada la orquesta empezó a tocar los acordes del vals y ella supo que ya debía acompañarle. Vio a su hermano y a Elvira caminando hacia la pista sonrientes y sintió cómo Keyllan apretaba su brazo con más intensidad.
- Aún no has escuchado la propuesta.
- Oh, no es necesario escucharla, tengo claro que no me interesa, pero si no me queda alternativa, te escucharé y seguido me negaré rotundamente- soltó desafiante.
La sonrisa que curvó sus labios fue descarada y juguetona. Puedo ver al joven que una vez amo y fue un golpe para su corazón.
- Primero bailaremos y cumpliremos con nuestras obligaciones y después te diré lo que tengo en mente. Creo que será beneficioso para ambos y así podremos seguir con nuestras vidas sin más rencores.
Elieanora pensó que resultaría más fácil bailar con él ahora, pero no fue así. Desde el instante que él la tomó en sus brazos ella sintió que algo había cambiado. La furia había desaparecido dejando paso a una ardiente tensión que quedaba reflejada en cada movimiento y mirada. Ya no estaba enfrentándose a un hombre que la odiaba sino a uno que la deseaba, y eso era mucho más peligroso. Podía sentir su deseo, su urgencia en cada roce y estaba segura de que él sentía el suyo. Su cuerpo vibraba, más vivo que nunca, la piel se estaba sonrosando, sus pechos se estaban endureciendo y el calor surgía en su bajo vientre. Eran dos volcanes a punto de erupcionar.
Keyllan no dijo una sola palabra mientras bailaban, sin embargo decía mucho más con esa mirada que se había tornado de un azul oscuro penetrante, con esa sonrisa juguetona que prometía infierno y paraíso a la par, y el modo en el que deslizaba los dedos por su desnuda espalda la hacía temblar.
Elieanora estaba embriagada, incapaz de respirar sin que su aroma la envolviera, lo sentía por todas partes. Su sentido común había salido por la ventana hacía mucho tiempo, en lo único en lo que era capaz de pensar era en él, en cómo conseguía que se sintiera. Debía odiarle pero era incapaz de hacerlo, un parte de ella aún fantaseaba con el final de cuento de hadas. Elieanora renunció a aquellas fantasías hacía muchos años, siguió con su vida, se forjó un nombre, un futuro, una vida. Consiguió ser fría y racional, ya no se dejaba guiar por su corazón sino por su cerebro, pero todo eso estaba quedando olvidado, volvía a ser la joven atontada y encandilada por los encantos de Keyllan . Parpadeó al darse cuenta de que todos los invitados se habían unido a la familia real en la pista de baile. Inmediatamente se soltó de su agarre dándose cuenta de lo mucho que le afectaba ese hombre. Debía protegerse de él, se dio media vuelta y abandonó la pista de baile dirigiéndose al balcón.
-¿Dónde vas? Tenemos una conversación pendiente.
-Necesito aire fresco, estoy algo mareada.
La terraza daba a un pequeño paraíso. La luna se reflejaba en el mar, unas tenues luces iluminaban el castillo. El aire le resultaba reconfortante en comparación con el fuego que Keyllan había encendido en sus entrañas.
-¿Quieres que te traiga algo?
Era de esperar que la siguiera, el quería proponerle algo y no se rendiría hasta conseguir su propósito. Sin darse la vuelta tan solo susurró.
-Estoy bien, no necesito nada- mintió descaradamente, le necesitaba a él, mucho, cada fibra de su ser reclamaba por él.
-Estás segura? No sé, pareces...
-¿Agotada? Es posible, ha sido un día muy largo y lleno de emociones. -Dijo consciente de que él no quería decir eso.
-No, agotada no, iba a decir más bien conmocionada.
-Ha de ser porque hemos conseguido terminar de bailar sin matarnos.
-Dudo mucho de que sea esa la razón, Eli.
Eli, que sensual sonaba su nombre en sus labios, hacía cuánto que no la llamaba así? Una eternidad .
El viento le revoloteaba el vestido, trayendo consigo el olor de ese hombre tan imposible, tan implacable. Elieanora se dio la vuelta, rodeándole para así no tener que mirarle.
-Debería volver dentro.
-Eli- Keyllan la sujetó por la muñeca con firmeza pero sin hacerle daño.
-Agarrarme a cada momento se está volviendo una manía muy molesta.
-Aún no me has dado la oportunidad de hacerte mi propuesta.
-Creo haber dejado claro ya que no estoy interesada.
-No sabes de qué se trata.
Keyllan empezó a trazar círculos sobre su piel con el pulgar y con cada movimiento prendía una nueva llama en su ya ardiente cuerpo. Le estaba dejando grabado a fuego una promesa.
-Mírame-Keyllan levantó levemente su barbilla, obligándola a enfrentarse a su mirada- Mírame, ¡maldita sea!- soltó su rostro al ver que ella seguía mirando al suelo, terca como una mula.
Eli alzó la mirada, hasta que sus miradas se encontraron y él le sonrió, una sonrisa tan llena que nadie pensaría que hasta hace apenas unas horas se lanzaban dardos envenenados.
-Eso está mucho mejor.
Las manos expertas de él empezaron a darle un suave masaje en la nuca.
-Eres absolutamente hermosa.
Un fugaz recuerdo se coló en su memoria. Ella, Keyllan, Marco y Elijah saltando desde lo alto de una roca. Ella había salido del agua y se había tumbado sobre la arena, él había hecho lo mismo y le había dicho- eres hermosa-justo antes de darle su primer beso, un beso que la hizo sentír adorada. Pero él ya no era nada para ella, no pertenecía más a su vida y no conseguía entender por qué esos recuerdos traicioneros no dejaban de colarse en su mente una y otra vez.
-No puedes seguir haciendo esto, no puedes, K.
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Un amor implacable - trilogía el poder del amor 1
RomanceLa vida de la princesa Elianora Santini siempre ha estado marcada por el peso de su deber real. Como miembro de la realeza, sabe que su vida no le pertenece y que debe actuar según las necesidades de su país, incluso si eso significa sacrificar sus...