Capítulo 18

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Cuando Elieanora abrió los ojos no había amanecido aún, Keyllan la tenía abrazada a él y dormía plácidamente. Pudo admirarle tranquila, su respiración era suave, ese hombre hasta dormido era muy sexy, tenía los labios carnosos un pelín entreabiertos, ni una sola línea rompía con la armonía de su rostro, Eli sonrió mientras le daba un ligero beso como una pluma en los labios y con el máximo cuidado para no despertarlo se escabulló de la cama, estaba descansada, así que decidió ir al gimnasio a entrenar, le vendría bien antes de que toda la casa se llenara de actividad. Sin más dilación, se enfundó sus mallas y un top deportivo a juego, y un moño alto y bien sujeto terminaba de armar su look matutino.

Empezó su rutina estirando y calentando músculos y articulaciones, diez minutos después estaba en la cinta aumentando velocidad y pendiente, esa cosa era matadora, te ponía de 0 a 100 en cuestión de minutos, sus fieles Airpods la acompañaban, y el ritmo de Me Against The World de 2Pac retumbaba en sus oídos, treinta minutos después, sudando y con la respiración agitada, bajó de un salto de la cinta, estaba eufórica, feliz, K y ella ya habían enterrado el hacha de guerra, habían limpiado y curado las heridas y hoy empezaban su nueva historia, estaba tan contenta que, hasta las amenazas que les perseguían, habían perdido intensidad para ella. Se secó la frente con la toalla y dio un gran trago a la botella de agua, su siguiente parada era el saco de boxeo, por una vez no iba a desahogar su ira o su frustración sino su subidón de endorfinas. Se sabía muy bien los movimientos, como decía Ivaar. Todo estaba en el juego de pies, empezó suave, puñetazo, puñetazo, patada. Y siguió. Así un buen rato, fue subiendo la intensidad y la fuerza de sus golpes mientras su mente hacia planes de futuro y su cuerpo se movía al ritmo de su playlist de entrenos.




*****

Keyllan se despertó solo en la cama, agudizó el oído para ver si Elieanora estaba en el baño, no se escuchaba ningún ruido. Se le ocurrió que habría despertado y ya estaría desayunando o trabajando, era más que probable que fuera la segunda opción. Decidió darse una ducha rápida antes de ir en su busca, miró el reloj de su muñeca y marcaban las 6:15 am, era el primer día de su relación formal, estaba ansioso por besarla, por verla, simplemente por estar con ella. Terminó de ducharse en menos de 5 minutos, se secó a toda prisa y se puso uno pantalones de chándal, si ella estaba trabajando aprovecharía para entrenar un poco antes de desayunar. No la encontró en el despacho, y tampoco estaba en la cocina, su gente no había llegado aún, Eli no era tan irresponsable como para haber salido sin avisárselo y se le ocurrió que quizás estaba en el gimnasio. Había dado en el clavo, estaba totalmente absorta dándole golpes al saco de arena, sus movimientos eran fluidos pero firmes y potentes, se movía con elegancia, con esa gracia tan típica de las bailarinas, pero podías ver en cada giro, en cada patada y en cada puñetazo, en la forma que tenia de agacharse, los años de entrenamiento que tenía. Estaba muy sexy, varios mechones se le habían escapado del moño y enmarcaban su rostro enrojecido por el esfuerzo, llevaba un top color celeste que iba a juego con las mallas que envolvían sus torneadas piernas y hacían que ese trasero por el que estaba empezando a babear como un loco se viera como una maldita obra de arte, le apetecía darle un mordisco como si de un melocotón se tratara. Eli estaba tan concentrada que no se había percatado siquiera de su presencia y como una pantera se acercó a ella sigilosamente.



*****

Sintió un movimiento detrás suya y antes de procesar quién era, su cuerpo decidió aniquilar la posible amenaza, agarró con fuerza el brazo que se le había acercado y consiguió hacerle una llave apretándole el cuello y con todas sus fuerzas le tumbó tirándole por encima de su hombro y aplastándole el pecho con su rodilla derecha. Cuando por fin se dio cuenta de quién era, pegó un chillido.

-Maldiciones, K, me has asustado- aflojó la presión de su rodilla y Keyllan aprovechó para inmovilizarla sentada a horcajadas sobre él.
-Podrías fingir un poco de arrepentimiento y pedirme disculpas- le había pillado completamente desprevenido, esa mujer era un arma letal en el cuerpo a cuerpo y una parte de él se enorgullecía de ello, la parte de su ego de macho alfa herido estaba rebuznando en ese momento.
-Perdón, no era mi intención atacarte- y le sonrió de oreja a oreja
-Eso más que una disculpa ha sonado a regocijo, princesa, estás siendo muy mala- ella se estaba burlando de él.
- ¿En serio? Te prometo que de verdad no era mi intención hacer que mordieras el polvo, lo prometo, palabra de princesa- una carcajada estaba a punto de salir de su garganta, pero la controló, no quería enfadarle, solo irritarle.
-Pequeña sinvergüenza- con un movimiento ágil ella acabó de espaldas en el suelo con un juguetón Keyllan encima, le había inmovilizado los brazos encima de la cabeza y tenía una pierna separándole los muslos. Gotitas de agua le cayeron en el rostro a Eli, K tenía el pelo mojado aún.
-Me estás mojando, soldado- su falso enfado no surgió el efecto deseado y como un niño risueño Keyllan comenzó a sacudir la cabeza intentando salpicarla más aún.
-Ahora sí te he mojado un poquito y si no dejas de intentar escaparte, culebrilla, te voy a llevar en volandas y te tiro a la piscina.
- ¡¿No te atreverías?!
-¿Quieres ponerme a prueba?- le susurró al oído, tenerla debajo de él le estaba excitando, le mordisqueó juguetón el lóbulo de la oreja y le besó el cuello.

Elieanora sintió la prueba de su deseo y su cuerpo se arqueó en busca del suyo, quería que la besara de una vez por todas, que la acariciara y la llevara al cielo como solo él sabía hacer, pero Keyllan quería jugar con ella, quería llevarla al límite, hacerla suplicar para luego hacerles arder a ambos. Eli empezó a mover sus caderas intentando liberarse de su agarre, pero acabo rozándole la parte más sensible de su anatomía y les hizo gemir a ambos.
-Estate quieta, bruja, ya te dije que iba a castigarte.
- ¿Cómo vas a castigarme?
-Ahora mismo lo vas a ver-

El hombre sexy y posesivo estaba de vuelta y Eli sabía que ya no había escapatoria, harían el amor en mitad del gimnasio del apartamento, eran las 7 am y el apetito de su hombre había amanecido con más fuerza que nunca. Keyllan mantuvo sus brazos inmovilizados con una de sus manos mientras con la otra recorría el rostro, el cuello y los costados de la princesa, sus dedos se clavaron en su cadera mientras ella le dejaba el espacio suficiente para que él se colocara entre sus muslos, un gemido gutural se les escapó a ambos.

-Si me vas a castigar así cada vez que te pinche, juro solemnemente que desde hoy me dedicaré a molestarte constantemente- elevó las caderas un poco más intentando conseguir el contacto que su cuerpo anhelaba. - Bésame ya ¿a qué estas esperando?
-Eres una bruja muy mandona y excesivamente descarada...hoy las cosas se hacen a mi manera Eli, hoy mando yo- quería dejarla a borde de la locura, y para incendiarla un poco más empezó a mover su pelvis en círculos lentos y sensuales contra la parte de ella que más le anhelaba.
- KEYLLAN...
-Silencio princesa o lo demoraré aún más.
-Eres muy cruel- intento semi incorporarse aplastando sus doloridos pechos contra su torso, buscando sus labios para sellar la promesa de un clímax abrasador.
-Chica mala y provocadora

Keyllan aprovechó la postura para mordisquearle el lóbulo de la oreja, bajar por su cuello succionando sin hacer la presión suficiente como para dejarle marca alguna, bajó un poco la cabeza y mordisqueó sus pezones a través de la tela del sujetador deportivo. Necesitaba sentir su piel, acariciarla de pies a cabeza, sin cruzar palabra le quito el sujetador por encima de la cabeza y volvió a hacer el recorrido anterior , sus hábiles dedos estimulaban sus pezones mientras su boca succionaba, lamía y mordisqueaba esos montículos rosados ya endurecidos en su totalidad. Sus labios fueron dando besos mientras bajaba por su abdomen, se entretuvo en su ombligo, jugueteando con él, sus pulgares se colaron en la goma de sus mallas y de un solo movimiento se las bajó junto a las braguitas por esas piernas perfectamente torneadas.

Elieanora temblaba de pies a cabeza, el deseo le había nublado el juicio, estaba húmeda y preparada para él, pero quedaba claro que Keyllan quería seguir explorándola como si de una tierra recién descubierta se tratara, sus gemidos inundaban el gimnasio, le tenía agarrado por el pelo y sus muslos le sujetaban firmemente agarrado a ella.

Keyllan fue dejando un reguero de besos de cadera a cadera y levantó la cabeza mirándola a los ojos.
-21 besos cariño, tus caderas miden 21 besos.
-K, por favor, deja de jugar, te deseo, mucho.
-No estoy jugando, Eli, necesito explorar cada palmo de tu cuerpo, paciencia, solo déjame tomarme mi tiempo.

Keyllan se incorporó y se quitó la camisa y terminó de desnudarse en un parpadeo, su mirada subía y bajaba por el cuerpo de la princesa, era un león hambriento delante de una dulce gacela, sus movimientos se hicieron más lentos, deslizó una de sus rodillas entre sus suaves muslos, separándolos y elevando su pelvis hasta hacerla entrar en contacto con su cálida boca. Deslizo suavemente la punta de su lengua sobre su feminidad llegando al pequeño montículo de nervios y empezó a trazar círculos, rozándolo lentamente, su clítoris se endureció ante el ataque constante de Keyllan. Él pudo notar como ella se humedecía cada vez más y aprovechó para introducir su índice en su cálida cueva, balanceándolo mientras su lengua seguía un ritmo frenético. Ella estaba cada vez más resbaladiza e introdujo un segundo dedo, suavizando la presión de su lengua pero sin darle tregua.

Elieanora tenía sus uñas clavadas en los hombros de Keyllan, sus gemidos eran cada vez más intensos, intentó acariciar todo lo que tenía a su alcance pero él no le estaba permitiendo explorarle, la tenía completamente a su merced, provocándole la mayor oleada de placer que había sentido hasta ese momento tan solo con su boca y sus manos, la tenía enfebrecida de deseo. Keyllan siguió estimulando sus pechos, sus pezones se habían tornado a un tono rosa frambuesa intenso, su lengua seguía haciendo magia con su clítoris y sus dedos se movían en su interior dando justo en el punto mas sensible de su anatomía, estaba a punto de llegar al orgasmo, su cuerpo se estaba arqueando por voluntad propia, su interior se estaba tensando alrededor de esos hábiles dedos.

— Eso es, Eli, estás preciosa, Dios nunca me voy a cansar de verte así.

A la princesa no le hizo falta escuchar nada más, su cuerpo estalló en mil pedazos en un orgasmo brutal. Keyllan sujetos su rostro entre sus manos y la miró embelesado.
- Perfecta, eres perfecta para mí- y por fin selló aquella confesión con un beso, un beso lleno de deseo, de ternura y de promesas.
- Aún pudiendo correr el riesgo de aumentar tu ego debo reconocer que eres magnífico y me tienes completamente enloquecida.
- Alteza, no he terminado contigo, nos queda lo mejor- volvió a besarla mientras se colocaba entre sus muslos, su erección era una barra de fuego contra su tibia piel.
Elieanora lo sentía en su entrada, cálido y poderoso y cuándo creyó que por fin se zambulliría en su interior él les dio la vuelta haciendo que ella quedará encima de el, dándole el poder de hacer con él lo que quisiera.

Verla sentada sobre sus muslos con el cabello revuelto, las mejillas sonrojadas y los ojos brillantes por la pasión le recordaba a una amazona, una guerrera que le tomaría sin piedad.

-Soy todo tuyo, Eli, siempre lo he sido y te juro que siempre lo seré, haz conmigo lo que desees.

El hombre tierno la desarmaba y no sabia qué decir, así que le dio un tierno beso sobre el corazón y al llegar a sus labios antes de besarle solo pudo decirle
- Siempre serás tú, Keyllan, en mi corazón solo puedes estar tú- el beso que siguió fue la promesa de amor mas tierna que hubieron conocido.

La ternura se tornó es pasión en cuestión de segundos, no tenían muy claro donde terminaba uno y comenzaba el otro.

- ¿Te he comentado ya que creo haber hecho de ti un monstruo de la lujuria, princesa?
- ¿Te arrepientes ahora? - fue bajando su traviesos labios desde el mentón de él hasta el ombligo.
- Solo me arrepiento de haber permanecido lejos de ti tanto tiempo.
- Se acabaron los arrepentimientos, estamos volviendo a reescribir nuestra historia y esta vez no cometeremos los mismos fallos.

Volvió a besar los labios de K, era adicta a su sabor, a su tacto. Sentía entre sus muslos su dureza aún no satisfecha y decidió que se habían terminado las palabras, su cuerpo anhelaba el de él de una forma más profunda, más íntima y no quería ni podía esperar más. Comenzó a mecer sus caderas había adelante y hacia atrás, acariciando su erección con su sexo. Un gemido ronco escapó de la garganta de Keyllan mientras sus manos fueron en busca de los pechos de ella.
- Dios, eres mi perdición, Eli- estaba completamente extasiado por ella, por su olor, su cuerpo, su sabor, toda ella le tenía ahogado en un mar de sensaciones.

Elieanora alzó sus caderas un poco más y fue bajando por su longitud hasta tenerle completamente sumergido en su interior. Las manos de Keyllan estaban ahora en sus caderas, marcando el ritmo de sus movimientos, sus gemidos volvían a inundar la estancia y sus cueros seguían danzando el más viejo de los bailes que la humanidad conocía, ninguno de los dos estaba atento a nada de lo que les rodeaba y no se percataron de que abrían la puerta hasta que una voz rompió toda la magia.

- Alteza- el pobre hombre no sabía en qué dirección mirar.

Sebastiano y su equipo habían llegado y al no encontrarla en ningún sitio supo que debía estar en el gimnasio, pero jamás había pensado encontrársela así. Keyllan con un movimiento ágil acabó poniéndoles en pie a ambos y con su cuerpo protegió la desnudez de la princesa.
- ¿No te han dicho nunca que debes tocar las puertas antes de pasar? - Keyllan estaba furioso, no quería que Elieanora se sintiera avergonzada.
- Me disculpo, no volverá a suceder, solo pretendía avisar de nuestra llegada, yo no... estaremos en la guarida esperando órdenes.

Elieanora asomó la cabeza por encima del hombro de Keyllan.
- Tranquilo Bas, gracias por avisar, en breve me reuniré con vosotros.
- Alteza- En ningún momento fue capaz de hacer contacto visual con ella, en todos los años que llevaba a su lado jamás se había visto en una situación así y no sabía muy bien cómo reaccionar, dio media vuelta y cerró la puerta al salir.

Keyllan se esperaba un ataque de nervios y unos cuantos insultos por parte de ella mientras le recordaría todos los protocolos y los inconvenientes de mantener una relación, esperaba tener que aplacar la furia de la princesa, pero cuando se giró y la miró a los ojos ella estalló en carcajadas, mientras se sostenía la tripa.
- ¿Te resulta cómico? - estaba perplejo por su reacción.
- Esto es divertidísimo y muy muy embarazoso, el pobre no será capaz de mirarme a los ojos en una larga temporada, voy a tener que regalarle entradas para ver a los Red Sox o algo así para compensarle. - Keyllan la miraba como si fuera un espécimen de otro planeta- ¿K, estás bien?
- Sí, no...yo...
- ¿Estás sufriendo un ictus? - volvió a estallar en sonoras carcajadas.
- No te burles, es solo que me esperaba que te lo tomaras mal y renegaras de lo nuestro. - se sentía aliviado ante esa actitud- ¿es fan de los Sox?
- ¡Muchoooo!
- Pues Sebastiano y yo nos vamos a llevar estupendamente porque yo adoro a los Red Sox.
- Los hombres y los deportes... vístete anda que vamos a desayunar y a ponernos al día.
- Mandona- la alzó entre sus brazos y besó la punta de su nariz cariñosamente- y esta noche vamos a terminar con eso que estábamos haciendo.
- Eres insaciable, imposible y más mandón que yo.

Ambos se vistieron a toda prisa y se encaminaron a su dormitorio, se ducharon por separado y eligieron sus atuendos para el día, Eli llevaba un vestido de tirantes anchos, por encima de las rodillas y con bastante vuelo color cerúleo, unos zapatos de tacón bajo negros y había vuelto a recoger su melena en una coleta alta, llevaba un poco de máscara de pestañas y su tono frambuesa favorito en los labios, en cambio Keyllan se había decantado por unos vaqueros Levi negros y un jersey de cachemir ocre a juego con unos zapatos deportivos y llevaba el pelo en una mezcla de peinado y despeinado. Ya estaban listos para ir a desayunar y enfrentarse a unas cuantas miradas de desconcierto. No existía nada mejor que el café para enfrentarse a situaciones así de especiales.

Un amor implacable - trilogía el poder del amor 1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora