Capítulo 3

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La música inundaba la catedral donde estaban reunidos para la ceremonia. Había cámaras que retransmitían la coronación de Elijah para el pueblo. El futuro monarca de Zafiro estaba de pie junto a él y Keyllan estaba seguro de que su amigo cumpliría con su deber y haría que su pueblo prosperara aún más y se sintieran orgullosos de él. Estar en una iglesia le hacía pensar en boda, ¿alguna vez llegaría a casarse? Lo dudaba. Lo más cerca que estuvo de ello fue hace nueve años y era un matrimonio por conveniencia, una mejora en sus negocios, nada de amor. Pero, aunque esa boda no llegó a celebrarse, ni siquiera a prepararse, el seguir pensando que un matrimonio con base en intereses económicos sería lo que escogería ahora. Todo lo carente de emoción era lo que funcionaría como un reloj suizo. Estar detrás de las faldas de alguien rogando amor y perdón no era algo con lo que se sintiera cómodo.

La música cambió y las mujeres de la familia entraron a ocupar sus lugares. Keyllan se giró y sintió un nudo oprimiéndole el pecho.

-Preciosa, absolutamente preciosa-se escuchó decir a sí mismo.

La imagen de Elieanora retuvo su mirada y su corazón, iba unos pasos por delante de Elvira, la futura reina consorte, su pesadilla llevaba un vestido en tonos azules que ondeaba con cada uno de sus movimientos convirtiéndola en una obra de arte, o una diosa, de la destrucción y la seducción. ¿Cuándo la adolescente dulce y bella se había convertido en esa sirena, tan cautivadora? Era una seductora y una descarada, le había provocado esa misma mañana con su boca, con sus palabras y con esa rosada y cálida lengua. Y ahora se dirigía a él con los labios pintados de un color cereza que invitaba a mordisquearlos, con esa mirada gris tan intensa y ese cuerpo nacido hecho para el sexo. Un sexo que una vez le puso en bandeja y él no dudo demasiado en disfrutar. Toda lógica le abandonó en aquel mismo instante ¿por qué la seguía deseando tanto?. ¿Acaso había enloquecido? Tenía que ser eso para arder así por ella tantos años después.

Elieanora se acercó mirando a todas partes y a todos menos a él, hasta que por fin tuvieron contacto visual y mantuvo su mirada sin pestañear, sin dudar. Observó la tormenta que nacía en esos pozos azules pero justo entonces él apartó su mirada. Sus ojos se posaron en su hermano mayor y le sonrió con tanto amor y devoción que una punzada de algo parecido a los celos le atravesó como un rayo. Una reacción así no tenia sentido alguno. Elijah era su familia, su sangre, ¿por qué no iba a sonreírle así? La princesa Elieanora ocupó su lugar, junto a su gemelo Marco, el cual tenía pinta de haber pasado una noche de lo más loca. Keyllan aprovechó eso para serenarse un poco. No debería tener ese efecto sobre él, pero lo tenía, su pulso acelerado y su erección eran prueba de ello. Cuando Keyllan la volvió a mirar solo tuvo una cosa clara. Quería esa sonrisa para él, esa sonrisa de infinita adoración que le dedicaba a Marco.

La quería a ella.

Nueve años atrás consiguió estar en el paraíso entre los brazos de aquella mujer, lo podía haber tenido todo pero lo rechazó por las circunstancias, pero sin embargo había pagado un precio muy alto por sus decisiones y lo llevaba pagando desde entonces. Su orgullo y honor quedaron por los suelos, la boda quedó cancelada y había perdido a Eli, ella no le escuchó, no le permitió explicarle lo sucedido y se alejó para siempre de él y años después le seguía escociendo el alma el comportamiento de su princesa.

Aquella noche tenía la oportunidad de cobrarse lo que consideraba que le pertenecía. Iban a quedar empatados aunque ella perteneciera a otro hombre. La deseaba más que a nada en el mundo, tenía que quitársela de la cabeza, expulsarla de sus venas como una droga, eliminarla de su piel y la única solución era tenerla por última vez en su cama, una noche de pasión más, la última y esa historia quedaría en el pasado para siempre. Ella accedería, le deseaba igual que él a ella, ese fuego les abrasaba a ambos por igual, estaba seguro. Debía encontrar la manera de convencer a su princesa porque lo que tenía aún mas claro que la pasión que les invadía era que la tozudez de esa mujer era de tamaño estratosferico.

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La ceremonia fue larguísima, el banquete muy suntuoso, estaba agotada de tanto sonreír y para colmo daba igual en que extremo del sala se colocara porque Keyllan siempre conseguía ocupar su campo de visión. Había sido así desde que había llegado a la iglesia, intentó mantener su mirada fija en Elijah o distraerse hablando con Marco, que por fin decidió aparecer, pero una fuerza que superaba su voluntad la había instado a mirarlo y lo que vio la dejó bloqueada.

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Seguía furioso, lo podía notar en su postura, pero sus ojos delataban un hambre que la asustaba, una pasión que la dejaba temblando. Se dijo a sí misma que tan solo quedaban unas horas y todo acabaría. Su cuerpo estaba en llamas y su mente estaba empezando a evocar imágenes de su cuerpo entrelazado al de aquel hombre y eso la desquiciaba. Le quedaba el consuelo de que a muy tardar en veinticuatro horas dejaría Zafiro y volvería a su vida. Echaría de menos a su hermano mayor y a su cuñada, se veían muy poco en los últimos tiempos y ahora que Elijah había sido coronado se verían menos, su hermano tenía meses de arduo trabajo para poner todo al día. Sus hermanos, su familia eran muy importantes para ella, desde el asesinato de su madre, habían sido un apoyo constante el uno para el otro, habían superado el dolor llorando juntos y habían salido victoriosos de cada batalla por su unión. Cada día que pasaba estaba más centrada en los negocios, tanto que empezó a darse cuenta de que se estaba alejando de ellos, tomó en ese mismo instante la decisión de que, en cuanto terminara de cerrar las nuevas absorciones, iba a delegar un poco y volvería a la isla con los suyos una temporada, podía trabajar perfectamente desde allí, volaría solo para reuniones importantes y aprendería a relajarse y delegar en su gente de máxima confianza. Ya era hora de volver a casa, era hora de dejar de huir y afrontar el pasado aunque reabriera las heridas mas profundas de su alma.

Un amor implacable - trilogía el poder del amor 1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora