Capítulo 6 ;; Ricitos de oro.

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Bill está esperando en la puerta del bar, apoyado en la pared y con las manos en los bolsillos. Desde donde estoy, es incluso más guapo de lo que recordaba; su mandíbula fuerte, su expresión seria, pero no al punto de parecer apático, sus ojos celestes... No suelen atraerme los hombres de ese estilo, sin embargo, Bill tiene algo. Y quizás ese algo sean los piercings en su nariz, labio y oreja. O tal vez, el hecho de que sabe combinar su vestimenta. Por alguna razón, los hombres que saben vestirse resultan más atractivos que los demás.

—Hey.

No estoy segura de cómo proceder, pues es la primera vez, después de Michael, que me veo más de una vez con el mismo hombre. Pero cuando Bill me escribió esta mañana preguntándome si estaba libre, no pude contener la curiosidad.

Suelo pensar que los hombres pierden el interés en una cuando les das lo que desean, cuando se sienten poderosos por conseguir arrancarte la ropa, pero la sonrisa que aparece entre los labios de Bill apenas me ve no me demuestra nada de eso.

—Te ves muy bien —comenta, recorriendo mi cuerpo de pies a cabeza.

¿Cómo no voy a verme bien si me he puesto uno de mis mejores vestidos?

—Gracias.

Le guiño un ojo, entro al bar y me siento frente a la barra.

Jim se encuentra ahí, como siempre, y alza las cejas con sorpresa. Sin embargo, su sonrisa tambalea al ver al chico que se coloca a mi lado y posa una mano en mi espalda baja, antes de pedirle dos tragos y deslizar unos billetes por encima de la barra.

—Enseguida.

Mi amigo me observa una última vez, nos da la espalda y comienza a preparar el pedido.

—¿Cómo has estado? —pregunta Bill.

Es una pregunta tan banal que, por un momento, me quedo parada. No, no estoy acostumbrada a que quienes quieran acostarse conmigo se interesen por saber cómo he estado.

—Un poco cansada. Es difícil repartirse entre los estudios y los ensayos de la banda...

—¿Tienes una banda?

Asombrado, apoya el codo en la mesada y la mejilla en su mano. Sus ojos se desvían por un segundo a mi pecho, pero rápidamente vuelven a subir.

—Así es. Pero soy una integrante nueva, así que...

—¿Tocas algún instrumento?

Jim nos entrega las bebidas. Le doy un sorbo a la mía y jugueteo con el sorbete. ¿Por qué, de tantas cosas en las que no soy insegura, hablar de mí me está poniendo tan nerviosa?

—Soy la cantante principal.

—Eso es genial. ¿Y cómo se llaman?

—The Mines.

—¿Dónde podría ir a verlos?

Parpadeo varias veces, con asombro.

—Bueno... hacemos presentaciones aquí los fines de semana. Mañana haremos una.

—¿Te molestaría si viniera a verte?

¿De verdad acaba de preguntarme eso? ¿Es normal que me haya parecido tan dulce?

—No, claro que no. —Sonrío ligeramente. —Pero tengo que advertir que tampoco soy Britney Spears.

—Estoy seguro de que me sorprenderás.

Bajo la mirada, un poco avergonzada.

Después de varios minutos y tres copas, la conversación prosigue con mayor soltura. Descubro que es el mayor de cinco hermanos, que está estudiando turismo y que le encanta la música, aunque jamás tuvo talento en ese campo.

Sobre la pasión y otros peligros (‹‹Serie Lennox 2››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora