Capítulo 9 ;; Un pequeño momento de paz.

174 28 16
                                    

Me encuentro sentada en el sofá cuando Derek entra por la puerta. Se detiene en medio del salón y se queda mirándome, un poco confundido.

—¿Qué haces aquí?

—Eros dijo que podía quedarme. Si te refieres a qué hago, escribo una canción. O lo intento.

—¿Y dónde está él?

—Fue a comprar.

—¿Y Sean?

—No tengo idea.

—Vale.

Oigo sus pasos dirigirse a la cocina y vuelvo a concentrarme en el papel frente a mí, repiqueteando la punta del bolígrafo en ella.

Entonces, Derek se asoma por encima de mi hombro para ver lo que escribo, pero se lo impido al voltear rápidamente la hoja.

—¿Qué haces?

—Mirar cómo va la canción. Por si te olvidaste, pertenecemos a la misma banda.

—No es para la banda. Esta es... personal.

—¿Personal?

—Ajá. Lo que quiere decir que no puedes leerla, porque es mía.

—Vale, vale, tranquila.

Alza las manos en el aire y retrocede dos pasos. Giro hacia él.

—¿Por qué siempre finges que nada te importa, salvo cuando se trata de fastidiarme la existencia?

—Porque es entretenido.

—Quizás te atraigo.

Sus cejas se disparan hacia el techo.

—Por favor. No me puedes importar menos, África.

—¿Entonces qué haces aquí? —Señalo la puerta. —Vete a hacer tus cosas. Lo que sea que hagas con tu patética vida.

—Es increíble que tengas ojos de hámster y personalidad de tigre. Es una combinación extraña.

—¿Nunca te cansas de ser un idiota? Hablo en serio.

Se lleva un dedo a la mejilla y tuerce los labios como si lo estuviera pensando.

—Mmm... No. En realidad, no.

Pongo los ojos en blanco.

—Eres insoportable.

—No mucho más que tú.

Me limito a darle la espalda e ignorar su presencia. Sin embargo, mis planes cambian cuando se sienta a mi lado, enciende la televisión y se lleva un cigarrillo a los labios.

Irritada, dejo el cuaderno sobre la mesa con un golpe y me pongo de pie. Él ni se inmuta, cambiando los canales.

—¿Me estás jodiendo?

Me observa con las cejas alzadas y palmea el espacio a su lado.

—¿Quieres hacerme compañía? —pregunta, y lo observo con los labios apretados. —No volveré a preguntar.

Me dejo caer a su lado, rendida, subo las piernas al sofá y me abrazo las rodillas contra el pecho. Él me observa por unos breves instantes antes de poner Me Before You.

Aquello me hace mirarlo de reojo, pues siento que se trata de alguna especie de ofrenda de paz.

—¿Está todo bien? —cuestiono, apoyando mi mentón en mis rodillas.

Él asiente, un poco confundido.

—¿Por qué?

—Por lo de la otra noche. Sonabas preocupado.

Sobre la pasión y otros peligros (‹‹Serie Lennox 2››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora