Capítulo 17 ;; Una estrella cuyo brillo pereció.

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Derek.

Eros me observa, sentado en la otra punta del sofá y con la cabeza ladeada. Estuvo así la última media hora. Ya comienza a estresarme.

—¿Me vas a explicar de una vez de dónde salió tu afán por aprenderte una canción de Taylor Swift?

Alzo la mirada de la guitarra para mirarlo con mala cara.

—No.

—Trátame bien y no te olvides de quién te prestó su guitarra acústica aún sabiendo lo bruto que eres y todos los riesgos que corre.

—Soy bruto con todo, menos con los instrumentos.

—Es cierto.

Vuelvo a ignorar su presencia para poner toda mi atención en la partitura frente a mí. ¿Quién habría dicho que "Mirrorball" tendría acordes tan complicados?

—¿Esto es por Fri? —inquiere. Gruño en respuesta. —¿Cuándo vas a admitir que te gusta?

—No me gusta. Es insoportable. Y tiene un novio aún más insoportable.

—Bill no es su novio. Igual creo que le gusta mucho.

Aprieto la mandíbula ante una pesadilla lúcida que estuvo persiguiéndome en los últimos días; Bill con su asquerosa boca en la piel de África, recorriendo su cuerpo curvilíneo con sus manos. Me estremezco. Ni siquiera sé por qué demonios me molesta tanto.

—No me importa.

—Siempre dices eso.

—Porque nada me importa.

—No creo que sea verdad. Creo, más bien, que te importan demasiado las cosas.

—Ya.

Busco la cajetilla en mi bolsillo, enciendo un cigarrillo y lo atrapo entre mis labios.

—Pero si te gusta Fri, puedes admitirlo. Está bien. Quiero decir, no es el fin del mundo. Te gusta alguien. Son cosas que suceden todos los días.

—Cosas que no me suceden a mí.

—¿Eso significa que te gusta?

—Significa que me ha gustado una puta canción de Taylor Swift y que quiero aprender a tocarla.

Eros no dice nada más. Desaparece en la cocina, y regresa unos minutos después con dos cajas de ramen y palillos.

Cuando se acomoda a mi lado sé, por los vistazos que me echa, que tiene algo en la punta de la lengua y le está costando bastante no soltarlo. Suspiro sonoramente.

—¿Qué pasa?

—Te conozco.

—¿Y?

—Y sé cuando algo te pasa.

—Ya.

—... Por lo que sé que bajo ninguna circunstancia te gustaría una canción de Taylor Swift porque sí.

—Quizás no me conoces tanto.

—¿Sabes qué? Olvídalo. —Alza las manos, rendido. —¿Cómo está Silvia?

—Mejorando —respondo con sequedad.

—¿Estás seguro? África dijo que, varias noches atrás, sonabas preocupado cuando hablaste con ella.

—Tuvo una recaída. Nada grave. Y África es una soplona.

—Derek, quizás deberías reconsiderar llevarla al hos...

—No.

—Tal vez es lo mejor.

—He dicho que no. Hoy estás mucho más irritante de lo normal, joder.

Sobre la pasión y otros peligros (‹‹Serie Lennox 2››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora