Capítulo 24 ;; Una mejor versión.

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África.

Tras detenernos en cada rincón del pasillo para besarnos, Derek y yo llegamos a la habitación.

Lo primero que vuela al suelo son nuestros incómodos abrigos y mi bufanda. Derek me toma en sus brazos y, cuando caemos a la cama con él encima de mí, me las arreglo para cambiar de posiciones. Derek me admira con las cejas alzadas mientras me acomodo a horcajadas sobre su abdomen.

—A estas alturas, deberías saber que no podrás controlarme, ni siquiera en este sentido —susurro con diversión antes de atrapar sus labios en otro beso necesitado.

—Entonces vamos a tener un problema, porque ser dominado tampoco es mi don. —Sus manos viajan hacia el borde de mi blusa para tirar de ella hacia arriba y despojarme de la prenda.

Cuando mi brasier negro queda a la vista, Derek se toma un momento para admirarme, y puedo jurar que se le corta la respiración. Nunca nadie se había tomado la molestia de observarme con tanta atención, con tanto anhelo en los ojos, y el rubor trepa por mis mejillas.

—¿Te gusta lo que ves? —bromeo en un susurro.

—Me gusta mucho.

Derek vuelva a besarme con lentitud. Sus manos ascienden por mi espalda, como si intentaran memorizar cada tramo de mi piel, y yo le quito la camiseta y la arrojo junto a la mía. Cuando nuestros torsos desnudos entran en contacto, suspiro sobre sus labios y recorro sus brazos con la yema de los dedos.

Podría acelerar el ritmo de la situación, pero no quiero que termine tan pronto. Derek parece desear lo mismo. Quiero guardar en mi memoria la calidez de su piel contra la mía y la sensación de sus manos recorriendo mi cuerpo.

Cuando menos lo espero, Derek da vuelta la situación y queda arriba, atrapando mis muñecas por encima de mi cabeza y desabrochando hábilmente mi pantalón con la otra. No puedo negar que me resulta extremadamente atractivo. Una vez cubierta sólo por mi ropa interior, me arqueo hacia él.

Sus besos descienden hacia mi cuello y mi respiración se descontrola aún más.

—¿Puedo marcarte? —murmura, y ante mi asentimiento, comienza a hacer eso mismo. Es el único que me ha preguntado antes de hacerlo, y también el único al que se lo he permitido. —¿Sabes por qué quiero hacerlo? Porque quiero que mañana y los días siguientes, cuando te veas al espejo, no puedas olvidar esta noche.

No podría, ni aunque quisiera.

Cuando mi brasier ya no es una barrera, Derek vuelve a apartarse para mirarme.

No estoy segura de si no he salido de cada motel de la ciudad. Quizás, la mitad de los hombres de Boston puedan decir que han logrado meterme en su cama. Por mucho tiempo he creído que mi único valor era ser bonita. Es que a veces la gente te trata como si fueras un envase vacío. Yo misma me he tratado como tal.

Pero esta vez es diferente. Aunque Derek está mirando mi cuerpo, no es sólo deseo lo que reflejan sus ojos. Hay algo más. Algo que me hace saber que estará del otro lado de la cama mañana, aún después de haberme visto desnuda.

Sentirse deseada se siente bien. Sin embargo, no llena un vacío. Y sentirse querida... supongo que es esto. Supongo que así se siente. Desear a la misma persona con la que puedes reírte, llorar, besar y bailar mientras todos duermen.

Cuando intento zafarme de su agarre, sonríe con diversión y suficiencia y desliza sus labios por el espacio entre mis pechos. Me remuevo a modo de queja.

—Voy a vengarme luego, Derek —advierto en un susurro.

—Me muero por ver eso.

Mientras que su mano sostiene mis muñecas, la otra baja hasta mis bragas y, en el momento en que roza el borde de la prenda, si bien era consciente de la necesidad que me azota, ahora lo soy mucho más. Contra todo mi orgullo, abro las piernas, buscando sus caricias. Cualquier rastro de diversión desaparece de los ojos de Derek, que se oscurecen.

Sobre la pasión y otros peligros (‹‹Serie Lennox 2››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora