Derek y yo intercambiamos una mirada de terror.
—¿Y bien? —Jim se lleva las manos a la cadera como si tuviera algún derecho a reclamar. —¿Cómo demonios saben dónde vivimos?
El miedo transmuta otra vez a algo más conocido y fuerte; la furia.
Avanzo hasta estar lo suficientemente cerca para darle un empujón.
—¿"Vivimos"? —repito. No sé si es normal la cantidad de violencia que crece en mi pecho en este momento. —¿Vives aquí?
—Pues sí. ¿Cuál es el problema?
—¿Estás de broma?
Cuando abre la boca para responder, otros tres tipos aparecen por el pasillo. Michael, claro, y supongo que los demás integrantes de Crazy Dogs. Es la primera vez que no llevan esas ridículas máscaras.
—¿Qué mierda?... —Michael empuja a Jim para pasar por su lado y admira el desastre que provocamos; su ropa hecha jirones en el suelo, su guitarra destruida... Se gira hacia mí con una expresión colérica que conozco bien.
Y pocas cosas me dan tanto miedo como Michael enojado.
Trato de parecer firme, pero fallo; mis manos tiemblan frenéticamente y busco el cuerpo de Derek de manera inconsciente, ocultándome apenas detrás suyo. Él se encarga de terminar de colocarme tras su espalda. Respirar se convierte en una tarea laboriosa y el pánico comienza a trepar por mis entrañas, atenuando a su paso el fuego que encendió mi rabia.
—Ah, ¿ya no eres tan valiente, verdad? —Michael avanza, y Derek retrocede junto a mí.
Por encima de su hombro, me hace señas para que salga por la ventana, pero está loco si piensa que voy a dejarlo solo con estos dementes.
Sobre todo con uno en especial, que nos está devorando crudos con la mirada.
Mis dedos se aferran en torno a la tijera en mi bolsillo.
—Jim siempre dijo que eras una loca de mierda, pero nunca pensé que tanto —escupe con ironía.
Es entonces cuando salgo de mi escondite para hacerles frente. El coraje parece ser una emoción que viene y va como las olas.
—¿Yo soy una loca? No soy quien se aprovechó de una adolescente de 16 teniendo 20. No soy quien la hizo creer que eso estaba bien.
Me preparo para defenderme de ser necesario. Los dedos de Derek rozan mi espalda baja como si estuviera listo para saltar por mí. No obstante, a diferencia de lo que creía, Michael se echa a reír a carcajadas.
—¿"Aprovechó"? No parecías muy disgustada gritando mi nombre.
Sus otros amigos se olvidan por un momento de la bronca para reírse. El único que se mantiene neutral es Jim, que pasa su vista de Michael a mí.
—Era una niña —susurro, frunciendo el ceño. Las lágrimas se acumulan detrás de mis párpados. Odio el poder que tiene sobre mí. Odio que sea capaz de hacerme llorar tan fácilmente. —¿Cómo iba a darme cuenta de que eso estaba mal?
—Ah, todas dicen lo mismo. "Era una niña, era pequeña, era menor". Y todas parecían olvidarse de eso cuando estaban en mi cama. ¿Por qué te victimizas? Tú también querías hacerlo. Estabas desesperada por atención, porque alguien te cogiera —señala el escote de mi blusa. —Parece que lo sigues estando.
Mi corazón se detiene por un momento.
Lo que nadie me dijo nunca sobre la rabia es que, cuando desaparece, sólo queda una profunda tristeza que es incluso más fuerte y un agujero enorme en el centro del pecho.
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Sobre la pasión y otros peligros (‹‹Serie Lennox 2››)
Genç KurguÁfrica es una amante de la música que teme mostrar su verdadera luz. Derek toca la guitarra para escapar de su oscuridad. ¿Qué pasará cuando estas dos melodías se fusionen? Segundo libro de la serie Lennox. NO es necesario leer el anterior para comp...