Capítulo 22 ;; A legszebb lány, akit életemben láttam.

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Por la mañana, me dirijo a la sala de estar para desayunar con los chicos, pero no hay rastros de ellos. Por un momento, pienso en que se fueron a esquiar sin mí. Sin embargo, los ronquidos de Sean despejan mis dudas.

—Voy a matarlos —mascullo.

Sin aviso previo, y con toda la dulzura del mundo, abro la puerta con un estruendo. Freno en seco al ver que hay una persona más en la cama de Eros. La confusión dura solo dos segundos, pues pronto le quito la almohada a Eros y comienzo a golpearlos a ambos en la cara.

Eros, quien es el que tiene el sueño más ligero, suelta un gruñido, y abre los ojos, desorientado, cubriéndose con los brazos. Sean, en cambio, se toma un poco más de tiempo. Cuando por fin se despierta, se sienta de golpe y me observa con el ceño fruncido.

—Pero ¿qué pasa? ¿Qué hora es?

—¡Son las 11:30! ¡Acordamos estar en el centro de esquí en 10 minutos! ¿Y qué haces aquí, por cierto?

Ellos se miran entre sí, con las cejas alzadas.

—Me voy a vestir —avisa Eros antes de escabullirse al baño.

—¿Pasó algo entre ustedes?... —Tomo asiento junto a Sean.

—¿Qué? ¡No! Claro que no. Lo que pasa es que no podía dormir, él tampoco, hablamos un rato y al final me quedé aquí. —Se encoge de hombros. —Estar lejos de casa no es algo a lo que esté acostumbrado.

—Mh... entiendo.

—¿Derek está levantado?

Casi lo olvido. Casi.

Suspirando, me dirijo hacia el cuarto de Derek, pero por alguna razón, no entro haciendo el mismo escándalo que con los chicos. Por el contrario, abro la puerta y me adentro intentando hacer el menor ruido posible.

Derek está boca arriba, con un brazo cubriendo sus ojos. Su pecho sube y baja paulatinamente con cada respiración. Nunca lo vi tan tranquilo, tan en paz. De algún modo, siempre parece estresado, como si apenas pudiera soportar el peso de sus propios huesos.

Con cautela, me siento a su lado y estiro mi mano para apartar un par de mechones de su frente. Retengo el aire cuando mis dedos rozan su mejilla y Derek se remueve, tal como si buscara mis caricias. Y de un momento a otro, me encuentro recorriendo el contorno de su rostro, y él se relaja más, cosa que creía imposible.

Cuando abre los ojos, me aparto de un respingo.

Dios mío, ¿qué me pasa? Parezco una acosadora.

—Buenos días, Ojos de Hámster... ¿Qué hora es? —susurra, con la voz ronca por el sueño.

—Las 10:35. Tenemos que estar en el centro de esquí en 5 minutos.

Contrariada, con el corazón atascado en la garganta, me pongo de pie y salgo de la habitación como un rayo.

En plena huida, me choco contra el pecho de Eros, quien ya está vestido con mil capas de ropa para enfrentar al frío. Me toma de los antebrazos y arruga el entrecejo.

—Fri, ¿estás bien? Tienes cara de que viste un fantasma.

—Creo que me estoy enamorando de Derek —suelto de sopetón, antes de escaparme de sus garras y abandonar la sala.



Sean no deja de echarle miraditas al instructor que está ayudándolo a escoger los bastones de esquí que mejor se adecúen a su altura.

—Qué asco —susurra Eros, de mal humor. —El tipo ese tiene como 40 años.

—Si le gustan mayores, qué se le va a hacer. —Me encojo de hombros con diversión.

Sobre la pasión y otros peligros (‹‹Serie Lennox 2››)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora